Críticas
Lucha por la legitimación de un barrio
El 47
Marcel Barrena. España, 2024.
Es la historia verídica de Manolo Vital y su empeño en dignificar la vida de los habitantes de Torre Baró, un barrio en los suburbios de Barcelona construido a fines de los 50 por pobladores de Extremadura y Andalucía expulsados de su tierra por los falangistas. Decía la ley del suelo que las casas que al amanecer no tuviesen techo debían ser “demolidas” por la autoridad. La secuencia inicial narra el acercamiento a lo que luego se transformaría en un barrio de precarias condiciones.
Las primeras viviendas en construcción son abatidas por la policía en cumplimiento de la norma. Vital reúne al resto de los pobladores con la idea de construir los hogares, de a uno por vez, y así poder completar la tarea antes del amanecer. El plan da resultado, Torre Baró se constituye en un barrio que luchará por condiciones de vida dignas. Antonio Vital liderará la empresa; la acción va hasta fines de los 70, tiempos en los que se lucha por la llegada de un autobús a la zona.
Cine social arraigado en hechos históricos narrados con la sencillez que cabe a las condiciones de lucha de un barrio obrero sostenido en el sacrificio diario de habitantes que deben caminar kilómetros para ir a estudiar y trabajar. Una cruzada que resalta valores políticos desteñidos en la practicidad de acciones cotidianas embebidas de pura lógica militante desarraigada de contenidos. El centro de acción es la concreción de la vida que empuja hacia el conflicto entre el respeto a la norma y la rebeldía que no mira consecuencias. Suerte de híbrido que obliga a contener las formas hasta un límite, Manolo vital deberá traspasarlo para hacer historia.
Una visión que despliega ternura en el respeto por las raíces; el barrio es símbolo de sacrificios en la subsistencia, afecto por el costo en la construcción de una vida; delimitación de principios no exentos de nostalgia y abnegación en defensa de la causa justa.
Barrena define el acierto dramático en una inteligente concatenación de planos adjuntos a la necesidad de una combinación que otorga dinamismo a las secuencias. Vale recordar los momentos del incendio o la llegada de la policía al pueblo en busca de los autores de la pintada en el Ayuntamiento. Dos instancias bien diferentes en intensidad obtienen el correspondiente ritmo con cortes y planos que permiten extraer tensión en la simpleza de situaciones cotidianas inherentes a un barrio. Vale también destacar la labor técnica del montajista, Nacho Ruíz Capillas. Una sucesión de imágenes, ordenadas en el caos de la precariedad, asignan una impronta de dedicación profesional respaldada en el cuidado extremo por la coherencia en la complejidad. La presentación es explicativa de conflictos por la intensidad de la acción abonada en múltiples cortes y movimientos de cámara que apuntan más al detalle de sentidos que a lo descriptivo por desplazamientos en paneos o travellings innecesarios. El dinamismo impide al filme desplomarse en lo anecdótico, evita que caiga en la modorra de sucesivos y anodinos mojones anunciados desde el sentido común. Las pequeñas sorpresas unifican una sencilla historia de reclamos unida a la atmósfera solidaria que impregna cada instante del proceso.
El heroísmo se diluye en la iniciativa de un Manolo Vital coptado por condiciones de liderazgo liberadas en la improvisación de un temperamento ceñido a firmes valores. La premeditación va diagramando los avances de la condición popular. La idea del autobús a Torre Baró emerge de una persecución en tono de contención; Vitale intenta frenar a Felipín que, en su inocencia, expeta lo primero que se le ocurre para motivo de la pintada. Manolo recoge la idea y el sentir popular se apropia de ella. Lo que al principio es considerado una transgresión se transforma en reivindicación de derechos. Juego democrático que, a modo de ejemplo, funciona en contraposición a la pasividad de los políticos en el Ayuntamiento.
Apunte aparte merece la extraordinaria actuación de Eduard Fernández; un Manolo Vital que representa el tesón y la hidalguía en la lucha por los derechos de las personas; una impronta dramática configura el concepto central: la necesidad de la constante movilización empapada en el amor por el barrio. Desde el reclamo pacífico a la transgresión justificada, la película se encarga de establecer la validez cuando de injusticias se trata. El régimen queda reducido a la insensibilidad de burócratas acomodados, la democracia no es mejor que la dictadura si no se ejerce en la participación popular. Es el hacerse cargo más allá de normativas sustentadas en condiciones topográficas y de estatus. El respeto a la norma es la privación trasplantada a un imaginario social limitante, afincado en la cultura del no se debe y no se puede. Manolo Vital vendrá a demostrar lo contrario.
Un homenaje a los desheredados del mundo amparados en el poder de la solidaridad como herramienta necesaria al combate por la igualdad. El juego de transgresiones se ciñe a lealtades representativas de élites “democráticas” convocadas en la insensibilidad de momentos que operan para el desgaste burocrático. La administración es la primera línea de acción adjunta al poder de turno.
Vitale transita por la pintada, el trámite administrativo y, finalmente, un contacto pactado con la autoridad desde vínculos políticos previos. La demostración remite el juego democrático a círculos de poder desinteresados de la atención a necesidades populares. Una democracia coja comparte el autoritarismo de otra manera, el Ayuntamiento funciona como espacio de una élite política contentada en la retroalimentación de un poder lejano a sus mandantes. Círculo vicioso que reparte la dicotomía en sistemas contrapuestos de efecto semejante; los vecinos de Torre Baró siguen reclamando aun en democracia. Son los excluidos del cambio, la política acarrea distancias circunscritas a intereses ajenos a la contemplación del bienestar popular. En ese contexto, Vitale representa al líder que recoge y contempla las necesidades populares.
El 47 y La infiltrada (Arantxa Echevarría) compartieron el Goya mejor película ex aqueo. en la edición correspondiente al año 2025, una puja de difícil resolución. La película de Barrena también se alzó con otros cuatro Goya: actor de reparto (Salva Reina), actriz de reparto (Clara Segura), dirección de producción (Carlos Apolinario) y efectos especiales (Laura Canela e Iván López Hernández).
Ficha técnica:
El 47 , España, 2024.Dirección: Marcel Barrena
Duración: 110 minutos
Guion: Marcel Barrena, Alberto Marini
Producción: The MediaPro Studio, TV3, Telson, RTVE
Fotografía: Isaac Vila
Música: Amau Bataller
Reparto: Eduard Fernández, Clara Segura, Zoe Bonafonte, Salva Reina, Carlos Cuevas, Vicente Romero, Betsy Túrnez, Óscar de la Fuente, David Verdaguer, Aimar Vega, Borja Espinosa, Pep Ferrer, Mireia Rey