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Oscar 2016

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Cada año nos planteamos si hace falta cubrir la entrega de los Oscars por parte de la Academia, y llegamos a la conclusión de que nos sirve para establecer una especie de diálogo con nuestros lectores, que, como nosotros, habitan distintas regiones del planeta, donde llegan con seguridad las películas que participan, por ser parte de la industria cinematográfica más poderosa de Occidente, sino también por el debate que provocan sobre la calidad de las nominadas, en primer lugar, y de las ganadoras, en segundo.

Como ávidos cinéfilos que somos, no dejamos pasar la oportunidad y aquí reseñamos la lista de ganadores y el diálogo que se estableció sobre algunas nominadas. Enlazamos, además, las críticas publicadas sobre aquellas que no han merecido un artículo en contra y a favor por parte de nuestros colaboradores.

No nos detendremos en los comentarios sobre la gala de entrega de premios en esta 88º edición ni los debates que son de público conocimiento por parte de todos los que siguen los pormenores de los Oscar. Nos interesa centrarnos en las obras que participaron y en los hilos que movilizaron nuestra satisfacción, o no, según las expectativas con que fuimos a verlas.

He aquí nuestra propuesta.

The Spotlight, de Thomas McCarthy, recibió el Oscar a Mejor Película, mientras que Tom McCarthy y Josh Singer obtuvieron el galardón al Mejor Guion Original de este filme. Es Santiago Negro quien nos ofrece una crítica extensa sobre esta película que conocimos con la traducción de Primera plana.

En cambio, el Oscar al Mejor Guion Adaptado recayó en La gran apuesta, que critica en este número Enrique Posada. Por su parte, Sebastián Sáez y Gretel Herrera destacan los puntos a favor y en contra que han encontrado en el filme de Adam McCay.

La gran apuesta: a favor, por Sebastián Sáez

la-gran-apuestaCuando una película trata un hecho verídico tan cercano en el tiempo, como lo fue la burbuja financiera que estalló en Wall Street en 2008, podemos pensar que el filme puede llegar a ser un fracaso. Más aún si le añadimos que La gran apuesta posee un guion adaptado del libro homónimo de Michael Lewis. Bueno, ninguno de esos pronósticos se cumple para este filme de Adam McKay, que viene de producir Ant-Man  (2015) y de dirigir Anchorman 2 (2013).En primer término, La gran apuesta cuenta con un reparto notable, conformado por actores de la talla de Christian Bale, Steve Carell, Brad Pitt y Ryan Gosling, aparte de contar con una infinidad de cameos como los de Selena Gomez y Margot Robbie, que cumplen el rol de explicar con palabras comunes cuestiones macroeconómicas que suelen ocultarse al ciudadano común. Por momentos, La gran apuesta parece un documental más de Michael Moore, donde se exponen los excesos del capitalismo salvaje, como en su obra Capitalismo: Una historia de amor (2009), en la que se exhibe la voracidad con la que se manejan las financieras en casos extremos, especialmente ante la burbuja de 2008. La manera de ir hilvanando lo ficcionado con las reflexiones que hacen los cameos, le imprimen a la cinta un ritmo de gran dinamismo.

La gran apuesta nos entrega una interpretación acertada de los hechos ocurridos a fines de la primera década del siglo, devenidos luego de largos años de especulación financiera. Mostrando hechos que ocurrieron realmente, como la caída del Citigroup, algo de lo que sólo pareció darse cuenta Michael Burry. La cinta nos deja un sabor agridulce, respecto a la realidad en la que vivimos, justamente el objetivo que busca McKay, por lo que el mensaje que procura transmitir es impecable.

