El Chef, la receta de la felicidad

Comer es un gran placer y la comida es uno de los sellos culturales más importantes de cada lugar y región del planeta. Así, es conocido por todos que Francia es el país que ha llevado por años el reconocimiento internacional de su cocina, siendo los chefs franceses los mejores del mundo. Además, durante años se ha vinculado a Francia con el amor, la pasión y, por supuesto, la comida. ¿Quién no imagina una cita romántica a la luz de las velas, junto al Sena o con la Torre Eiffel de fondo y degustando unos deliciosos platillos? Claro que la cocina francesa es complicada y compleja, pese a la sutileza de sus sabores.

En el cine hay una gran variedad de películas que hablan sobre cocina, de todos los países del mundo, y es que la comida es indispensable para el ser humano, y es un arte que puede perfectamente convivir con la cinematografía, dada la belleza y estética de los platillos. Pero hay ciertas películas que han pasado a la historia convirtiéndose en referentes como el caso de Chocolat (Lasse Hallström, 2000) para los amantes del chocolate, Como agua para chocolate (Alfonso Arau, 1992) de México para el mundo, y por supuesto Ratatouille (Brad Bird, Jan Pinkava, 2007). Las tres películas logran envolver al espectador en el universo de percibir con la vista aquello que sólo tiene sentido en el gusto y el olfato.

Comme un chef es la tercera película del actor y guionista Daniel Cohen, y posee varias cualidades que la pueden volver un clásico más de las cintas de comida que existen en el mundo. Así, la película se desarrolla en el país de la comida y qué mejor lugar para retratar la vida de un chef que éste, en donde –junto a Nueva York y Las Vegas- se rinde pleitesía a la industria alimentaria; lugares donde los premios, las estrellas y otros reconocimientos tienen un peso fundamental en la vida de los restaurantes y de los chefs.

Aunado a esto, al ser una película francesa, goza del humor que caracteriza a esta cinematografía, por lo que aunque la historia sea sencilla, no se vuelve sosa, por el contrario, permite una que otra carcajada ante las desventuras de los personajes y el contraste de sus personalidades. Está por un lado el hombre serio, preocupado y poderoso, encarnado por un malencarado Jean Reno, que en su histrionismo puede realizar papeles de asesino y luego participar en una comedia dans la cuisine. Junto a él, un joven inquieto, volátil y talentoso, nervioso e inseguro, que interpreta Youn con gracia. Personaje que inevitablemente recuerda al mismo Ratatouille, una rata francesa capaz de identificar todos los ingredientes de un platillo con sólo percibirlo por algunos segundos.

El chef relata la historia de Alexandre Lagarde, el mejor chef de París, cuyo contrato con un gran empresario está en peligro, dado que no accede a colaborar con la nueva estrategia del negocio. Mientras le complican la existencia, Jacky Bonnot busca desesperadamente empleo, pero tras sus continuos despidos, está resignado a dedicarse a lo que sea, menos a la cocina, ante su incompetencia para controlar sus reacciones de perfeccionismo como artista de la comida. Sus vidas se cruzan y no caerán en cuenta de que cada uno es lo que el otro necesita para poder salir de sus problemas.

Si bien hay una serie de momentos deliciosos en la cinta, no es la comida en sí misma la protagonista del film, sino su proceso de preparación y el amor que emana del cocinero en el momento de la creación.

Así, la tesis de la película es que lo más importante es amar lo que uno hace, amar a los demás, hacer de cada día algo especial, porque hay alguien con quien compartirlo, hay alguien a quien cocinarle un platillo especial. Lamentablemente, el día a día consume las energías y nubla la visión de las cosas, y la perspectiva cambia hasta transformarse en un planteamiento plástico y volátil de la realidad. Ambos personajes deberán enfrentar su situación personal para poder alcanzar sus verdaderos sueños, que se han desvanecido en la rutina.

Asimismo, retoma un tema muy peculiar –que se trata de manera cómica y exagerada- y es todo lo correspondiente a la gastronomía molecular en la que la cocina –como todas las artes- evoluciona hasta converger con la tecnología y la ciencia, y entonces surge toda esta rama científica, cargada de química, física y artilugios, que pretende convertirse en el siguiente paso de la cocina, dejando de lado las tradiciones y el patrimonio cultural intangible que se representa en la comida.

Tal vez hablar de que la gastronomía molecular conquistará el mundo sea aventurado, pero no ajeno al desarrollo de las cocinas internacionales, en donde la globalización ha alcanzado a los mejores restaurantes del planeta, y las cocinas de cada región se han tenido que adecuar a las capacidades de los países que las acogen. Por lo que la nueva cocina no sólo se fusiona, sino que además se «formuliza» a través de nitrógeno y muchos otros trucos que Alexandre Lagarde no logra entender en su visión del mundo.

Comme un chef es una película que permite pasar un buen rato, por su temática y la comicidad de sus personajes, además de permitir al espectador deleitarse con una serie de platillos que sólo de escuchar sus ingredientes y verlos en pantalla, le abre el apetito a cualquiera.

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