Muestras, Festivales y Premios
19º Festival de Cine Independiente de Barcelona, L’Alternativa
Pedro Costa, el camino de la imperfección
El 19º Festival de Cine Independiente de Barcelona, L’Alternativa, abrió su proyección inaugural con Ne change rien (2009) de Pedro Costa, para rendir tributo a este cineasta portugués y dar paso a una sección paralela con una muestra significativa de su obra. Así Ossos (1997), No quarto da Vanda (2000) y O nosso homem (2010) completan este primer acercamiento a un cineasta que se ha alejado de los caminos trillados, apartándose de un cine seriado y complaciente, y ha tenido el gusto de trazar su propia ruta. Apostando por un nuevo cine “imperfecto”, como una vuelta más del espiral, dentro de una era en que la precisión tecnología construye el mundo de las ideas.
Con la perspectiva del tiempo, y mediación de la sala oscura, observamos algunos trazos del camino recorrido por Costa. En la otrora opulenta Europa, Osso (1997) nos abre la puerta de un mundo paralelo de miseria y nos adentra en el marginal barrio lisboeta de Fontainhas, génesis de la futura trilogía del autor, que posteriormente la completará No quarto da Vanda (2000) y Juventude em marcha (2006). Premonitoriamente, inicia la historia con un nacimiento, recibido sin júbilo ni deseo, ya que el camino a recorrer es muy duro. Y la vida misma es maleable, barata y, simplemente, puede valer unas pocas monedas, con la mejor de las suertes. Dos jóvenes como la Clotilde y la Tina (Vanda Duarte y Mariya Lipkina), que literalmente están en los “huesos”, y no por la anorexia de la moda, sino porque pueden simplemente aspirar a comer diariamente un bocado, a embarazos no deseados, a trabajar limpiando una casa por día, evadiendo la realidad, en el mejor de los casos, en el humo de un cigarro, y a subsistir en esta especie de infra-ciudad.
Costa, aunque fabrique la ficción, detiene la cámara y nos obliga a ser espectadores sin conmiseración de esa realidad marginada, como si nos quisiera curtir, al igual que a sus protagonistas, sumirnos en su hastío existencial. Así, mientras en Ossos su huida es hacia adelante, cruzando el espejo y viendo sin mediación la realidad, en No quarto da Vanda, al valerse ahora del documental y el vídeo, retrata la vida de su protagonista anterior, Vanda Duarte, sumida junto a su hermana en la droga, el sueño y el caos de la penumbra de su habitación. Esa es la elección de vida de Vanda, aunque a ratos pone a andar su desgarbada figura, delgada y casi espectral, para colaborar con el negocio familiar y vender coles y lechugas en el barrio. Luego vuelve a su habitación, su particular set para rumiar algunas palabras lúcidas, su vida incluso parece protegida ante una realidad devastadora que reina extramuros como las desventuras penitenciarias de una amiga: “ir a la cárcel por robar unas pastillas de caldo Knorr… esto solo pasa el Lisboa… es triste. Nuestro país es el más pobre y el más triste”. Mientras tanto, como campanadas diarias, el ruido de las excavadoras rige la vida del barrio, que poco a poco es demolido, como si se quisiera borrar la pobreza con el recientemente instalado euro. Pero sus habitantes siguen igual de enganchados a la droga, el paro, la pobreza y la incertidumbre del futuro. Tal como le comenta Nhurro a su amiga Vanda: “he sido aparcacoches, he sido ladrón, he sido albañil, he sido sirviente, ya no sé que más me queda por hacer en este mundo”. El sueño europeísta estaba en su apogeo, pero para los jóvenes de Fontainhas nunca llegó o se murió al nacer.
O nosso homem es el penúltimo trabajo de Pedro Costa, un cortometraje protagonizado por esos desterrados del paraíso del primer mundo. Un joven, otrora residente del barrio de Fontainhas, va a ser expulsado a Cabo Verde, un lugar nunca visto y solo construido en su mente por las anécdotas de su madre. Mientras dos emigrantes caboverdianos, mayores, han quedado en paro y viven de la caridad. Un mundo masculino, solitario, triste e impotente ante las garras del mundo exterior. Padres e hijos separados, olvidados, cuyo infortunado destino parece ser heredado generación tras generación.