La gran apuesta: en contra, por Gretel Herrera

Narrada de forma perfectamente clásica y poco original del cine comercial hollywoodense, el filme es exactamente lo mismo que Joy, Spotlight o The Martian. Un producto bien hecho, poco auténtico y sin personalidad. De hecho, el único recurso que quizás podría llenar ojos inexpertos -la ruptura de cuarta pared-, trasluce un deseo de mínimo renovación o búsqueda de legitimación binaria, entre este filme y el replicante Dead Pool (2016), ambos partes de una gran factoría de sueños, cuya estandarización de la creativa alcanza altas cotas. Si en el pasado siglo Eric von Stroheim expresaba que si seguían haciendo cine de la misma forma en que se hacen salchichas, cada vez las películas se parecerían más a salchichas. A estas alturas, la estructuración industrial homogeneiza tanto el producto que llegamos al nivel de tener en pantalla una producción de estupendas salchichas para todos gustos: parrillera, para premios, seudo-intelectuales, italianas o barbecues. A fin de cuentas, el mercado ya no es un problema cuando la globalización cultural sirve de pretexto y la mayoría de los países presentan cuotas de protección risibles o en muchos casos ni siquiera existen medidas coercitivas en contra de la monopolización del mercado por parte de la industria cinematográfica americana.La gran estafa entra en esa categoría de salchicha seudo-intelectual. Como presenta un tema-denuncia, su público objetivo no es el consumidor de cine más comercial, sino un sector de la población que tiene deseos de indignarse, pero sin levantarse del sofá y que además desea que le expliquen lo que no logra entender –y no tomará un libro para intentarlo- rubias despampanantes entre burbujas de champán y jabón o cantantes juveniles que instruyen a su público adolescente mientras lo conminan al lúdico y constructivo mundo de las mesas de Black Jack y los casinos. Y es que si al final nos preguntamos ¿cuál es el mensaje de este filme? ¿cuál es el sustrato reflexivo? ¿por qué quieren contarme esta historia que indigna y ofende a cualquier cliente bancario? Nos encontramos con uno de los grandes miedos de cierto arte antiguo: el vacío.

The Revenant (enlazar) ha recibido el Oscar a Mejor Director (Alejandro González Iñárritu), a Mejor Actor (Leonardo DiCaprio) y Mejor Fotografía (Emmanuel Lubezki). El debate sobre lo mejor y peor del filme lo abren Sebastián Sáez y Pilar Roldán Usó.

The Revenant: a favor, por Sebastián Sáez

the-revenantEn El renacido, González Iñárritu ha logrado dramatizar una historia, mediante la utilización del plano secuencia –para algunos abusivo, pero que logra el objetivo de remarcar la figura del explorador Hugh Glass (Leonardo Di Caprio)- y de otras técnicas, como la utilizada en la escena del ataque del oso, que está filmada con una cámara del estilo GoPro y le da un aspecto mucho más agresivo al animal, porque nos deja ver en detalle su figura (por más real que parezca, Di Caprio no tuvo al oso ni de cerca, sino que fue creado por CGI), u otra, la de dotar de movimiento a la cámara, generando momentos y sensaciones que se traducen en el “estar ahí” para el espectador.Di Caprio, impecable en su interpretación y superándose, demuestra por qué es el merecedor del tan anhelado premio a Mejor Actor. Quizás haya merecido el galardón más por papeles como los que interpretó en El aviador (The Aviator, 2004), Blood Diamond (2006) o El lobo de Wall Street  (The Wolf of Wall Street, 2013), pero algo que demuestra este comentario es su versatilidad como actor, capaz de adaptarse e interpretar papeles muy disimiles entre sí, con directores que buscan expresar cosas muy diferentes.Dotada de un trabajo fotográfico sobresaliente por parte del también mexicano Emmanuel Lubezki, El renacido ha logrado mostrar locaciones muy hostiles, transfiriendo al espectador la dificultad y sufrimiento que se le presentan al personaje principal ante su deseo de venganza. Lubezki acompañó a Iñárritu en el último filme de gran nivel del director, Birdman  y también a otro compatriota, Alfonso Cuarón, en la dirección de fotografía de Gravity  (2013) y de la, ya más distante en el tiempo, Children of Men  (2006).Estos aspectos funcionan como un engranaje perfecto, cuidadosamente trabajado por Iñárritu para lograr una excelente obra. Es que el director de Babel (2006) es un detallista al extremo, que busca marcar tendencia, y no ha dejado ningún aspecto librado al azar, construyendo la historia a través de la imagen, algo que la relaciona con el trabajo de Lubezki en Gravity, casualmente multipremiada por su calidad técnica en la entrega de premios de 2014.

