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La tecnología digital en el cine

Para desarrollar el ejercicio de reflexión sobre la incursión de la tecnología digital en el cine, trataré de dilucidar una tesis principal mediante la cual, trataré de extraer conclusiones al respecto. Para sustentar esta tesis, me basaré en la lectura de Cultura visual digital, de Andrew Darley (Paidós, Barcelona, 2002).

La tesis en clave interrogativa que sustente todo el trabajo a desarrollar es la siguiente:

La aparición de la tecnología digital en el seno del cine ¿supone un punto de evolución o de quiebre revolucionario similar al que se produjo con la aparición del sonoro o, más tardíamente, el color?

En primera instancia, a mi parecer, las técnicas de procesamiento digital en la realización de un film tienen un carácter común a los adelantos técnicos enumerados. Y es que la aparición del fenómeno digital en el cine, posibilita.

Es posible, que en la actualidad sea cada vez más difícil apreciar cambios en la evolución del cine por ese carácter continuista que diferencia la época contemporánea con etapas pretéritas. En ese mismo contexto, desde la aparición de los últimos movimientos estilísticos en el cine en los años 60 y 70, la no existencia de movimientos posteriores, a partir de los años 80, caracteriza la línea continuista en la que navegamos en esta época (1). Parece ser, pues, cosa del pasado aquellos movimientos como el Neorrealismo italiano, la Nouvelle Vague o el Expresionismo alemán que suponían grandes momentos de escisión y que permitían evolucionar las formas expresivas del cine.

Hoy en día, los cambios son más imperceptibles, pero la época actual no niega que existan. Posiblemente por ello, no percibamos con la misma clarividencia las modificaciones que ha conllevado el fenómeno digital en el hecho cinematográfico.

El sonoro no solo obligó a reconfigurar el aparato industrial en la producción cinematográfica, sino que posibilitaba nuevas formas expresivas, ya que permitía realizar adaptaciones literarias y/o teatrales con mayor fidelidad. El uso de la palabra permitía realizar ejercicios creativos y, asimismo, géneros como el terror florecieron por el uso expresivo del sonido como generador de inquietud.

El color permitió no solo acercarse más al realismo, tal como preconizaba Bazin, sino que, al contrario, el uso del color en directores como Antonioni, permitía jugar con las diversas tonalidades cromáticas y por tanto generar estados expresivos a través del uso del color.

La aparición del digital no solo resulta de útil provecho en el cine de las grandes productoras, a través de su uso en los efectos especiales, sino que los circuitos alternativos e independientes acogen el digital con gran entusiasmo, ya que les otorga gran libertad creativa, así como les permite abaratar los costes. El digital, en la cultura visual en la que estamos inmersos, democratiza el acceso al cine más que nunca, ya que permite que con escasos medios se pueda llegar a realizar un film.

II

La inclusión del ordenador en la creación cinematográfica tiene dos usos fundamentales:

Por un lado, se utiliza fundamentalmente para manipular, retocar y/o modificar imágenes en las que previamente el ordenador no ha participado. Se convierte así por tanto en una herramienta básica y esencial en la posproducción de un film. Sabemos que, desde su origen, el cine siempre ha estado estrechamente vinculado a las técnicas de espectáculo (Méliès). Mediante la inclusión del ordenador en el cine, a través de aparatosos y complejos efectos especiales, se retoma esta alianza con renovada energía y vigor, permitiendo visualizar situaciones espectaculares, que antes no eran posibles por las limitaciones técnicas.

Por otro lado, el ordenador crea imágenes y la totalidad del film parte y finaliza en el mismo ordenador. Es lo que Darley denomina la síntesis digital de la imagen. Actualmente, salvo honrosas excepciones (la animación japonesa de Miyazaki, la británica de la factoría Aardman, etc.), toda producción de películas de animación es creada a través del ordenador, siendo Pixar, la reina indiscutible en calidad y avance técnico.

La animación digital busca principalmente una mayor verosimilitud en lo que respecta a la imagen tridimensional (por tanto, la concepción del espacio es diferente a la animación tradicional) y especialmente un mayor grado de realismo. Darley lo denomina muy sabiamente: «busca producir imágenes fotorrealistas sintéticas por medios no fotográficos».

¿Por qué Hollywood acoge con los brazos abiertos la inclusión del aspecto digital en el cine?

No solo responde a una necesidad del propio lenguaje cinematográfico de seguir evolucionando. O continuar de forma incesante tratando de buscar nuevos procedimientos que permitan resolver problemas antiguamente irresolubles. Sino que responde a un ejemplo más de la importancia que ha adquirido la producción digital en la cultura visual de masas. Así los sistemas digitales están transformando la manera en la que se produce y recibe, se exhibe y distribuye, la imagen visual en nuestra cultura actual.

En el mundo contemporáneo subyugado por la dictadura de la imagen, el ordenador configura un nuevo espacio estético nuevo e inédito. El cine ya no es el primer sistema hegemónico productor en la cultura del ocio. Hoy en día ya no solo combate con la televisión, sino que las consolas, el videoclip, internet o los parques temáticos comparten con el cine un pedazo de pastel en las formas de entretenimiento popular.

