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Las carreras en el cine (atletismo y automovilismo)

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Ya se lo decía Nelson Mandela (Morgan Freeman) a François Pienaar (Matt Damon) en Invictus (Clint Eastwood, 2009), “el deporte es como la vida”, pero no deberíamos olvidar las sabias palabras de Sylvester Stallone en Rocky Balboa (Sylvester Stallone, 2006): “No importa lo duro que puedas golpear; la vida siempre golpea más fuerte”. Y es que, al cabo, hay una estrecha relación entre la vida y el deporte, como también la hay entre la vida y el cine, y, por consiguiente, entre el deporte y el cine, aunque no son demasiadas las grandes películas de tema deportivo, si exceptuamos, eso sí, las dedicadas al mundo del boxeo, de las que se ha encargado Pablo Castriota un poco más arriba.

carreras y cineEn la antigüedad latina, los grandes hombres seguían el cursus honorum, esto es, la carrera de los honores, del mismo modo en que hoy seguimos el curso de la vida, y en muchas ocasiones nos referimos a ella en términos de camino o viaje –es una vuelta, desde luego, a Ulises, a Ítaca, a Cavafis…–. El cine, como la Historia, puede enseñarnos muchas cosas, y el séptimo arte no ha renunciado a plasmar sobre el celuloide las carreras de los más diversos tipos. Por cuestiones de espacio, aquí nos limitaremos a presentar algunos de los títulos cinematográficos que se han ocupado del atletismo y del automovilismo. No son demasiados, pero hay alguno francamente estimable, e incluso algún gran clásico.

carreras y cineSi hay una película asociada al mundo del atletismo, esa es, sin duda, Carros de fuego (Chariots of Fire, Hugh Hudson, 1981), una auténtica joya del cine contemporáneo que se ocupa de un grupo de atletas ingleses que van a competir en las Olimpiadas de París de 1924. El título procede de un verso de un poema de William Blake que se convirtió prácticamente en himno nacional, y plantea el final del deporte amateur en un mundo cada vez más profesionalizado. Los protagonistas, además, responden a modelos casi opuestos: mientras que Harold Abrahams (Ben Cross) es un joven judío ambicioso que no duda en contratar a un entrenador personal de origen árabe, Sam Mussabini (Ian Holm), para mejorar sus marcas, Eric Liddell (Ian Charleson) es un pastor presbiteriano escocés que corre como manifestación de su amor por Dios: “Dios me creó con un propósito en mente, pero también me hizo rápido, y cuando yo corro, siento su placer”. El entusiasmo y la entrega a los demás de este último, por tanto, se contraponen a la profesionalidad y el sacrificio del primero, que no duda en anteponer el éxito deportivo a cualquier otra consideración.

Aunque Carros de fuego tuvo inicialmente unos resultados modestos en taquilla, esa situación cambió radicalmente cuando logró el Oscar a la Mejor Película, de manera que esta producción de la Fox, de aliento corto, tono de época y ambientada en el mundo del deporte masculino, se convirtió, de la noche a la mañana, en un título inolvidable, a lo que contribuyó, sin duda, la magnífica banda sonora de Vangelis Papathanassiou. Curiosamente, la partitura la había compuesto Vangelis antes de que se rodara la película, algo muy poco frecuente, pero que también ha hecho en alguna ocasión Ennio Morricone. Eso permitió, no obstante, que los movimientos de cámara se acompasaran con la melodía en las escenas rodadas en la playa de Broadstaris. Nunca se habían filmado mejor, ni con tanto detalle, las competiciones de atletismo, y hay algunas escenas dignas de recuerdo, como cuando los corredores, justo antes de la carrera, comparten un rato en el vestuario, todos juntos, antes de salir a la pista y tratar de vencer a los demás.

carreras y cineMuy distinta es, desde luego, La soledad del corredor de fondo (The Loneliness of the Long Distance Runner, Tony Richardson, 1962), un título de referencia del Free Cinema inglés sobre un joven delincuente, Colin Smith (Tom Courtenay), que encuentra en el atletismo, no solo una forma de redimirse en la institución penitenciaria en la que está internado, sino una manera de conocerse a sí mismo. En ella encontramos, de nuevo, el deporte como magister vitae y una cita del poema de Blake mencionado anteriormente. Y otro título que podríamos citar es Running (Steven Hilliard Stern, 1979), donde Michael Douglas, en uno de sus primeros papeles protagonistas, interpreta a un corredor de maratón que logra exorcizar sus propios demonios y terrores gracias al esfuerzo físico.

carreras y cineAunque carecen del aliciente de mostrarnos al ser humano expuesto a sus propias limitaciones anatómicas, las películas sobre automovilismo también pueden mostrarnos modelos de comportamiento, pautas ante la vida. No son demasiadas las cintas sobre carreras de coches, y pocas son, no ya las buenas, sino las de cierta calidad. Aun así, podemos establecer una suerte de canon, que estaría encabezado, sin lugar a dudas, por Las 24 horas de Le Mans (Le Mans, Lee H. Katzin, 1971), una suerte de ficción documental sobre la famosa carrera, protagonizada por Steve McQueen, que, en una de las escenas, pronuncia esta frase: “Correr es la vida: todo lo que sucede antes o después es una espera”. Desde luego, no hay mejor metáfora de nuestra existencia que esta.

