La última película de Kevin Smith se alzó con el premio a la mejor película en esta última edición. Presentada en Sundance con gran revuelo, parece que al realizador se le han quitado las ganas de reír.

The Raid fue la película definitiva de acción, un vitamínico y adrenalítico largometraje que supuso el éxtasis para el aficionado, envilecido y asombrado ante tal despliegue coreográfico de las peleas mano a mano, las piruetas de las artes marciales y la violencia con músculo.

Era la película asiática estrella a competición y la que había generado grandes expectativas, al traer de vuelta a Na Hong-jin a Sitges, después de la brillante The Chaser (2008).

The Divide se inscribe en la larga tradición del género fantástico, en la que una serie de personajes acaban encerrados en un único espacio, fruto de un exterior infranqueable, ya sea porque es insalubre o porque es amenazante por fuerzas sobrenaturales. 

El mumblecore por los senderos de la enajenación y las obsesiones psicopáticas. De dicha corriente del cine independiente norteamericano más rudimentario y que bordea las lindes de lo amateur, Evan Glodell que la dirige, produce, monta, escribe e interpreta, sitúa a su film en la cuadrícula minúscula e intimista de las relaciones sentimentales, para llevarlo a terrenos delirantes, descoyuntados e irreverentes, demarcaciones inhóspitas dentro de la tendencia habitual del do it yourself.