Reseñas de festivales
The Act of Killing
The Act of Killing, ganadora de los premios del jurado y del público, es uno de los films más comprometidos y directos que se han podido ver en esta edición, dentro del festival Documenta Madrid. El compromiso, más allá del adquirido por Oppenheimer, en diálogo con su propia obra, encuentra su sentido más puro en lo que se refiere a la exposición sin tapujos de la composición que los personajes ofrecen sobre sí mismos. El retrato, que se desborda en ríos de sinceridad, consigue cierto efecto inicial en sentido inverso cuando nos asalta la duda, al aplicar un mínimo de sentido común ante lo que estamos viendo. Es difícil dar crédito al testimonio colectivo que supone esta declaración abierta y sin cortapisa alguna sobre la perpetración de asesinatos sistemáticos a individuos con una supuesta ideología comunista por grupos paramilitares en la Indonesia de 1965. Asesinos que en su propia complacencia se reconocen como héroes nacionales y casi cincuenta años después de aquellos crímenes masivos, se mantienen en el poder y se reafirman en su posición de salvaguardias.
A partir de 2005 y después de una larga investigación sobre los escuadrones anticomunistas y sus líderes más poderosos, con Anwar Congo a la cabeza, Oppenheimer consigue un método que, además de ser un acierto narrativo, es también una suerte de metodología o terapia cognitivo-emocional del personaje central: Anwar. En este punto es donde The Act of Killing consigue su mayor virtud, ya que tras el pretexto de realizar una película que cuente la historia, apoyado en la cinefilia que procesan los asesinos protagonistas, Oppenheimer y sus colaboradores filman una dramatización de dichas cacerías que son interpretadas por los asesinos mismos, en los papeles de ejecutores y víctimas. Es de esta manera en que el proceso converge en la reflexión resultante del viaje aterrador al interior del subconsciente y los recuerdos de un asesino que en un acto de reconstrucción de los hechos queda abocado al desvanecimiento del concepto que tiene de sí mismo. El relato resultante, envuelto entre varias capas de un sadismo mordaz expresado con una minuciosidad pornográfica y una puesta en escena bizarra y grotesca recae, una y otra vez, en las mismas preguntas que se plantean durante todo el visionado. La perplejidad provocada por los testimonios se hace más patente ante la cuestión sobre la aparente impunidad en la que siguen viviendo estos personajes en la actual Indonesia, que parece reafirmar el silencio por necesidad de los que han tenido que esconderse y callar durante todos estos años.