En la obra de Pedro Costa el color se apodera de la pobreza, como reflejo de esa realidad implacable, mientras que el anacrónico blanco y negro marca una distancia suave y elegante, resultando así Ne change rien un divertimento ajeno a la producción anterior y posterior del autor. Los ensayos y grabaciones de la cantante y actriz Jeanne Balibar junto a sus músicos son alternados con sus actuaciones en un café y la preparación y representación entre bastidores de la opereta de La Périchole, de Jacques Offenbach. Costa retrata el lento, repetitivo e infinito proceso de creación musical, enclaustrado en espacios interiores, para dar un testimonio contemplativo de sensaciones. El espectador debe estar dispuesto a aceptar estas reglas del juego, ya que esta vez, Costa no le proporcionará ningún hilo narrativo al que se pueda asir ante la mirada impertérrita de su cámara.
Panorama, un espejo a la reflexiva condición humana
En otra sección paralela, denominada Panorama, se presentaron tres trabajos documentales que viajan por la memoria y el tiempo: N-VI (Pela del Álamo, 2012), Sibila (Teresa Arredondo, 2012) y Nació (Homer Etminani, 2011).
N-VI es sin dura una “road movie”. Una vía en desuso, envejecida con la pátina del tiempo, que en su recorrido nos hace comprender la importancia del viaje, ante la premura de una moderna autopista deshumanizada que nos lleva simplemente a nuestro destino. Allí quedaron atrapados en el pasado sus moradores, que permanecen fieles al antiguo camino, casi ausente de tráfico automotor, por el que, en el presente, transita mejor un rebaño de ovejas o ancianas acompañadas de sus bastones para un paseo. Reina un compás de espera en la N-VI por los tiempos de glorias pasadas que no volverán a surcar sus vías, con sus bares de carretera que disponen los platos servidos y las mesas puestas para viajeros que nunca pasarán, en los locales que con sus carteles puestos en venta o alquiler no volverán a revivir, en las casas abandonadas a las que no regresarán sus moradores o los hoteles de paso en los que el viajero no volverá a descansar.
Por otra parte, Sibila es un viaje interior en búsqueda de las respuestas de su autora ante un familiar desaparecido de su vida durante quince años. Imágenes públicas de telediarios se cruzan con fotografías familiares, para reconstruir la ausencia en que Sibila estuvo presa por ser acusada de pertenecer a Sendero Luminoso en Perú. Los relatos familiares se suman y dialogan entre generaciones, reconstruyen el tiempo a muchas voces, creando varias historias. Sin embargo, al final, Sibila libre toma la voz sin ser acomedida, no cuenta lo que se quiere escuchar, está consciente que su misterio es mucho más atractivo que la realidad. Muchas preguntas continúan, pero Sibila, con ese nombre propio de profetisa mitológica, quizás conozca las respuesta pero las deja a un tiempo futuro para responder.
Nació, en cambio, es tiempo puro, esa materia prima de la memoria y del cine. Etminani sigue a un joven catalán que entrena como si fuera un deportista de élite en los hermosos parajes del Ebro. Lo acompañamos a realizar complicados saltos junto al mar, a subir una montaña, a correr ante los campos de arroz y las cosechadoras que marcan los ciclos de la siembra y las estaciones. Finalmente, descubrimos que Jesús Navarro se entrena para ejercer de “recortador”, ese oficio acrobático de torear sin capa ni muerte. Sin palabras, asistimos al pulso de su vida que busca la precisión en cada movimiento, el camino del cine puro o el arte del movimiento.
Un largo camino por delante
Nacer. Diario de una maternidad (2012) de Jorge Caballero fue, por unanimidad del jurado, el largometraje merecedor del Gran Premio del Festival de Cine Independiente de Barcelona, L’Alternativa.
Este documental recorre distintos hospitales de Bogotá, donde cien mil niños y niñas vienen al mundo, convirtiéndonos en testigos excepcionales del principio de la vida. Así, Caballero acompaña a seis madres en esta última etapa de gestación, capitulando su obra en verbos infinitivos, esos que no distinguen ni persona ni tiempo, pero que eternamente pueden estar en todo momento y reflejan este último tránsito: esperar, cumplir, querer, defender, aceptar, resistir y nacer. A ratos, la realidad precaria se impone, como la falta de una sonda, o la historia misma de una madre soltera con cinco hijos; igualmente el dolor se puede hacer irresistible ante la presencia sin cortes de la frialdad del acto quirúrgico, pero también el amor anula todo sufrimiento ante un nacimiento deseado. Finalmente, las miradas infantiles a cámara, con el encanto fascinante de la primera vez ante el cine, borran cualquier lastre pasado y abren los ojos al largo camino que les queda por delante.