Aunque uno no sea adepto al género de terror, las películas que producen miedo pueden llegar a sorprendernos bastante. No las buscamos y cuando queremos acordar están delante de nuestros ojos. Al mirar Berberian Sound Studio también nos sorprende con qué habilidad se manipula nuestro miedo. Las escenas pueden comenzar con un inocente texto en italiano, luego, sin mostrarnos ninguna imagen, se van sumando distintos sonidos: la música de un órgano, pasos, gritos, golpes, y todo eso logra que el miedo vaya aumentando poco a poco.
En esta película del inglés Peter Strickland, se juega con el poder enorme que tiene el sonido. Recordé la historia que una vez me contó un profesor: una señora mayor, que miraba la televisión sola en su casa, cuando pasaban una película de terror la podía ver, siempre y cuando le sacara el sonido.
Berberian Sound Studio se presentó en junio del 2012 en el festival de Edimburgo, en agosto en el festival de Locarno y el 31 de agosto se estrena en Irlanda y Reino Unido.
En los años setenta, Gilderoy, un ingeniero con experiencia en sonido de películas familiares y de niños, llega desde su país natal, Inglaterra, a una nueva asignación en Italia. Se instala en un estudio donde se está realizando el film de un director italiano excéntrico y caprichoso: Mr. Santini. Se trata de una película de terror de clase B con cierta similitud a Suspiria (Darío Argento, 1977). En este entorno, el sonidista inglés va perdiendo la cordura y la amabilidad que lo caracterizaron desde el principio.
La película para la cual Gilderoy está trabajando parece tener una maldición. No es posible terminarla y por varias razones las escenas hay que repetirlas. El protagonista entra en un ciclo infinito del cuál no puede salir y la película de Strickland comienza a tener similitudes con Mulholland Drive (David Lynch, 2001).
Gilderoy está protagonizado por Toby Jones, y éste es el primer papel principal de su carrera, a pesar de haber actuado en más de cincuenta films. Los juegos del hambre (The Hunger Games, Gary Ross, 2012), Blancanieves y la leyenda del cazador (Snow White and the Huntsman, Rupert Sanders, 2012) y Creation (Jon Amiel, 2009) entre muchas. En esta oportunidad, el actor inglés de rostro inolvidable dejó bien claro que puede participar en roles protagónicos que requieran una gran capacidad actoral.
Las diferencias culturales entre italianos e ingleses están muy bien tratadas. Gilderoy se ve abrumado por el resto del elenco italiano que grita y golpea por cualquier razón, mientras la dificultad para expresar su descontento contribuye a que pierda la cordura. Estas diferencias también son elementos originales e inteligentes para las escenas cómicas que abundan en el film. Entre otras, me gustaría resaltar mi favorita, cuando el director Mr. Santini quiere acercarse a su ingeniero en sonido para evitar que abandone el proyecto. Entre varios abrazos incómodos le convida una uva, pidiéndole que se coma las semillas a la manera italiana. El gesto cargado de miedo, sumisión y malestar que logra Toby Jones en respuesta, la convierte en una escena memorable.
Otro aspecto que afecta al inglés en su estadía es el idioma. La única forma de sobrevivir en el infierno en que se encuentra es volverse tan fuerte e indiferente como los italianos que lo rodean. Es por eso que cambia su actitud, su vestimenta y, hacia el final de la película, en escenas bastante confusas, su voz está doblada al italiano. En la conferencia de prensa de Berberian Sound Studio en el festival de Locarno, le preguntaron a Jones qué sintió al verse doblado al italiano. Él contestó que se sintió muy contento y esperanzado, ya que una amiga le había dicho una vez que nunca había pensado que él era un hombre sexy hasta verlo doblado al español.
Es muy entretenido y educativo ver los pequeños trucos de efectos especiales que tenían los sonidistas de esa época. Rebanaban sandías para simular ataques y acuchillaban zucchinis y repollos para las escenas más violentas. Una de las más impactantes: Gilderoy le quita el tronco a un manojo de rabanitos para la escena dónde a una bruja le arrancan el pelo a mechones.
El final es algo que puede desilusionar a más de un espectador. Por mi parte, creo que fue un acierto el dejar un final lo suficientemente abierto para no saber qué le sucede a nuestro amigo Gilderoy. El aspecto negativo es que quizás llega a ser demasiado abierto.
En la conferencia de prensa de Locarno, el director, Peter Strickland, confesó que quiso homenajear a la gente de la industria del film en tiempos anteriores a la digitalización. En esa época, todo parecía mucho más complejo y debía hacerse a mano. La grabación se efectuaba en cintas y se utilizaban gigantescas planillas para los esquemas que indicaban el montaje de la música con los diálogos.
Strickland también agradeció a sus directores artísticos por tener la brillante idea de recrear el estudio de grabación italiano en Londres. El director sintió cierta limitación al principio para querer llevar a cabo su idea, y realizar el film en Italia hubiera sido mucho más costoso y difícil que en Inglaterra.
Nos hace pensar en cómo se hacía el cine en tiempos no tan lejanos, cuarenta años atrás, pero abismalmente diferentes. Tenemos la tecnología tan incorporada en nuestra cotidianeidad, que a veces nos parece que la tuvimos disponible desde el principio de los tiempos.
También hay reflexiones sobre la importancia de lo que escuchamos. Especialmente cuando no vemos lo que representa lo que oímos, porque pasamos a formar parte de una dimensión diferente en la cuál estamos mucho más vulnerables.
Una película original y entretenida de un director que ama el cine y rinde homenaje a aspectos no tan convencionales de la cinematografía.
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