The Revenant: en contra, por Pilar Roldán Usó

La catarata de miserias que va desgranándose sobre el personaje interpretado por DiCaprio en El renacido es tal, en intensidad y acumulación, que la sensación de irrealidad aparece casi desde el principio, desde el mismo momento en que pasa de un estado moribundo al de resucitado en búsqueda de venganza. Efectivamente, es una historia de venganza, pero también de supervivencia en un medio hostil, entre paisajes inhóspitos, fríos y magnéticos, pero de una belleza brutal, que son magníficamente retratados por Lubezki, con los mejores medios técnicos del siglo veintiuno, pero sin un aporte de originalidad que le aleje de asemejarse a una simple sucesión de hermosas postales. Precisamente, esa falta de autoría, esa ausencia de la huella de González Iñárritu, es un elemento que prácticamente se añora durante todo el largometraje, excepto en los recursos de los largos planos secuencia o en las ensoñaciones o especie de realismo mágico que, de vez en cuando, se muestra para intentar que averigüemos algo del pasado del protagonista, aunque, si como relato de los orígenes del personaje, Hugh Glass, resultan un tanto pobres, aislados en sí mismos, tampoco aportan gran cosa frente a la belleza del entorno y sirven para alargar excesivamente el metraje.La sensación que nos queda al salir del cine es la de haber asistido a una simple cinta de aventuras; eso sí, con mucha carnicería, cuyo alcance se intensifica, a través de los efectos especiales. No queremos dejar de señalar lo que consideramos un cierre de película algo caótico y aturrullado, al parecer, con la intención de incrementar la intriga, pero esas pérdidas de pistolas o fusiles, caídas de terraplenes, cortes de hachas o cuchillos y la aparición de los esperadísimos indios, sin cuya última presencia era impensable llegar a término, no consiguen despertar el interés y la emoción que se buscaba. El perdón, la tragedia, la angustia, el aislamiento o el sufrimiento, a pesar de los intentos de Leonardo DiCaprio con su interpretación, no se han llegado a convertir en las emociones fuertes que transmitieron las anteriores reflexiones de Iñárritu sobre la violencia y la debilidad humana.

El premio al Mejor Actor de Reparto fue para Mark Rylance, por El puente de los espías, criticada en el número anterior. Sebastián Sáez, autor de la crítica, y Gretel Herrera cruzan sus pareceres para destacar lo que más o menos les ha gustado de esta película de Steven Spielberg.

Bridge of Spies: a favor, por Sebastián Sáez

bridge-of-spiesSi hay algo para aplaudir en cada entrega de cine de época de Spielberg, eso es la fotografía. Con cuidadoso detalle, Janusz Kamiński logra transmitir la solemnidad y opresión en la que se veía envuelta Berlín, especialmente la del Este, en la que regía el régimen comunista, donde transcurre gran parte de la acción de este filme.La actuación de Tom Hanks es tan intachable y conmovedora que ni siquiera vale la pena hablar de ello. Pero, tal como sostuve en la crítica publicada en EL ESPECTADOR IMAGINARIO, tenemos la sumatoria de Tom Hanks y Spielberg, por lo que no debemos perder de vista que ambos se potencian y su trabajo termina siendo realmente impecable. Si a eso le adicionamos la actuación estupenda de Mark Rylance, como Rudolf Abel, un hombre de pocas palabras, notaremos que la relación humana que construye con su contraparte se ve reflejada en su interpretación, más que nada a través de miradas y gestos. Si bien Hanks no está nominado para esta entrega, Mark Rylance sí lo está y, a pesar de que sus competidores tienen la talla de Christian Bale, Tom Hardy, Mark Ruffalo o el mismísimo Sylvester Stallone, Rylance ha logrado superarlos, obteniendo el preciado galardón.Matt Charman decidió llevar su guion a Dreamworks, captando el interés de Steven Spielberg. Tratándose de uno de los primeros trabajos de gran escala del guionista, sorprende ver la colaboración de los hermanos Coen, algo que le agrega su característico tono humorístico a la cinta y la convierte, durante las casi dos horas y media que dura, en un filme muy dinámico, que nos mantiene atados a la butaca durante todo su metraje. El excelente guion, seguido por una gran dirección, el reparto que se supera y el trabajo de fotografía tan detallado da como resultado Bridge of Spies, una película que amarán aquellos que gustan del cine de época, así como quienes buscan un thriller con toques cómicos.

