Críticas
Un ocaso de medio pelo
La jungla: Un buen día para morir
A Good Day To Die Hard. John Moore. EUA, 2012.
Se abre el telón y nos encontramos en la madre Rusia implorando que su frío gélido no nos deje los pelos como escarpias. Nos abrigamos bien con un buen abrigo que llegue hasta los pies como mínimo, una larga bufanda que nos proteja el cuello siete veces y unas gruesas manoplas para poder seguir sintiendo nuestros útiles dedos, ya que cualquier prenda siempre es bien recibida y aclamada con vítores.
Ovaciones y aplausos que nos permiten quitarnos todo lo que llevamos encima, porque la expectativa surgida es tan fuerte que nos hace sudar la gota gorda, a pesar de que en estás gélidas tierras se pueden alcanzar los veinte grados bajo cero. Y es que pensar que uno de los héroes más admirados va a reaparecer, y que además lo hace en el país del acorazado Potemkin, para ayudar a su problemático hijo, pone el mercurio a punto de ebullición.
Un edificio de última generación en la ciudad de Los Ángeles, un aeropuerto atestado de personas por las vacaciones navideñas, recorrer de arriba abajo las ajetreadas calles de Nueva York y un posible apocalipsis informático en todo Estados Unidos por el orgullo herido de un profesional de la seguridad, han sido los retos que ha tenido que pasar nuestro caballero andante para demostrar que cualquier día, cualquier lugar o cualquier momento es bueno para morir y poder oler las fauces de Cerbero.
En esta ocasión, el responsable del infierno de John McClane es John Moore, quien se dio a conocer con películas como Tras la línea enemiga (Behind enemy lines, 2001), El vuelo del Fénix (Flight of the Phoenix, 2004) o Max Payne (2008). Por la trayectoria del director, se podría decir que estamos ante un experto en lo que a acción y movimiento de armas se refiere, lo que nos hace estar más emocionados aún ante la posible expectativa de tener entre las manos el diamante más gordo que deslumbra toda la tienda. Pero nada más lejos de la verdad, porque en realidad lo que sostenemos es una simple baratija que se encuentra en cualquier parte.
Por mucho primer plano en los momentos de máxima tensión, aunque haga uso de la cámara lenta unida a una música relajante en las escenas de más acción y aunque insista en jugar con las luces y los colores para que el espectador pueda transformarse en pitonisa, adivinando cuál será el futuro del personaje en cuestión, el director es incapaz de dar en el blanco una sola vez por mucha mira telescópica que tenga, y sólo consigue que la frustración y la desidia vayan apareciendo hasta que la vagancia nos lo haga fastidioso seguir mirando. Y es que ni uno de los intentos que Moore realiza a lo largo de toda la historia de McClane como: pretender dar un lado más sentimental introduciendo los problemas paterno filiales entre tiros y más tiros, explosiones y acrobacias irrealizables sobre un mugriento andamio o probando sorprender, con esos dobles giros de guión imposibles, para poder arrancar al público una exclamación de admiración sacando de la chistera ¡no a uno, sino a dos antagonistas!.
¡Sois vosotros, no yo! lo que hace imposible esta relación. Son demasiados los reproches y las coincidencias que consiguen minar la confianza, hasta que uno ya ni se acuerda de por qué entró en la sala de cine. Un guión que no logra sostenerse en pie, porque la historia no tiene nada que merezca la pena y, sobre todo, no consigue mantener la atención del público, puesto que todo lo que aparece en él es imposiblemente anodino y poco relevante, porque, sencilla y simplemente, lo que nos presentan es más de lo mismo. Una dirección pobre, que para poder paliar la escasez de originalidad de la historia, se toma la licencia de clonar ideas de otras películas como: la sobrenatural y acristalada celda de El silencio de los corderos (The Silence of the Lambs, Jonathan Demme, 1991) pero sin contar con la incansable insistencia de Clarice Starling por conseguir la perturbadora colaboración de Hannibal Lecter, o la acribillada barra del bar del futurista zepelin de El quinto elemento (The Fifth Element, Luc Besson, 1997), pero sin el desparpajo súper verde de Ruby Rhod acompañando a Korben Dallas en su desesperado intento por ayudar a Leeloo. Y unas escenas de acción que sólo desconciertan porque se repiten como el ajo cuando lo que se está esperando es algo nuevo, diferente e increíble, ¡vaya, lo nunca visto! Eso es lo que uno espera de este protagonista, después de dejar para la historia míticas escenas de un taxi derribando un helicóptero, una pelea en el reducido espacio de un ascensor contra cuatro soldados alemanes, la persecución de sus enemigos con una moto de nieve por las pistas de aterrizaje de un aeropuerto o el salto al vacío, contando sólo con la sujeción de una manguera de incendios.
Ni siquiera los actores ofrecen un flotador salvavidas de esta crónica de un naufragio anunciado. Bruce Willis, que siempre ha llevado el peso de la saga sobre sus hombros, no es capaz de ofrecer el típico encanto que desprendía en sus anteriores películas. Ese duende, esa gracia y esa divertidísima ironía que tanto atraía al público desaparecen, para dar paso a la sombra de lo que un día fue, y muestra una inocua y repetitiva redundancia de sí mismo. Y ya ni hablar del trabajo de Jai Courtney, quien lejos de convencer que puede hacerse cargo de esta herencia, sólo es capaz de demostrar que el papel le viene inmensamente grande y que aún le queda mucho casquillo que malgastar y mucho carrete por usar.
Está claro que esta bobina está ya muy quemada y no se puede sacar más jugo de esta naranja. Es hora de decir adiós y otorgar un generoso finiquito y una buena ristra de camisetas blancas de tirantes al policía más sacrificado de la ciudad de Nueva York, porque ya está bien de ser ese hombre equivocado en el lugar equivocado. Se cierra el telón porque, por fin, John McClane podrá hacer ese ansiado viaje a Florida.
Tráiler:
Ficha técnica:
La jungla: Un buen día para morir (A Good Day To Die Hard), EUA, 2012.Dirección: John Moore
Guion: Skip Woods
Fotografía: Jonathan Sela
Música: Marco Beltrami
Reparto: Bruce Willis, Jai Courtney, Sebstian Koch, Mary Elizabeth Winstead, Julia Snigir, Amauri Nolasco
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