Reseñas de festivales
El gran simulador
Los documentales de Frenkel son gratamente esperados en el Bafici: Buscando a Reynols (Bafici 2004); Construcción de una ciudad (Bafici 2008) y Amateur (Bafici 2011).
En una nueva edición del Festival, presenta su nuevo documental-homenaje al gran artista e ilusionista argentino de ochenta y seis años, René Lavand. Un hacedor de juegos de baraja, como se autodefine con su voz ronca y su tono tan singular. En el mundo del espectáculo, Lavand, al que no le gusta que lo llamen mago, se ha convertido en una estrella internacional que ha recorrido el mundo mostrando su arte en el manejo de las cartas.
Frenkel y su equipo viajaron hasta la localidad de Tandil, Provincia de Buenos Aires, donde vive el ilusionista junto a su esposa. Se abren las puertas de su cálida cabaña y la cámara ingresa. Allí comenzarán a armarse las piezas que componen a un gran simulador.
Con imágenes de archivo de sus shows, fotografías de sus comienzos y la selección del material, en la que participa la esposa de Lavand, quien dialoga con el director compartiendo su intimidad junto a su compañero de hace treinta años, se va construyendo la identidad del personaje, pero también la de un documental que se va haciendo frente al espectador. Y esta es una característica del realizador.
Lejos de optar por un formato ortodoxo, el film se permite introducir otro registro y ficcionaliza algunas escenas, reconstruyendo una de las historias escritas por el amigo de Lavand, el Dr. Rolando Chirico. Sus cuentos son utilizados para acompañar al ilusionista mientras desarrolla sus shows. Otra singularidad del documental es el recurso de la imagen en el espejo, multiplicándolo como personaje y al mismo tiempo dividiendo las secuencias.
La característica estilística de Frenkel hace que el relato no siga un orden cronológico sino más bien que quede librado a lo que el personaje desee revelar. Hay un hilo conductor que es la narración, con voz en off de Lavand, sobre la leyenda de su mano perdida, pero que funciona como parte del ilusionismo e intriga sobre el artista mismo. Recordemos que él perdió su mano derecha en un accidente a los nueve años. Volviendo a lo que se revela, es ahí donde el espectador se queda sin demasiada información o detalles que hacen a la vida de Lavand. Pareciera que el respeto del realizador sobre la personalidad de ilusionista pudo más a la hora de ahondar y profundizar sobre su historia.
El gran simulador cuenta con un destacado trabajo de fotografía de Diego Poleri y Guillermo Nieto. No sólo generan un buen clima, sino que producen imágenes de gran calidez. Logran vivenciar la armonía del lugar y la belleza del paisaje tandilense.
Héctor René Lavandera, su verdadero nombre, destila su humor irónico, se autodefine como un contrabandista de frases de otros para parecer culto y fantasea con utilizar el cine para hacer los trucos con su mano faltante, algo por demás ocurrente.
Como no podía ser de otra manera, los trucos se hacen presentes a lo largo del documental. Y de esa forma, sobre un paño verde. Saca sus cartas, mezcla magistralmente, reparte y comienza su show. Imposible descubrirlo. La ilusión nos limita. Lo repite nuevamente para que hallemos al gran simulador que lleva adentro. Hace el truco una y otra vez, mientras dice “la frase” que lo caracteriza: “no se puede hacer más lento”. Aplausos.
Lea la crítica de Pablo Castriota