Críticas
Haciendo de lo ordinario algo extraordinario
45 años
45 years . Andrew Haigh. Reino Unido , 2015.
El tercer largometraje del director Andrew Haigh, 45 años, es de una belleza exquisita, un sensible drama presentado de forma sumamente delicada y sutil. Su mayor acierto es que, a pesar de la sencillez de la trama y de la simpleza con la que se expone, mueve hondas fibras en el espectador.
Ya desde su anterior trabajo Weekend (2011), Haigh demostraba una fina comprensión y capacidad para descifrar las relaciones humanas, narrando el encuentro fortuito de una pareja homosexual, que se convierte en un amor idílico y especial. En esta ocasión, basado en un cuento escrito por David Constantine, presenta un film que relata un episodio de la vida de Kate y Geoff, una pareja de la tercera edad, que a una semana de cumplir cuarenta y cinco años de casados y ocupados con los preparativos para su fiesta de aniversario, reciben una carta en la que se les notifica que el cuerpo de Kathia, el primer y gran amor de Geoff, fue hallado congelado en los Alpes suizos, después de cincuenta años del accidente en el que desapareció, mientras vacacionaban juntos, años antes de conocer a Kate. Esta noticia altera y remueve en él una ola de recuerdos enterrados, provocando una sacudida que amenaza la calma sobre la que se fundan los cimientos de su madurada relación.
Kate es interpretada por Charlotte Rampling y Geoff, por Tom Courtenay, logrando ambos verdaderamente un espléndido trabajo, lo que les ha valido varios galardones a lo largo de su paso por los distintos festivales, y es que, sin duda destacan en unos fuertes papeles haciendo gala de una acertada combinación entre talento y experiencia. Rampling está estupenda al dar vida a una maestra ya retirada, pero capaz y activa. Sobre ella ha caído, a lo largo de los años, el reto de construir un sólido matrimonio. Tal como le dice, en cierto momento de la película, su amiga Lena (Geraldine James), las mujeres son siempre más conscientes de los sencillos pero importantes componentes dentro de la vida en pareja.
Lo que apreciamos en esta conmovedora historia, exhibido cuidadosamente por Haigh, sin caer en trillados clichés ni abusar del melodrama, es un amor trabajado, un amor del día a día, de rutina compartida, de entrega y sacrificios; erigido a base de dedicación incondicional, de compañerismo. Cuarenta y cinco años compartiendo los pequeños detalles de la vida, acompañándose en buenos y malos momentos.
Sin embargo, algo se ha movido de pronto, creando cierta inquietud, lo que contrasta con la dominante tranquilidad del paisaje y del entorno. Y es que es evidente que Kate considera a su esposo el amor de su vida, lo cuida y atiende, pero nos preguntamos si ella será lo mismo para él. Y la misma duda comienza a gestarse en el interior de la protagonista, a pesar de haber convivido con él por tantos años.
Indudablemente, el manejo del tiempo es esencial en 45 años. A través de lapsos de larga duración, de un ritmo calmo, vamos recorriendo significativos momentos de la rutina diaria de esta pareja. El espectador se asoma, como un vouyerista ante una ventana, hacia su privacidad.
Las tomas se siguen, unas a otras, sin prisa, porque en las pausas, pero sobre todo en los dilatados silencios, nos vamos incrustando en la piel de los personajes, viviendo con ellos su arrebatado remolino interior. Haigh nos lleva de planos muy abiertos hasta otros mucho más cerrados, en los que podemos apreciar insondables miradas y captar sus profundas emociones. Los cambios en ellos, por cierto, no son bruscos, sino apenas perceptibles, lo que engancha aún más la atención del público, que advierte el paulatino proceso y se involucra en su intimidad como un invitado indiscreto.
Tal y como dijera alguna vez Wim Wenders de su gusto por filmar, que no es manipular la realidad sino tan sólo observarla, así Haigh nos hace testigos de estos eventos, sin cuestionar ni juzgar lo que sucede. No obstante, como espectadores sí nos cuestionamos, llegando a intensas reflexiones. Y es que sabemos que una relación de pareja se construye día a día, pero resulta obvio que la rutina y la costumbre llegan a opacar la chispa del enamoramiento apasionado de un principio. Es muy difícil competir durante cuarenta y cinco años contra un sueño idealizado, contra esa quimera que se evoca en la juventud. Contra la fuerza de un anhelo de lo que nunca se llegó a realizar. Es imposible mantener en la vida real la fantasía del amor ideal.
La acertada fotografía, a cargo de Lol Crawley, se vuelve definitivamente otro elemento crucial, ya que además de muy bella, es verdaderamente significativa en la historia. Podemos apreciar un paisaje cambiante, de pronto cálido o sumamente frío, reflejando metafóricamente los cambios internos que experimentan los protagonistas, sobre todo Kate. Y a pesar de que tan sólo transcurre una semana, cada día en pantalla es como si se apreciara una estación distinta.
Asimismo, la música que acompaña ciertas escenas del film, como las canciones de The Platters y de The Moody Blues, está cargada de nostalgia, transmitiendo una sensación de melancolía y añoranza por los años de su juventud. Así que, además de la revelación de la carta, Geoff se encuentra en un momento de confrontación ante su propia edad, ante su vejez. El antagonista de esta historia no es otro más, que el tiempo, que implacable ha pasado sobre ellos. Geoff se ve a sí mismo como el joven que fue en tiempos de su enamoramiento al lado de Kathia y anhela ser aquél otra vez, y no el hombre que ha envejecido junto a Kate. Y es que aunque sabemos y nos repetimos constantemente que el «hubiera» no existe, tristemente, a veces pesa demasiado porque siembra dudas y vacilación.
En definitiva 45 años es una verdadera joya, un filme honesto, sincero y real, gracias a ello conmueve y toca profundamente al espectador.
Ficha técnica:
45 años (45 years ), Reino Unido , 2015.Dirección: Andrew Haigh
Guion: David Constantine, Andrew Haigh
Fotografía: Lol Crawley
Reparto: Charlotte Rampling, Tom Courtenay, Geraldine James, Dolly Wells, David Sibley, Sam Alexander, Richard Cunningham, Rufus Wright, Hannah Chalmers, Camille Ucan
Me encantó
Simplemente sutil
Sobretodo que siempre deseamos vivir una y otra vez ese amor Ideal, pero nos damos cuenta que todo pasa el tiempo nos enseña que vivimos siempre en una idea montada del amor perfecto y un solo instante la vida te cambia y te das cuenta que el amor es muy frágil.