Bridge of Spies: en contra, Gretel Herrera

Bridge of Spies viene a ser más de lo mismo. Una formula mil veces repetida, un actor reconocido en papel que no requiere esfuerzo ni matices, una fotografía preciosista y sin disloques, un presupuesto de película -40 millones de dólares- y un producto que es uno más en la baraúnda de filmes nominados. Además de la falta de originalidad, la persistencia en el patrioterismo y la manipulación que intenta encajarnos la visión de que los malos siempre van a ser los otros (los rusos, en este caso), es algo que cansa y, a la luz de los años y los engaños, incluso molesta. La representación del tribunal soviético de una forma casi teatral, alejada de los escenarios americanos de un corte más realista, más humano. El estereotipo del ruso, la mascarada del gobierno soviético, la violencia unilateral –concreta en la ciudad e implícita en el tratamiento final del espía a quien no lo reciben con un abrazo. El enunciar siempre para al final redimir, la arbitrariedad del sistema de justicia americano cuya fallas quedan mejor al descubiertos en filmes no nominados como Trumbo (2015), que no hace concesiones, ni ficciona de forma idealista la verdad histórica y que, muy a pesar de tener el mismo motum narrativo, casi la misma temática y el mismo marco narrativo, estar hecha alla maniera del más clásico y comercial cine narrativo hollywoodense y con la misma impecable terminación, se quedó en el banquillo. A Bridge of Spies le falta sinceridad, le falta, como siempre le ha faltado a su director, alma. A Spielberg le falta cuando menos, leer un poco sobre el frenesí patrimonial y rememorativo del que hablaban Lipovetsky y Serroy en su texto sobre el cine histórico, para caer en la cuenta de que su discurso suena trasnochado y que se hacen ya insostenibles esas posiciones maniqueístas.

Mad Max: furia en la carretera fue criticada por Mario Cea Millán en su oportunidad. En la última edición de los premios Oscar, arrasó con cantidad de galardones especialmente técnicos. A saber, Mejor Diseño de Producción, Mejor Vestuario, Mejor Montaje, Mejor Maquillaje y Peluquería, Mejor Edición y Mezcla de Sonido. Mario Cea Millán y Gretel Herrera abren el debate sobre la última película de George Miller, destacando aquellos aspectos que más o menos gustaron.

Mad Max, furia en la carretera: a favor, por Mario Cea Millán

mad-max-furia-carreteraEl nuevo trabajo de Miller es un reboot de la entrega más redonda: Mad Max 2, el guerrero de la carretera, tan influyente en la estética cyberpunk y el valor de lo viejo/nuevo como la mismísima Blade Runner  (Ridley Scott, 1982). Así que el realizador retoma la línea visual y la nostalgia por la locura distópica que concentraba aquella película del 81. Vuelve la acción sin frenos, el olor a gasolina y el tacto áspero a hierro oxidado, y sobre todo vuelve la cinética cuasi silente que caracterizó aquel western del futuro, pues es conocido el gusto de Miller por el cine mudo, por lo que transmite la gestualidad de los actores y la imagen por sí misma. La dinámica de la acción por encima de aparatosos diálogos. El bozal metálico que debe llevar Max al inicio de la película es una traviesa metáfora de ello.Lo bueno de la hiperbólica Mad Max: Furia… es que en los descansos (pocos) también hay sitio para hurgar en temáticas más problemáticas (los cinturones de castidad de las esposas de Inmortan Joe darían para toda una tesis sobre la castración), el mensaje feminista que subyace es evidente. Hay también espacio para deleitarse con el excelente arte conceptual, con diseños abigarrados y embrutecidos marca de la casa. Incluso también hay hueco para instantáneas tan sombrías como poéticas, como el desolado páramo de los zancudos.Aquí no hay medias tintas. Es un viaje sin control a bordo de una montaña rusa de chapa tuneada y polvorienta, donde podemos asomarnos contra la inercia y ver la sublime presencia del desierto, infinito e inabarcable, tanto en pantalla como fuera de marco. Un desierto bombardeado por los tambores de guerra. Déjense llevar por la sinfonía diabólica del Miller más cañero. La experiencia le dejará exhausto, pero con las endorfinas por las nubes.

