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Notas melódicas en la confusión de géneros
Nadie es perfecto. Así cerraba el maestro Billy Wilder Con faldas y a lo loco. No inventó nada nuevo, es cierto. Los equívocos y las confusiones forman parte desde el nacimiento de la comedia. Pero él sentó cátedra para que el musical, en su línea jovial y cómica (la mayor parte de la producción de dicho género cinematográfico), abordase los enredos sexuales y el desorden de identidades. Sin pretenderlo, sentó un canon que ha sido fotocopiado hasta la saciedad. De las múltiples derivaciones, la mejor es ¿Víctor o Victoria?, que lleva hasta el paroxismo la base del film de Wilder y retuerce la difusión entre hombre y mujer, a través de Julie Andrews, actriz icónica del musical clásico.
Con el film de Wilder abrimos, aunque sea más comedia que musical, porque su largometraje capital dio pie a que el transexual encontrase su espacio cinematográfico de forma más o menos digna. Lo que sigue no tiene voluntad purista ni enciclopédica. Y no se esperen una retahíla de nombres que traten de ofrecer una lista completa de aquellos films en los que el transgénero forma parte importante del largometraje. Posiblemente echen de menos muchas. O no conozcan otras. En todo caso, hay una toma de postura personal en la selección, con las carencias y deficiencias que ello conlleva, asumidas por el autor. Espero que el lector se avenga a la compresión y disfrute con el paseo que le ofrezco.
El año 1959 todavía era una fecha temprana para atreverse a tanto. Pero el transexual, desde las fructíferas posibilidades que le ofrece el género musical, en cuanto supone un desapego libertario de las leyes causales de la realidad (esa interrupción de la narración en la que los personajes dejan de hablar para ponerse a decir las cosas cantando y bailando), ha encontrando un rescoldo para erigirse en un símbolo de la ideología liberal del self-made man. Hecho a sí mismo, el ser nace pero también se hace. Judith Butler, una de las pensadoras contemporáneas sobre la cuestión del género y su problematización, recogida por Gerard Coll- Planas[1], nos indica que:
El género es perfomativo puesto que es el efecto de un régimen que regula las diferencias de género. En dicho régimen los géneros se dividen y jerarquizan de forma coercitiva. Las reglas sociales, tabúes, prohibiciones y amenazas punitivas actúan a través de la repetición ritualizada de las normas.
El transexual y el travestido -en su componente más ligera y menos comprometida con una realidad social, se limita a establecer el aspecto estético como foco de desorden- rompe las clásicas dicotomías entre hombre y mujer. Y por supuesto, en su transgresión de los ideales normativos del cuerpo, se ubica en una exclusión patologizada por parte del precepto social. Seguir un ideal que dinamite las divisiones clásicas genéricas tiene un coste. Los films que quieren tratar la situación del transexual, más allá del estereotipo de brocha gorda, suelen tener en cuenta estos condicionantes y las implicaciones que de ello se derivan. Variará el tono de protesta, más o menos atenuado, según el enfoque del film y de su realizador. Pero todas las películas que a continuación recojo parten de esta esencia fílmica como nexo común.
El musical, que siempre abre una puerta a la expresión emancipadora, mediante la fantasía entusiasta, siguiendo las ideas de Rick Altman[2], permite en su concentración simplificadora como película de género, otorgar un valor simbólico de manera directa y sistemática (…) permite a los espectadores afrontar y resolver (aunque sea solo de forma imaginaria) las contradicciones que no consiguen dominar en la sociedad.
Por ejemplo, Pedro Almodóvar acostumbra a integrar al transexual en su cine bajo esta premisa[3]. Su acercamiento más próximo al musical lo realizó con Tacones lejanos, donde realizaba un melodrama que respetaba escrupulosamente el significado etimológico del término. Allí, no obstante, recuperaba el clásico travesti transformista (que no transexual), a través de un juez que en sus ratos libres le gusta ponerse una peluca, vestirse de mujer y cantar playbacks. El apunte comercial, con unas buenas dosis de morbo, estaba provocado por la elección del actor, Miguel Bosé, uno de los iconos de la música pop española que siempre ha jugado con la ambigüedad sexual pero que también ha abominado de las especulaciones sobre su orientación. De forma perversa, Tacones lejanos no le ayudó mucho, porque si estaba fantástico como travesti, no podemos decir lo mismo como juez.
Las aventuras de Priscilla, reina del desierto, en cambio, sí abraza los ropajes del musical de forma más directa y toma como base a tres protagonistas, que esta vez son transexuales, en su travesía árida por la incomprensión, la homofobia y la cerrazón del profundo desierto australiano. Uno de los números musicales escogido es claro, en su vertiente del transexual hecho a sí mismo. I will survive de Gloria Gaynor, legendario himno de la comunidad LGBT que es adoptado como canción de reafirmación y exaltación. Vaya, nos estamos poniendo políticos. Y no vengo aquí como Harvey Milk a reclutaros. Pero sí, el transexual, en su presencia y en su actitud, tiene un gesto combativo claro y el cine con voluntad melódica también lo recoge. Ponerse una peluca, pintarse y calzarse unas plataformas, también puede ser un acto aguerrido. Conviene recordar que quienes dieron nombre al Orgullo gay fueron aquellos transexuales que iniciaron los disturbios en Stonewall, el 28 de junio de 1969, efeméride desde entonces para la comunidad en su lucha por los derechos civiles. Stonewall, desde la ficción adornada con pinceladas musicales, recoge esos hechos partiendo de la narración en primera persona de una de las transexuales. Ellas, hartas del hostigamiento policial al que estaban constantemente sometidas, el día que murió Judy Garland dijeron: por aquí no pasamos, y la lucha tuvo carta de nacimiento. ¿Se dan cuenta? Judy Garland, la inmortal Dorothy de El mago de Oz hace acto de aparición uniendo destinos cinematográficos.
