Críticas
El voyeur encarnado
Hitchcock
Sacha Gervasi. EUA, 2012.
Tal parece que es parte de la naturaleza del ser humano sentir esa necesidad de observar al otro, esto que se convierte en un instinto de voyeur que explica –de cierta forma- ese gusto de la gente por sentarse en una sala oscura a contemplar la vida de los demás. El cine en sí mismo es una actividad que incita al deleite del espionaje y la observación. Qué mejor, entonces, que poder husmear y mirar la vida de un director de cine tan enigmático como Alfred Hitchcock, y mejor aún, hacerlo mientras dirige Psycho (1960), una de sus películas más emblemáticas.
Es innegable el atractivo que poseen las cintas que roban la magia de la proyección para mostrar el otro lado del lente; éstas se convierten en historias complicadas, dado que a través de los mismos artilugios con los que se crean las películas, se hace una nueva cinta que muestra cómo se realizó una producción previa, o bien se adentran en las mentes de todos esos creadores que regalan su creatividad a través del celuloide y la luz. Tal es el caso de películas como La sombra del Vampiro (Shadow of the Vampire, Elias Merhige, 2000), La invención de Hugo (Hugo, Martin Scorsese, 2011), El aviador (The Aviator, Martin Scorsese 2005) o Perdidos en la Mancha (Lost in La Mancha, Keith Fulton, Louis Pepe 2002).
Bajo esta premisa nace la ópera prima de ficción de Sacha Gervasi: Hitchcock, que muestra un episodio en la vida del Maestro del Suspenso, justo cuando éste se halla en la incertidumbre de cuál será su próximo proyecto, una vez que ha concluido con su multipremiada Con la muerte en los talones (North by Norwest, 1959). Ciertamente, el morbo de ver al gran Hitch en acción es suficiente móvil para visionar la cinta de Gervasi, que más que una película biográfica se queda en la tonalidad de anécdota, ya que su exploración de la producción no es tan meticulosa como se presume en el libro Alfred Hitchcock and the Making of Psycho de Stephen Rebello, en el cual está basada la película.
Es de mencionar, como una curiosidad, la forma en la que se ha tejido la existencia de la propuesta de Gervasi. Para que ésta haya llegado a cartelera ha tenido que existir un hecho real, que luego fue documentado como archivo de investigación policíaca. Después se convirtió en la novela de Robert Bloch, que fue adquirida por Hitchcock, quien produjo una película basada en este libro. Posteriormente, Rebello hizo una investigación y publicó un libro de no-ficción sobre la creación de la cinta, para que luego Gervasi decidiera hacer la película con Anthony Hopkins y Helen Mirren.
A pesar del recorrido sinuoso y complejo, la película de Gervasi se aleja un poco de la sola idea de la producción cinematográfica, para explorar con mucho más detenimiento un aspecto más personal, como lo es la relación de Hitchcock con su esposa, compañera y colaboradora: Alma Reville. Helen Mirren encarna a este personaje y se convierte prácticamente en coprotagonista de la cinta, que parece generar más emociones que el propio Hitchcock, que luce mirón y hermético.
Es la duda, el éxito y la falta de reconocimiento de parte del director hacia su esposa, lo que mantiene el suspenso de la película de Gervasi. Saber desde el inicio la importancia de Reville y notar el ligero menosprecio que le guarda Hitchcock resultan ser las vicisitudes que se franquean en la cinta, y que junto al amor incondicional y el genio creador va surcando el camino para convertirse en largometraje.
Por supuesto, el film cuenta con una ambientación, vestuario, maquillaje y personajes muy adhoc con los reales, pero se muestran muy brevemente en contraposición con la cotidianidad de la vida del director y su esposa.
Hitchcock, por su parte, es interpretado por un Anthony Hopkins, que da el ancho (tanto físico como anímico), gracias al maquillaje y a su observación del director, al que imita en movimientos, gestos y posturas, y tiene un par de momentos memorables, como el de la regadera o los ataques de celos esporádicos.
Cabe destacar, también, la decisión del director de intercalar la producción de Psycho, la rutina de Hitchcock y unos breves episodios de la vida de Norman Bates, quien habita en la mente de Alfred y que va dando la pauta para la creación de su filme.
No obstante todo lo anterior, posiblemente sea el voyeurismo el tema principal de Hitchcock. Mirar por las aberturas, las ventanas, los agujeros, las mirillas, las persianas; mirar en la moviola, en la pantalla, en los fotogramas, a través de la lente e imaginar… en todos los casos es observar de más y a escondidas, y crear, entonces, con la mente, un argumento paralelo que puede sólo ocasionar problemas.
El acto mismo de mirar es algo que comúnmente hace el ser humano, y que Hitchcock practicaba continuamente y lo reflejaba en películas como Vértigo (1958), La ventana indiscreta (Rear Window, 1954) y por supuesto Psycho. Es la acción de mirar y presuponer lo que forma la base del suspenso. El público al acudir a ver la cinta de Gervasi, lo que hace es mirar y presuponer, tener expectativas y creer. Esa es la magia del cine, y una de las razones por las cuales Hitchcock logró capturar la atención de su público.
Tal vez esta película no cubre la biografía íntegra del director, ni tampoco es explícita con respecto a la producción, pero no dejará de ser una cinta entretenida e interesante, capaz de mantener al público en suspenso durante casi dos horas, mientras los personajes luchan por recabar los fondos suficientes para la concreción de Psicosis.
Tráiler:
Ficha técnica:
Hitchcock , EUA, 2012.Dirección: Sacha Gervasi
Guion: John J. McLaughlin
Producción: Ivan Reitman, Alan Barnette, Joe Medjuck
Fotografía: Jeff Cronenweth
Música: Danny Elfman
Reparto: Anthony Hopkins, Helen Mirren, Scarlett Johansson, Toni Colette
Si tan solo por el hecho de «mirar» es que el filme surte su efecto. La disfruté mucho.