Mad Max, furia en la carretera: en contra, por Gretel Herrera

Mucho se ha hablado del triunfal regreso de Mad Max, sin embargo, Mad Max: furia en la carretera no es otro filme sobre Max Rockatansky. Solo lo tomaron como pretexto para evocar el discurso precedente que se articula sobre este fantasía distópica de George Miller para darle un toque “liberador”. Si querían hacer un filme sobre una fémina con pinta de neonazi y nombre de pitbull en búsqueda de redención, porque no se inventaron algo nuevo, en vez de fagocitar todo un universo tratando de ganar adeptos a través de una espectacularidad vacía de contenido. Mad Max: furia en la carretera convierte la aventura solitaria y existencial de Rockatansky, la lucha de un hombre que ha perdido las esperanzas, en un absurdo viaje de ida y vuelta pretendidamente feminista, cuando en realidad sigue adaptando los mismos estereotipos y salvando lo políticamente correcto a través de una falaz camionera furiosa y enajenada.Tal parece que a Miller no le quedaba mucho que decir sobre este universo y debe reciclar esa presentación de imágenes retro para describir el mundo, recurrir nuevamente a la bomba atómica –aunque no sea esta vez a través del archiconocido hongo nuclear- y convertir lo que otrora fuera parte de una trama, en eje de un concierto visual. Porque Mad Max es eso, un concierto visual y ahí están los músicos para corroborarlo. Con una edición epiléptica –largamente elogiada- y profundamente molesta, este filme de masas padece de males y clichés a tutiplén. Desde las masas en orgía cuasi religiosa –cuando la trilogía anterior podría decirse que es un filme coral-, el exceso de fantasía digital, el sadismo extremo, las persecuciones larguísimas e inverosímiles, el duelo de camisetas mojadas, el desnudo solo femenino, gestos ridículos de sectas matriarcales, falta de diálogos interesantes, carencia de dramaturgia y hasta un contraste fotográfico que ya resulta bastante manido como es el tratamiento naranja/azul –paleta naranja para el día/ paleta de azules para la noche- que también podemos apreciar enriquecida en The Revenant. No queda duda de que, tecnológicamente, Mad Max es un filme de gran calidad, pero los que un día fuimos fanáticos de este universo pos apocalíptico, de un Mel Gibson convertido en leyenda, de un ejercicio de montaje exquisito y de un verdadero trabajo cinematográfico en función de un ámbito repleto de imágenes, pero también de contenido, no llegamos a identificarnos con este fábula grandilocuente y gratuita que es Furia en la carretera

El premio a Mejor Actriz fue para Brie Larson, por La habitación, criticada por Enrique Posada en este número. La Mejor Actriz de Reparto fue Alicia Vikander, por La chica danesa.

La Mejor Película de Habla no Inglesa fue para El hijo de Saúl, cuya crítica también nos brinda Enrique Posada. El Mejor Documental fue Amy, criticado en un número anterior por Karolina Ginalska. Como Mejor Película Animada fue premiada Inside Out, reseñada por Joaquín Juan Penalva hace unos meses.

Los Mejores Efectos Visuales fueron reconocidos a Ex machina, con crítica de Cus Blesa en un número anterior de EL ESPECTADOR IMAGINARIO

La Mejor Banda Sonora fue para Ennio Morricone, por The Hateful Eight, y la Mejor Canción Original fue para “Writing’s on the Wall”, de Spectre. Ambas fueron criticadas por Joaquín Juan Penalva en números anteriores.

El premio al Mejor Cortometraje lo obtuvo Stutterer, de Benjamin Cleary y Serena Armitage. Y A Girl in the River: the Price of Forgiveness fue considerado el Mejor Corto Documental.

Una de las películas que se quedó con las manos vacías fue The Martian, a la que Mario Cea Millán le dedicó una crítica. Sebastián Sáez y Gretel Herrera intercambian pareceres en esta ocasión.

