Críticas
Registro de la duda
La noche más oscura (Zero Dark Thirty)
Zero Dark Thirty. Kathryn Bigelow. EUA, 2012.
A menudo, se desprenden de la realidad caprichos postizos que atienden a una lógica forzosa, como es el caso del tema que ocupa La noche más oscura. El episodio más glorioso de la historia reciente de los Estados Unidos, la caza de Bin Laden, es a la vez el más oscuro, por toda la polémica generada en torno al protocolo de actuación y a las contradicciones que cuestionaron la veracidad de los hechos. Aunque, lejos de todo esto, la cinta no entra en el debate y se limita a funcionar como una crónica imprevista de la versión oficial. Imprevista, porque el curso de los acontecimientos obligó al periodista Mark Boal, en su segunda colaboración con Kathryn Bigelow, tras En tierra hostil (The Hurt Locker, 2008), a reescribir desde el principio el guion de un filme que iba a contar una operación fallida. Una vez más, la realidad superó a la ficción con un giro final que tornó el fracaso en éxito, para mayor gloria tanto patriótica como lucrativa.
La velada de los Oscar de hace dos años superó las expectativas de una cineasta capaz y le animó a pasar de nivel, cambiando héroes anónimos por terroristas con solera (los héroes continúan siendo anónimos). Pero su repetición en el cine de operaciones militares (que no bélico) no termina de cuajar. La pulcritud y el pragmatismo de la cineasta se disuelven con el paso de la ficción pura y dura —aún bajo un contexto histórico y actual—, a la ficción basada en hechos reales. Mientras que En tierra hostil dejaba todo su discurso en manos de su eficacia dramática, La noche más oscura, en cuanto instrumento de mayor calado informativo que narrativo, no hace sino relegar la mayor parte de su acción a los despachos, y es en el confinamiento que exige esta cláusula política, que despliega un enmarañado y redundante repertorio de cartografías señeras, donde el binomio Bigelow-Boal naufraga. Se aprecia un intento por humanizar la meticulosidad de la CIA, en la línea de la tan aclamada Homeland, que se pierde en unas rutinas cargadas de aires chulescos y mujeres agraciadas (aunque Bigelow combate el machismo con las agallas de Maya, no se llega a percibir como una ventaja en su propósito de enterrar tópicos); para muestra, un botón: la presencia de James Gandolfini aporta un plus a esa idiosincrasia genuinamente hollywoodiense del lenguaje soez y la torpeza formal en las altas esferas del poder.
Pero, la culpa no debe condenar a la directora ni mucho menos a su guionista. Filmar con ritmo, simetría y prudencia una película como La noche más oscura es una empresa poco menos que imposible. Se trata de sintetizar la información de diez años de investigaciones en poco más de dos horas y media de ficción cinematográfica. Quizás, una miniserie hubiera sido un formato más adecuado, o por lo menos hubiera dispuesto el espacio suficiente para desarrollar unos personajes que no tienen alma, expuestos a merced de la trama, que no emocionan. En cualquier caso, el distanciamiento con los personajes responde a la escasez de información desclasificada sobre el equipo que consiguió matar a Bin Laden. Así, sin quererlo, la directora se encuentra utilizando un arma de doble filo de manera indiscriminada: bien, porque no existen subtramas que desvíen la atención de un argumento que exige concentración y memoria; mal, porque el conjunto pierde credibilidad, que era precisamente el único objetivo, teniendo en cuenta su preeminencia informativa.
Desconozco la exactitud de los detalles reales, pero la navaja de Ockham parece ser el patrón unívoco sobre el que se sustenta todo el ejercicio de deducción. La explicación más simple siempre resulta ser la acertada al interpretar cada pista, pasito a paso y sin ortodoxias hasta dar con el pez gordo. Por eso, pese a la cantidad de nombres que pueblan los diálogos, el espectador puede seguir sin problemas una investigación cuyo método se siente poroso y totalmente aleatorio, por ceder en sus formas pueriles al antojo de la casualidad. Mientras que una oportuna fragmentación de las secuencias acumula la tensión previa a los principales incidentes que marcaron la década, los frecuentes saltos de tiburón, culminados en un deux ex machina apoteósico (la mágica aparición, por medio de otra atractiva señorita, de unos reveladores documentos que vuelven a colocar a Maya tras la pista de Abu Ahmed, el correo de Bin Laden, cuando ya se le daba por muerto), descompensan una primera parte farragosa que solo deja en el recuerdo la tímida y diluida denuncia de las espantosas torturas a las que son sometidos los presos por el ejército norteamericano.
Sin embargo, en su segunda mitad, el filme confirma su bipolaridad al exhibir una caligrafía de excepción, fruto de la combinación del equilibrio racional del pulso dramático y el delicado savoir faire que caracteriza a la Bigelow en las secuencias de acción. Las pesquisas y el rastreo de Abu Ahmed dan con la finca de Abbottabad en la que Bin Laden se ocultaba y donde más tarde sería abatido. El diseño secuenciado del operativo y el aplomo en su ejecución constituyen una impagable lección de cine, más valiosa, si cabe, si tenemos en cuenta el handicap que arrastra un relato conocido en el que apenas se cruzaron cuatro tiros. Las elipsis y una ligera redundancia en el despliegue mantienen la tensión y cubren la falta de seguimiento de la acción desde la base, una vez descartada la célebre reunión de Barack Obama (de cuyas órdenes no se menciona ni una palabra en toda la cinta) junto a las cabezas visibles de Defensa y Seguridad Nacional.
Un fugaz epílogo para subrayar la súbita desaparición del cadáver del terrorista: solo unas fotos de móvil como prueba del trofeo. Muy condicionada por la opinión de los colegas de Hollywood, y con la mira puesta en la gran noche del cine, La noche más oscura (y por extensión, su directora) trasciende la barrera del deber para rozar el chovinismo repugnante de la venganza (tras el atentado en el que fallece su compañera Jessica, Maya suelta la fanfarronada de que matará a Bin Laden), algo que está muy por encima de la cota de americanismo que se desprende de Argo (Ben Affleck, 2012). Pero esta no deja de ser una comedia y, como tal, cae simpática. Me queda la duda de si Bigelow se cree todo lo que cuenta.
Tráiler:
Ficha técnica:
La noche más oscura (Zero Dark Thirty) (Zero Dark Thirty), EUA, 2012.Dirección: Kathryn Bigelow
Guion: Mark Boal
Fotografía: Greig Fraser
Música: Alexandre Desplat
Reparto: Jessica Chastain, Joel Edgerton, Taylor Kinney, Kyle Chandler, Jennifer Ehle, Mark Strong, Chris Pratt, Mark Duplass, Harold Perrineau, Jason Clarke, Édgar Ramírez, Scott Adkins, Frank Grillo, Lee Asquith-Coe, Fredric Lehne, James Gandolfini, Reda Kateb, Fares Fares, Stephen Dillan.
El actor y director de cine independiente Mark Duplass hace una breve aparición en esta excelente película como analista, y ahora estreno su historia para la pantalla chica Togetherness