Así pues, el cine para seguir permaneciendo como foco de interés, debe adaptarse a un movimiento que ya no solo está generado o motivado a partir del propio medio, sino que hace uso de la tecnología digital para seguir siendo importante en nuestra cultura visual. Y por tanto, seguir suscitando el interés del consumidor.

III

A medida que Hollywood ha ido contando con mayor asiduidad con lo digital para configurar sus superproducciones, se ha ido primando en dichos filmes el impacto, la estimulación sensorial y la fascinación por la construcción de estas imágenes mediadas por el aspecto digital. Ante este avance tecnológico, Hollywood se apodera de él para seguir ofreciendo espectáculo de gran magnitud, cada vez más vacío de contenido y más orientado hacia la impresión de los sentidos. Las adaptaciones de cómic, el cine de acción, etc. vuelven a ser producidos con gran fruición. De esta manera, se vuelve a una concepción de ilusionismo primigenio, donde lo que vemos en la pantalla son sucesos prácticamente imposibles e inverosímiles aunque estén plasmados de forma realista. El espectador se dejará llevar por el engaño, al igual que en los espectáculos de magia, seducido por la espectacularidad de las imágenes. Y en donde lo que menos importa es el significado. Es lo que se le suele llamar, «la suspensión de la incredulidad».

Esta importancia de la formalización resta importancia por tanto a la profundidad, donde la imagen (seriada, en forma de pastiche, entremezclada) interesa más como simulacro que como representación de lo real. De esta manera, aunque la narrativa clásica que atiende al significado sobrevive en el maremágnum que ha propiciado lo digital como arma de espectacularidad, sin duda, ha quedado fuertemente desplazada perdiendo el predominio del que había gozado durante tantas décadas.

El cine gobernado por los efectos especiales, donde plantea formas directas destinadas a la vista y los sentidos, centra su interés en asombrar, no sólo ante la condición fantástica de lo que vemos, sino cómo se ha creado. Por ejemplo, el personaje del Gollum en la trilogía de El Señor de los anillos de Peter Jackson, no solo interesa como personaje en sí dentro de la narratividad, sino que también interesa saber cómo se ha creado a partir de las técnicas digitales. Dichos filmes siguen siendo narrativos, mínimamente, diría yo, pero ya no es la razón principal por la que queremos ir a verlos.

En ese sentido, en dichos largometrajes se produce tan sobreproducción de imágenes aparatosas, que se produce la abolición de un tiempo destinado a la contemplación. El ritmo frenético y constante será uno de los elementos primordiales de dichos blockbusters. De esta manera, la imagen fracturará la tradicional relación entre significante y significado. Esta correlación se desdibujará y se ofuscará, donde la técnica es el mensaje. La atención se desvía ahora a la pura sugestión que provoca el festival de la superficie, la relación entre el detalle y las formas.

Acorde con la época actual, donde prima la reproductibilidad por encima de la producción, el reciclaje, el redescubrimiento de antiguas constantes estéticas obsoletas, toma un protagonismo capital en la realización de largometrajes. De esta manera, se entiende la «vuelta» de antiguos géneros como el cine de catástrofes, el peplum o el cine de aventuras en todas sus variantes.

 

IV

El cine juega más que nunca con el concepto de la hiperrealidad, donde el motivo principal es el juego que se establece con la representación. En esta cultura caníbal, donde se destaca la superficialidad, el reciclaje y la intertextualidad, fruto de una sobreexposición masiva de la imagen, donde todo recuerda a algo y en donde el término «original» pierde toda su significación valorativa.

Este fenómeno de deconstrucción paródica, de juegos figurativos que mezclan formas y constantes que antiguamente permanecían independientes y aisladas ya se llevó a cabo a través de los movimientos contraculturales de los años 60, siendo por ejemplo, Godard, uno de sus mayores artífices.

Cuando la industria canibaliza dichos principios con la herramienta digital, todo se lleva al paroxismo extremo. Así se puede entender que existan directores como Quentin Tarantino, que únicamente sustenten toda su filmografía bajo estos principios, o la proliferación invasiva de remakes o secuelas que otorgan mayor espectacularidad frente a los originales de partida. Tomemos un ejemplo reciente: Ultimátum a la tierra (The day the earth stood still, Scott Derrickson, 2008).

 

(1) Sin entrar en afirmaciones polémicas, no me sirve el movimiento DOGMA como ejemplo de movimiento por su carácter artificial, publicitario, de breve calado en el ámbito internacional y sobre todo porque sus propuestas estilísticas no suponen una ruptura real con un cine precedente. Únicamente se reciclan viejos postulados de otros movimientos anteriores, disfrazados como propuestas innovadoras por su carácter egocéntrico y publicitario de su máximo artífice, demasiado autoconsciente de su carácter de artista.

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