The Martian: a favor, por Sebastián Sáez

Si nos pidieran una imagen del universo cinematográfico de Ridley Scott, seguramente ésta tendría lugar en el espacio y, de ser posible, en algún lugar remoto, donde el ser humano no pudiera desplegar ese triunfalismo estadounidense que se jacta de ser omnipotente. Pero, afortunadamente, Scott con The Martian da un giro radical a esta imagen que creamos mentalmente, cuando recordamos su película más emblemática. Porque en esta ocasión, todo está preparado para emular las aventuras de Ripley en la nave Nostromo. A diferencia de la iniciadora del género de «terror espacial», Alien, el octavo pasajero (Alien, 1979), The Martian es más una oda al discurso preponderante de dominio americano absoluto que una película Sci-Fi clásica. Pero a pesar de eso, tiene muchos puntos fuertes: por citar, las actuaciones. Por un lado, tenemos a Matt Damon hablando a cámara en un tono monologuista, con toques muy marcados de humor, en el que se lo nota muy cómodo. Por el otro, a Jeff Daniels, como director de la NASA, en una actitud muy similar a Will McAvoy en la serie The Newsroom (2012-2014), guiando a los astronautas con la templanza de su personaje. El trabajo de fotografía también es excepcional. De una manera muy sutil, tanto el guion como la escenografía logran algo que considero muy importante para el espectador, el hecho de que, por momentos, no nos damos cuenta de que Watney está solo en un planeta deshabitado y hostil, porque la película muestra a un hombre solo en un contacto constante con la cámara, interpelándola, como si se tratara de un par suyo, mientras que, en segundo plano, vemos todo lo que ocurre en la Tierra, mientras los científicos, los que ocupan altos cargos del gobierno estadounidense y la NASA deben decidir sobre el destino del astronauta solitario en el Planeta Rojo.Mi primera impresión, al salir de la sala, fue la misma que uno obtiene después de ver uno de los finales felices de Steven Spielberg. Esa sensación de que todo está resuelto, de que triunfó el bien ante la adversidad, impregna este filme de Ridley Scott, con un giro que marca una gran diferencia con su saga espacial Alien. La duración, su temática y la dinámica que posee, convierten a The Martian en una gran película, que, además de sobresalir individualmente, aporta una diversidad mayor a la filmografía de Ridley Scott.

The Martian: en contra, por Gretel Herrera

En 2015, con su filme The Martian, Ridley Scott vuelve a sustituir el valor y la autenticidad narrativa por un discurso panfletario y manipulador –tan típico de cierto cine hollywoodense- que usurpa y confunde mentes, tal como hiciera el inmenso planeta océano Solaris con Kris Kelvin. The Martian es un producto de contenido barato con una impecable factura, que es lo único que podemos resaltar positivo, además de lo certero de la asesoría científica.Desde el minuto uno comienza esta historia, apelando a una narrativa lacrimógena y pedestre, que intenta activar nuestros procesos de identificación a través de una Melissa Lewis (Jessica Chastain), comandante de la Misión que queda con un profundo drama interno que la lleva a estar la mayor parte de metraje echando miraditas al vacío e intentando traducir su dolor a través de una inmensa afectación conductual que hará catarsis –por supuesto- al enterarse de que su compañero aún vive. No obstante, y es otro de los fallos de este filme, nuestros protagonista no tienen ni un ápice de preocupación al respecto de que lo dejaran abandonado en un planeta donde mínimamente deberá permanecer seis meses antes de ser rescatado, si es que logra crear con lo poco que tiene medios de subsistencia, dígase, comida y agua. Watney mantiene todo el tiempo una alegría y un humor que lo delatan como un personaje plano, estereotipado y más digno de una caricatura, que de una situación real. Su misión –y él lo sabe- es poner la bandera americana sobre suelo marciano, probar que los astrobiólogos de la NASA son capaces de cualquier cosa y, de paso, darse una vueltecita por el planeta para que sus coterráneos y el mundo puede deleitarse con los nuevos territorios de la Unión.El filme totalmente carente de ambiciones intelectuales, coloca toda su narrativa sobre la actitud de este personaje al que aún le quedan ganas de hacer chistes de todo, trivializar hasta la más mínima preocupación, mostrarnos sus grandes habilidades y, por supuesto, escuchar y bailar la música que la comandante dejó en la nave. No hay conflicto en esta historia, todo está seguro, tanto el final feliz, como el estrambótico rescate que es de las pocas verdades científicas que se ficcionan.The Martian es cine de propaganda. Solapada a veces, en ocasiones pura y dura como dice el protagonista si colonizar es hacer crecer algo –que por cierto es una definición de colonizar bastante reduccionista- pues ha colonizado Marte.

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