Y si nos ceñimos a un musical puro en toda regla, Hedwig and the angry inch recoge la herencia del glam-rock para establecer una similar actitud subversiva a través del transexual cantante, enamorado del ídolo de masas teen, Tommy Gnosis (Michael Pitt). Una historia durísima, cult movie por derecho propio y una de mis películas favoritas, amortiguada mediante la música y la ironía, alcanza un tono alegórico para narrarnos en primera persona la vida de Hedwig (John Cameron Mitchell), ser al que le arrebataron su sexo y le impusieron una identidad. En medio de ese desconcierto encontrará en el rock transgresor de los años 70 (década clave en la historia de la lucha de los derechos civiles de la comunidad LGBT), su vía de expresión y el lugar donde resguardarse. 20 centímetros pretende recuperar la magia de Hedwig and the angry inch. Pero la fórmula de Cameron Mitchell es irrepetible. Salazar acopla un realismo sórdido, sucio y abusonamente tremendista, cercano a Ken Loach o a su compatriota Fernando León de Aranoa, con el musical colorido y onírico como vía liberadora de Marieta (Mónica Cervera), que no soporta tener un falo, y para colmo mide 20 centímetros. Pero ambos opuestos no combinan bien y la película se aletarga en exceso, fallando en su parte realista y salvándose en su aspecto lírico.
Y si hablamos de un lugar como espacio de libertad a través de la música, ¿nos vamos a olvidar de Cabaret? El Kit Kat Club de Berlín, en 1931, en los prolegómenos del terrible avance del nazismo, desde el ambiente nocturno y decadente, otorga un escape mágico mediante la ilusión guasona de la música y el baile, conducida y dirigida por el andrógino maestro de ceremonias. Libertad significa una dimensión donde tenga cabida la indeterminación. Por ello, no es extraño que el acompañante escénico de Sally Bowles (Liza Minnelli), sea ambiguo. Lo que ubica al Cabaret de Fosse en un rincón, estilizado, sí, pero potencialmente, camp. Ya que esa disolución de identidades definidas y esa incertidumbre, siguiendo a Alberto Mira, son elementos constitutivos de lo camp, donde la mirada LGBT es el sujeto de la enunciación, en una acción de apropiación de materiales populares que se reciclan mediante el exceso y la parodia. Es una actitud, sin duda, que enfatiza la alteración a la ortodoxia.
Hablando de lo camp, cerramos con la performance camp por antonomasia, la provocación por la vía del delirio musical, la fiesta del vampiro travesti ¿Lo han adivinado? The Rocky Horror Picture Show. Nuestro entrañable Frank’N’ Further (Tim Curry) desmonta en un santiamén a la pulida, blanca, limpia y convencional pareja burguesa, tirando por tierra los valores de la gente del buen orden. A ritmo, otra vez, de rock ‘n’ roll y de glam, una sátira (aunque nostálgica y cariñosa) sobre las películas de terror y de ciencia ficción de la serie B, se convierte en un arma afilada contra las convenciones sociales. Lo que se trata es de romper barreras mediante el pastiche, el juego lúdico y pluma, mucha pluma.
Así que, si la música es diversión y una textura de ensoñación de mundos posibles, despojémonos de ataduras, rompamos las categorizaciones clasificatorias y respetemos la actividad transformadora que todo transexual busca para conseguir su autonomía.
Filmografía (ordenada cronológicamente):
Con faldas y a lo loco (Some like it hot, Billy Wilder, EUA, 1959)
Cabaret (Bob Fosse, EUA, 1972)
The Rocky Horror Picture Show (Jim Sharman, Reino Unido, 1975)
¿Víctor o Victoria? (Victor, Victoria, Blake Edwards, EUA, 1982)
Tacones lejanos (Pedro Almodóvar, España, 1991)
Las aventuras de Priscilla, reina del desierto (The Adventures of Priscilla, Queen of the Desert, Stephan Elliot, Australia, 1993)
Stonewall (Nigel Finch, Reino Unido, 1995)
Hedwig and the angry inch, (John Cameron Mitchell, EUA, 2001)
20 centímetros (Ramón Salazar, España, 2005)
Bibliografía:
Altman, Rick: Los géneros cinematográficos. Barcelona, Paidós Comunicación, 2000.
Butler, Judith: Deshacer el género. Barcelona, Paidós Studio, 2006.
Coll-Planas, Gerard: La voluntad y el deseo. La construcción social del género y la sexualidad: el caso de lesbianas, gays y trans. Barcelona-Madrid, Editorial Egales, 2010
Melero Salvador, Alejandro: Placeres ocultos. Gays y lesbianas en el cine español de la transición. Madrid, Notorius Ediciones, 2010.
Mira, Alberto: De Sodoma a Chueca. Una historia cultural de la homosexualidad en España en el siglo XX. Barcelona-Madrid, Editorial Egales, 2004.
Mira, Alberto: Miradas insumisas. Gays y lesbianas en el cine. Barcelona-Madrid, Editorial Egales, 2008.