Críticas

It is real. And?

Good

Vicente Amorim. Reino Unido, 2008.

Amorim, en esta adaptación al cine de la obra de teatro de C. P. Taylor, no consigue atraernos hacia el mundo de este profesor universitario que se debate entre pasar desapercibido pero ser fiel a sí mismo, o conseguir relevancia en el nuevo régimen alemán.

Después de tantos años llevando al cine films sobre el horror del Holocausto, posicionando al espectador siempre en el extremo más Cartelaterrador de la guerra y haciéndole visionar las duras condiciones de los campos de exterminio, no es de extrañar que en el s. XXI, pasado ya tiempo desde la tragedia, también se quiera tender una mano a los alemanes, mostrando historias en las que se invita a pensar que no todos estaban del lado del régimen.

Esta es la historia de John Halder, interpretada por Viggo Mortensen. John es un profesor universitario, devoto hijo, marido y padre, que a principios de los años treinta edita una novela en la que defiende la eutanasia. Años después, es llamado por un alto cargo del incipiente  régimen de Hitler para preguntarle si podría escribir para ellos un relato similar, que pueda inspirar a la comunidad con los valores que de éste emanen. Hasta entonces, John ha sabido mantenerse fuera del entorno político, pero sus ocultas ansias de poder y su auto-convencimiento de que ayudando así al régimen no traiciona sus ideales, decide aceptar el encargo. Así, se inicia un cambio radical en su vida: a medida que va ascendiendo dentro del régimen gracias a sus «pequeñas» aportaciones (incluso le hacen miembro honorífico), se desmorona su vida personal (deja a su mujer, abandona a su madre, se casa con una estudiante, deja de lado a su mejor amigo – judío), sin que él llegue a ser consciente de que, con sus acciones, ha llegado a convertirse en un auténtico nazi. Cuando finalmente lo es, su vida se desmorona: «It is real», se lamenta, en medio de un campo de concentración al que le han enviado para verificar que todo está en orden.

Leído el argumento, la película promete. Pero el proyecto se queda en eso: en proyecto. Amorim no consigue que la evolución del profesor sea creíble: primero, porque a los cinco minutos de haberle presentado como un ángel, ya se muestra que le gusta la alumna y deja a su mujer. Segundo, porque explica la historia pasando de puntillas sobre ella, no hay ninguna profundidad en el guión ni en los personajes (lástima, porque podría haberse explotado mucho más, por ejemplo la construcción de la relación de John con sus nuevos aliados, haciéndose ver cómo él poco a poco se da cuenta de lo que está haciendo e intentando alejarse de ese mundo). De hecho, resulta imposible considerar que un profesor universitario, culto y con ideales, rodeado de intelectuales judíos, no sea consciente de las monstruosidades que está haciendo. Tercero porque, al no tener mucho material, acabamos con la sensación de que se le da mil vueltas a lo mismo. Seguro que como obra de teatro funciona muy bien (aunque no he tenido el gusto), porque puede darse el dramatismo exigido y exagerar el cambio de moral del protagonista sin que sintamos que no puede ser cierto (en el teatro, todo acaba precipitándose), pero no en el cine, porque la falta de contenido debería, como mínimo, verse suplida con la tragedia del cambio de moral del protagonista.

No obstante, y para sacar algún punto positivo, sí es destacable el enfoque que Amorim le ha dado al film: se ha centrado mucho en la vida corriente de John y los que le rodean, obviando muchos de los acontecimientos que tenían lugar paralelamente en la Alemania de la época. Así, sabemos que la guerra existe, que se está desarrollando, pero de una forma muy transversal y sutil, ya que principalmente tenemos y sentimos las vivencias (reales o no, ya que se incluyen muchas escenas imaginadas) del protagonista. Esto le hubiese servido para demostrar que el profesor tarda en darse cuenta de lo que realmente está haciendo, porque vive en su mundo de libros… pero no durante tantos años, la verdad. Y es que la historia empieza bien, pero pierde fuerza a cada minuto, hasta aburrir completamente en los 90 minutos que dura.

Sobre Viggo Mortensen, único papel con relevancia dentro de la película (a excepción de Joddi Whitakker, notable en su representación de perfecta esposa para el régimen nazi), no se puede decir gran cosa. Exagera mucho su intención de querer mostrar a un profesor despistado. No cuela. Porque en ningún momento llegamos a ver esa ambigüedad que necesitaba la interpretación del personaje, que en teoría se debate entre sus ideales y sus ansias de salir del anonimato. Si de verdad nos quiere hacer creer que no se entera de nada hasta el último momento, hombre, entonces, el profesor era tonto, y punto. Por lo que la historia seguiría siendo igual de increíble y poco vendible.

Hubiese sido también destacable la interpretación de Jason Issacs, el amigo judío de John, pero éste queda ensombrecido por culpa de todo el lastre de la evolución de la película, además de que, siendo sinceros, estamos hartos de ver el papel del alemán nazi que lo es para todo menos cuando se cruza con un judío que de verdad le importa (a ver: aparece en la Lista de Schindler, en El niño con el pijama de rayas, en El pianista, en El Creyente y en Aritmética Emocional – aunque con otras implicaciones-, etc.).

En definitiva, aburrida, lenta y poco creíble. Un film con buena voluntad pero que no ha sabido desarrollar la profundidad que requería la historia, dejando al espectador, en el mejor de los casos,  más bien frío ante la gran pantalla (podría haber dicho dormido, vamos). No será de extrañar que pase completamente inadvertida y, de hecho, es lo mejor que le puede pasar a esta cinta: ser olvidada lo antes posible. Amorim debería replantearse si estaba a la altura del film. Y Viggo, dejar las causas perdidas (la opinión de Alatriste la dejaré para otra ocasión…).

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Ficha técnica:

Good ,  Reino Unido, 2008.

Dirección: Vicente Amorim

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