Críticas
La pasión por el arte de los presidiarios
César debe morir
Cesare deve morire. Paolo y Vittorio Taviani. Italia, 2012.
¿Y cuántas veces deberá César desangrarse en un escenario? Como aquí, hoy, en esta cárcel nuestra, tendido en esta piedra no más digna que el polvo.
Salvatore Striano interpretando a Brutus en César debe morir
Es admirable como Paolo y Vittorio Taviani, con más de ochenta años cada uno, tuvieron la audacia y la energía para realizar un film como César debe morir. Ganadora del Oso de Oro en el festival de Berlín 2012 y mejor película italiana enviada para competencia de los premios de la Academia, relata el proceso de realización de la obra de teatro Julio César, de Shakespeare, por parte de los convictos de la cárcel de Rebibbia, en un suburbio de Roma.
Los primeros minutos, en colores, muestran escenas cruciales de la obra de teatro. Hacia el final, cae el telón, y el público deja la sala de una manera convencional, pero los oficiales custodios comienzan a darnos una idea del trato en el ámbito carcelario. Luego de un festejo cálido y lleno de emoción, los actores cambian su expresión y, en compañía de los oficiales, vuelven a sus celdas. El juego ya está abierto y los títulos nos trasladan seis meses atrás, cuando el proyecto de interpretar Julio César se encontraba en sus albores. A partir de ese momento, y hasta el final del film, que cuenta con una estructura circular, las escenas son en blanco y negro.
La obra original del siglo dieciséis es fiel a los hechos históricos, y se centra en la conspiración que realizan hombres de confianza de Julio César para asesinarlo por haberse convertido en un tirano. Los convictos la interpretan usando sus dialectos de distintas regiones italianas, magistralmente guiados en la actuación por el director de teatro de la cárcel de Rebibbia: Fabio Cavalli. El film de los hermanos Taviani es una suerte de documental sobre esta experiencia teatral. No existe ningún actor profesional, aunque algunos convictos se merezcan este título por su esfuerzo y gran calidad actoral.
De la misma forma que en Padre Patrón (Padre Padrone, 1977), en la cual un grupo de niños convertidos en hombres se sentían prisioneros de sus padres y expresaban como podían sus sentimientos con toda su potencia y masculinidad, los convictos en César debe morir lo hacen ayudados por el teatro. La obra va ocupando cada espacio de la cotidianeidad de los reclusos, y desata conspiraciones, pasiones, reflexiones, arrepentimientos y dolores sepultados por el hastío de las largas condenas.
La forma natural en que la obra de teatro se introduce de lleno en la vida de los personajes, cómo los envuelve y moldea, hace recordar por momentos al film canadiense Jesús de Montreal (Jésus de Montréal, Denys Arcand, 1989). Los espectadores nos vamos involucrando de la mano de los actores, que nos llevan por escenarios diversos. La acción va tomando distintos espacios físicos, como por ejemplo los patios de la cárcel, y no se queda circunscrita solamente al escenario del teatro.
El casting inicial es de una originalidad increíble, y es el primer encuentro personal que tenemos con cada uno de los convictos que interpretarán la obra. La consigna es enunciar simples datos personales, como nombre, lugar y año de nacimiento, en un ánimo tristísimo y en otro lleno de ira. A partir de esa escena, podemos afirmar que la obra será un éxito y que la capacidad de expresión actoral de estos prisioneros excederá las expectativas.
Una de las facetas de la genialidad indiscutida de Shakespeare es su universalidad y su atemporalidad, varias veces expresadas por los actores al interpretar su obra. Pareciera que el dramaturgo hubiera vivido en la misma ciudad que el presidiario que interpreta a Cassio, y la Roma peligrosa llena de conspiraciones tiene muchas similitudes a la Nigeria natal de otro de los presos.
Al ver a este grupo de actores prepararse, asistimos ante profesionales comprometidos con el arte: se esfuerzan sin límite para poder transmitirle al público lo que Shakespeare quiso decir, ensayan a sol y sombra y los nervios los carcomen la noche anterior del estreno.
La habilidad de los hermanos Taviani como guionistas se ve claramente en los textos elegidos de la obra original. Abundan las frases sabias que nos dejan pensando, como por ejemplo, al describir la personalidad de Julio César, se recuerda que la humildad y el respeto son armas de la ambición.
Están expuestas ideas interesantes sobre la reclusión del ser humano, como por ejemplo, que la percepción del tiempo y los ritmos son diferentes para las personas que han estado encerradas por más de veinte años. Los convictos se consideran guardianes de los techos y no prisioneros, porque están en sus camas mirando hacia arriba todo el día. Y la más impactante, la declaración de Cosimo Rega quien interpreta a Cassio, para quien su celda se ha convertido en prisión desde que se familiarizó con el arte.
De esa forma, que sólo puede lograr Shakespeare, cuando vemos, por ejemplo, a Romeo y Julieta por enésima vez y esperamos que los amantes no mueran y vivan felices, la escena de la muerte de Julio César tiene tal suspenso que nos toma por sorpresa. Además de estar magníficamente interpretada en el ensayo, los exteriores en el patio de la cárcel le dan una atmósfera de muerte típico de un callejón sin salida. Todos los presidiarios participan del convivio, y se comportan como romanos sorprendidos y desconcertados ante la muerte de su líder. El espectador comprende la derrota del personaje, a través de un maravilloso picado del cuerpo inerte tendido en el suelo. Hasta los guardias disfrutan del teatro, y entre ellos deciden esperar a que la obra llegue a su fin antes de continuar con las rutinas cotidianas de la cárcel.
Un proyecto cinematográfico ambicioso, llevado a cabo de forma magistral por los hermanos Taviani, como era de esperarse, viniendo de la mano de estos dos gigantes de la cinematografía universal.
Ficha técnica:
César debe morir (Cesare deve morire), Italia, 2012.Dirección: Paolo y Vittorio Taviani
Guion: Paolo y Vittorio Taviani
Producción: Grazia Volpi, Donatella Palermo
Fotografía: Simone Zampagni
Música: Goffredo Gibellini
Reparto: Cosimo Rega, Salvatore Striano, Giovanni Arcuri