Críticas
La extraña pareja
De óxido y hueso
De rouille et d'os. Jacques Audiard. Francia, Bélgica, 2012.
La nueva película de Jacques Audiard nos muestra la relación que surge entre Ali (Matthias Schoenaerts), un padre soltero que debe hacerse cargo de su hijo, y Stéphanie (Marion Cotillard), una domadora de orcas, que el destino pone en su camino. Se conocerán de forma fortuita en una discoteca, pero será tras un accidente por el que Stephanie perderá sus piernas cuando su relación se tornará más estrecha.
Es inevitable medir su calidad con la magnífica Un profeta (Un prophète, 2009). No alcanza el nivel de aquélla, pero estamos igualmente ante una gran obra.
La relación planteada por Audiard consigue afectar al espectador, sin recurrir a un sentimentalismo vacuo, sino desde el respeto a una gran historia, rellena de pequeñas subtramas que nos muestran estados anímicos contrapuestos y permiten ir más allá de la típica historia de superación. La película alcanza un punto en el que las tácticas narrativas absorben el núcleo de la historia y ya no importa tanto lo que está contando, sino la técnica utilizada, dotada de intencionada significación, y es a partir de ahí cuando el espectador se deja llevar y se entrega de manera incondicional a su relato.
Audiard consigue que las pequeñas historias se sucedan sin perder el bagaje emocional que se desarrolla a lo largo del film. Aún así, el guión contiene, hacia el final, un par de giros que resultan forzados y desvelan la dificultad de los guionistas de ponerle fin.
Filmar estados anímicos extremistas y oscuros es una tarea muy complicada para el cineasta, pero el director lo hace y no lo hace solo, puesto que una de las bazas más importantes del film es la comprometida y sincera actuación de Marion Cotillard, quien ofrece una interpretación cargada de angustia, depresión y optimismo, y con sus sonrisas tiernas y amargas logra provocar empatía en el espectador. La réplica de Matthias Schoenaerts resulta igual de conmovedora.
Es una historia de carencias, de suplencias, de afrontar el sexo con naturalidad, de personas hundidas en un mundo que no las acompaña y de personajes que se ganan la empatía del espectador, que bien se puede reconocer como el progenitor que ha de cuidar solo a su hijo en un contexto con unas tasas de desempleo desorbitadas o cualquier persona que, como consecuencia de un accidente, debe afrontar su nueva vida con las limitaciones que ello conlleva.
El contexto contemporáneo en el que la relación se asienta queda patente a lo largo del film y ayuda al espectador a participar en la configuración completa de ambos protagonistas.
Audiard juega con las elipsis de contenido para construir sus personajes, ofreciendo breves pinceladas de su pasado. De Ali sabemos que se encuentra sin amigos, sin dinero y con un hijo al que cuidar. Gracias a estos datos nos ayudará a configurar su pasado y entender y valorar así los pasos que está tomando en su vida.
En el caso de Stéphanie, tenemos menos información, puesto que la hemos de suponer a partir de la primera secuencia, que pone en contacto a ambos personajes, ya que la próxima vez que los veamos será ya en ese futuro inesperado en el que a través del dolor de ambos surgirá su relación. Atravesando todas estas pequeñas historias, nos encontramos con el vector que las acompaña: la superación.
La intensidad de la fuerza narrativa se consigue gracias a una cuidada angulación y colocación de la cámara y unos planos que destapan los estados anímicos de ambos protagonistas, cada cual inmerso en su propio drama. La cámara vibra cuando se trata de recoger las peleas de boxeo de Ali, y los planos devienen largos cuando estamos ante momentos emocionantes como la secuencia en el hospital o la escena final en el hielo.
Hay una intencionalidad en el juego de las luces y las sombras, que acompañan los momentos más oscuros de sus protagonistas. Mientras que las luces les seguirán en el paseo marítimo y en aquellos momentos en los que la vida parece sonreírles, las sombras llenarán las habitaciones cuando se trata de enfrentarse al sexo por primera vez desde el accidente.La conexión y la empatía hacia el otro la veremos gracias a los primerísimos planos que nos acercarán al interior de cada uno de ellos, porque ante todo su función es la de mostrarlo todo para que sea el espectador quién juzgue.
Gracias a una efectiva combinación de todo ello, Audiard manipula las emociones del espectador, sirviéndose de potentes canciones como State Trooper, de Bruce Springsteen (Trentemøller Mix). Cuando suena por segunda vez Fireworks, de Kate Perry, consigue con esta canción discotequera ofrecernos uno de los momentos más emotivos del film.
Pasión, sentimientos, amor y violencia surgen de una relación atípica, nacida de un vínculo casual que va mutando ante una cadena de adversidades, para acabar convirtiéndose en el motor y vía de escape que les impulsa a seguir con sus vidas. Etiquetarla de historia de amor sería injustamente reducir su intensidad argumental, limitando la densidad de una trama que contiene diversas capas del estado emocional de sus protagonistas.
Trailer:
Ficha técnica:
De óxido y hueso (De rouille et d'os), Francia, Bélgica, 2012.Dirección: Jacques Audiard
Guion: Jacques Audiard, Thomas Bidegain
Producción: Why Not Productions, Les Films du Fleuve, France 2 Cinéma, Page 114
Fotografía: Stéphane Fontaine
Música: Alexandre Desplat
Reparto: Marion Cotillard, Matthias Schoenaerts, Bouli Lanners, Céline Sallette, Corinne Masiero, Mourad Frarema, Jean-Michel Correia
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