carreras y cineOtros títulos indiscutibles de automovilismo son Peligro… Línea 7000 (Red Line 7000, Howard Hawks, 1965), Grand Prix (John Frankenheimer, 1966), la cinta de referencia sobre el mundo de la F-1, interpretada por James Garner, y 500 millas (Winning, James Goldstone, 1969), con Paul Newman en el papel protagonista. Otros títulos menos relevantes son Hombres temerarios (The Racers, Henry Hathaway, 1955), con Kirk Douglas, y Bobby Deerfield (Sydney Pollack, 1977), con Al Pacino, si bien el clásico más reciente, ambientado en el circuito Nascar, es Días de trueno (Days of Thunder, Tony Scott, 1990), protagonizada por Tom Cruise.

En general, casi todas las películas sobre el mundo del automovilismo adolecen de lo mismo: están muy conseguidas desde el punto de vista técnico (en la mayoría de ocasiones, utilizan varias cámaras que graban simultáneamente una misma escena desde ángulos distintos), pero dejan mucho que desear desde el punto de vista argumental, hasta el extremo de que algunas de ellas presentan tramas absolutamente delirantes.

carreras y cineAunque hasta ahora no nos hayamos referido a ellos, hay otros títulos que abordan el tema del automovilismo desde géneros como la comedia. Así, Indianápolis (To Please a Lady, Clarence Brown, 1950) no es más que una comedia romántica cuyo protagonista, interpretado por Clark Gable, es piloto de carreras, pero poco más. De la misma manera, no deberíamos olvidar una película con un reparto estelar como La carrera del siglo (The Great Race, Blake Edwards, 1965), comedia desenfrenada y descacharrante que, con posterioridad, sirvió como inspiración para una magnífica serie de dibujos animados de Joseph Barbera y William Hanna, Los autos locos (Wacky Races, 1968-1970). Y eso por no hablar de sagas como la de Los locos de Cannonball (The Cannonball Run, Hal Needham, 1981; The Cannonball Run II, Hal Needham, 1984) o Ahí va ese bólido (The Love Bug, Robert Stevenson, 1968; Herbie Rides Again, Robert Stevenson, 1974; Herbie Goes to Montecarlo, Vincent McEveety, 1977; Herbie Goes Bananas, Vincent McEveety, 1980; y Herbie Fully Loaded, Angela Robinson, 2005), en la que un Volkswagen Escarabajo blanco con el número 23 se convierte en auténtico protagonista. Tampoco deberíamos olvidar una cinta desternillante como Pasado de vueltas (Talladega Nights: The Ballad of Ricky Bobby, Adam McKay, 2006), protagonizada por Will Ferrell.

carreras y cineAhora bien, si hay dos títulos por los que siento especial debilidad y que ejemplifican que el deporte puede asumirse como modelo para la vida son dos películas de corte familiar que admiten una lectura en clave ética y moral. Se trata de las recientes Cars (John Lasseter y Joe Ranft, 2006) y Speed Racer (The Wachowski Brothers, 2008). En la primera, Pixar, que homenajea a actores como Steve McQueen (el protagonista se llama Rayo McQueen) y Paul Newman (que pone su voz a un campeón de carreras retirado, Doc Hudson), presenta los distintos tipos de ganadores: el campeón veterano y elegante, Ray “The King” (voz de Richard Petty), el segundón marrullero y tramposo, Chick Hicks (voz de Michael Keaton), y el joven arrogante y ambicioso, Rayo McQueen (voz de Owen Wilson), al que le queda todavía mucho por aprender. La película, al cabo, nos enseña que un campeón no puede serlo si no tiene detrás un gran equipo y que una copa, al fin y al cabo, solo es un objeto de metal que debemos llenar con nuestras ilusiones y experiencias si queremos que signifique algo.

carreras y cineSpeed Racer, por su parte, exalta el valor de la familia y la deportividad por encima del dinero y del poder de las grandes corporaciones. Bajo la apariencia de una película infantil, Speed Racer nos da una auténtica lección de vida y defiende que hay cosas que no puede comprar el dinero, que aquel que tiene un don debe cultivarlo y que nunca debemos renunciar a ser nosotros mismos. Quizás sea la historia de una familia poco convencional, pero no deja de ser la historia de una familia, aunque se dedique a las carreras de coches. Si permanecen juntos, podrán vencer todas las adversidades.

Regresemos por unos instantes al principio. Hay unas palabras que quiero recordar: “Aquellos hombres jóvenes con esperanza en sus corazones y alas en sus pies”. Estamos de nuevo en la playa de Broadstaris. Ahora tan solo falta la música de Vangelis. ¿No se sienten mejor? ¿No se sienten mejores?

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