Series de TV
The Wire
The Wire se emitió por la cadena norteamericana HBO entre el 2 de junio de 2002 y el 9 de marzo de 2008. Consta de cinco temporadas y de setenta episodios. Creada por David Simmons, su guión surgió después de la serie del mismo autor The Corner.
El protagonismo es de la ciudad de Baltimore, que recibe un homenaje agridulce, una denuncia, un castigo y una llamada de socorro, a través de una minuciosa mirada al tráfico de drogas y a diferentes organismos y personas implicados tanto en su erradicación como en su distribución.
Catalogada por muchos medios como una de las mejores series de la reciente historia de la televisión, después de su visionado, la etiqueta resulta, cuanto menos, comprensible. Es una lección de televisión, donde la clave radica en la veracidad de las situaciones presentadas y una acertada combinación de interpretación, ambientación, así como unos diálogos meticulosamente estudiados que encajan a la perfección con el personaje y su entorno.
Cada temporada plantea una nueva problemática, un caso a resolver y una parte del sistema sobre la que centrar una acérrima crítica. En The Wire reciben: el cuerpo de policía, la alcaldía, la fiscalía del estado, los políticos, los medios de prensa escrita, las escuelas públicas, los servicios sociales, los funcionarios y todo el sistema en general, a los que el público culpabilizará por ser los creadores de ese desafortunado escenario en el que viven los ciudadanos de Baltimore. La serie se permite «ningunear» a su protagonista Jimmy McNulty (Dominic West) en alguna de sus temporadas, para dar cabida a nuevos secundarios que deberán liderar la trama.
Algunos han confesado no haber podido superar un soporífero primer episodio que confunde y despista al espectador, acostumbrado a otro tipo de esquema narrativo. En el segundo y tercer episodios se aprecia que el sistema de narración de The Wire es distinto al del resto de las series. A pesar de que el ritmo pueda resultar lento, su técnica narrativa se compone de breves secuencias que intercalan las situaciones de los diferentes personajes.
Con este estilo particular ha logrado crearse su propio público, aquel que busca delicatessen en el mundo de las series, ofreciéndole un producto de calidad, socialmente comprometido y con el que conecta, gracias a una amplia panorámica de un argumento sin censura, en el que la acción y el espectáculo televisivo están relegados a un segundo plano.
La puesta en escena ayuda a la configuración de esa sensación de veracidad. La acción transcurre en Baltimore, convirtiéndola en un escenario triste y desesperanzador, donde la droga invade sus calles y envuelve a los jóvenes en una espiral que es difícil evitar y abandonar. El guión está perfectamente ensamblado para desarrollar, de manera exhaustiva, la idea central de la trama. Las acciones se desarrollan linealmente y los saltos narrativos sólo tienen lugar entre el final y el inicio de una nueva temporada. El conjunto de la narración adopta un tono realístico que pone en evidencia las flaquezas del sistema. La atención del espectador se capta por el excelente desarrollo de los personajes.
El tema principal es la droga, situada en un contexto mucho más amplio y tratado del modo más valiente que cualquier otra serie lo haya hecho, bajo un prisma socializador y un estudio antropológico que hace converger la cultura, la historia familiar y el entorno del traficante para ofrecer así una perspectiva e información mucho más amplia al espectador, quien ve el problema en toda su dimensión.
The Wire presenta una infancia ausente, unos menores que pasan directamente a la adolescencia para liderar esquinas, en ocasiones apoyados por sus propios padres. Es una radiografía sin censura de las flaquezas del sistema, de las cadenas de mando, de una administración con fisuras e incapacidad para estructurar su gestión de manera eficaz y resolutiva.
El movimiento de la cámara es pausado, con panorámicas y travellings que buscan ampliar la visión del espectador sobre el entorno. Los planos generales se combinan efectivamente con primeros planos de los protagonistas, para acentuar los debates y encrucijadas a las que se ven sometidos. Los diálogos suelen comenzar con planos medios generales para pasar a exteriorizar las emociones y reacciones, a través de primeros y primerísimos planos.
La luminosidad es a base de tonos naturales. Se acentúan los tonos grises de día, y apenas se puede ver quién se mueve en la oscuridad por las noches. Esta ausencia de luz permite incrementar de manera efectiva la tensión en el espectador.
En The Wire no hay música, salvo en los títulos de crédito, pero esta ausencia no es casual, puesto que no hace más que acentuar el sentimiento de veracidad de la acción. La serie consta de unos excelentes efectos de sonido que captan absolutamente todo lo que ocurre en el medioambiente de la ciudad. El sonido diegético off dota de mayor autenticidad el entorno que rodea a los personajes, donde el espectador será capaz de escuchar todo aquello que quede fuera de plano, pero que es relevante para la comprensión de la secuencia visionada.
Los actores se desempeñan con una naturalidad pasmosa, obviando las cámaras de tal manera que uno puede apreciar en cualquier personaje, entre en plano, una pose relajada, con gestos, muecas, risas, guiños y tonos absolutamente creíbles y aparentemente espontáneos que incrementan la sensación de realidad. Dominic West es capaz de transmitir su lucha interior sin necesidad de sobreactuar y acaba siendo un protagonista y a la vez uno más del grupo. Los secundarios acaban convirtiéndose en piezas importantes y sus problemas son desarrollados y exteriorizados de tal manera, que es inevitable empatizar con la mayoría de ellos. Personajes con escasas líneas de diálogo como el dectective Bunk (Wendell Pierce) devienen imprescindibles para la conexión entre los diferentes puntos de la trama y logran captar las simpatías del espectador a pesar de sus breves apariciones.
Parte del encanto de la serie radica en la recurrencia a secundarios con breves historias y grandes dramas, como son el entrañable Bubbles (Andre Royo), un adicto que recorre las calles de la ciudad, Omar (Michael Kenneth Williams), una mezcla entre Robin Hood y Clint Eastwood que roba a los traficantes o Avon Barksdale (Wood Harris), el jefe de las esquinas del oeste de la ciudad.
The Wire resulta una apuesta diferente y arriesgada con un guión comprometido que contiene una valiente crítica y denuncia social a un sistema que es perfectamente extrapolable más allá de Baltimore. La interpretación de su reparto coral no hace más que engrandecer su calidad, lo que ha provocado que muchos le hayan otorgado una etiqueta que normalmente, si es que llega, se concede con el paso de los años: la de mejor serie de la historia.
Excelente reseña para una verdadera obra maestra.