Críticas
Saber mirar es saber amar
Canción de cuna
José Luis Garci. España, 1994.
Hay películas que resultan extraordinarias pero no sabemos exactamente por qué. Es lo que ocurre con Canción de cuna, acaso el más personal de todos los proyectos de José Luis Garci. Fue la primera película española en el festival de Sundance, elegida personalmente por Robert Redford, que vio en ella una forma de hacer cine ya extinta, la de los años cuarenta. Canción de cuna, trasposición fílmica de la obra de teatro homónima de Gregorio Martínez Sierra (pero en realidad escrita por su mujer, María de la O Lejárraga), es una historia sin acción y sin conflicto, pero con mucha emoción, que subraya el paso del tiempo y la vida en una pequeña comunidad de monjas de clausura. Canción de cuna se construye con silencios, con ambientes, con música y, sobre todo, con sentimientos permanentemente contenidos y administrados con suma maestría por Garci, que se supo rodear de un equipo técnico y artístico en permanente estado de gracia.
La obra de teatro en la que se basa el film de Garci se estrenó por primera vez en 1911 y, hasta la fecha, ha tenido hasta cinco trasposiciones distintas al séptimo arte: Mitchell Leisen la llevó al cine en 1933, con el título de Cradle Song, y el propio Martínez Sierra dirigió una adaptación en Argentina, ya después de la Guerra Civil, en 1941. Paulino Masip, en México, en 1953, y José María Elorrieta, en España, en 1961, regresaron a ella antes de que Garci lo hiciera en 1994.
Garci escuchó por primera vez Canción de cuna en la radio cuando era un joven adolescente, y enseguida se marchó a la Biblioteca Nacional a leer la obra. Desde entonces, siempre quiso llevarla al cine, pero se trataba de un proyecto tan ambicioso como arriesgado, ya que iba a contracorriente del cine que se estaba haciendo, no solo en España, sino en todo occidente. Afortunadamente, y a pesar de las advertencias de sus amigos, Garci logró poner en pie un proyecto delicioso, una auténtica joya del cine español, tanto desde el punto de vista de la puesta en escena como de la dirección de actrices. Canción de cuna se divide en dos partes bien diferenciadas, separadas entre sí por un lapso de unos dieciocho años, aproximadamente, que corresponden a los dos cuadros dramáticos de la obra original: en el primero, se presenta la llegada de una niña recién nacida al convento y la reacción que provoca en las monjas y en el médico rural que las atiende casi a diario; en el segundo, se plantea la marcha de esa niña, que ya es una mujer, que va a casarse con su novio y va a emigrar a Cuba.
Alfredo Landa, que interpreta magistralmente a don José, el médico rural –que apenas aparece en la obra de teatro pero que adquiere un peso fundamental en la versión de Garci–, pensaba que el director se estaba guardando un as en la manga, que debía haber ago en el guion que Garci les estaba ocultando deliberadamente a los actores. Pero no era así: Canción de cuna no es una película de acción, sino de emoción y sentimientos, de creación de atmósferas. Y es que, al fin y al cabo, lo que se presenta es una historia de mujeres que no pueden ser madres, pero a las que la vida les ofrece la posibilidad de serlo. La maternidad es, desde luego, uno de los temas centrales de Canción de cuna, y, de hecho, María Lejárraga y Martínez Sierra barajaron la posibilidad de titular la obra Maternidad.
La fotografía de Manuel Rojas, la música de Manuel Balboa, los decorados de Gil Parrondo y el vestuario de Yvonne Blake (resulta delicioso el color vainilla de los hábitos de las monjas) se combinan de una forma magistral para crear una atmósfera que oscila entre Dreyer y Zurbarán, algo subrayado por el hecho de que la película se rodara en el Monasterio de Silos y en el Convento de la Vid, en Burgos. Y luego están los actores, bueno, las actrices, ya que Canción de cuna, salvo por la presencia de Alfredo Landa y Carmelo Gómez, es una película de mujeres, de actrices: Fiorella Faltoyano, María Massip, Virginia Mataix, Amparo Larrañaga, Diana Peñalver, María Luisa Ponte y Maribel Verdú, que interpreta a la joven Teresa en la segunda parte.
Sin duda, uno de los grandes momentos de Canción de cuna es el final del primer cuadro, cuando las monjas han decidido quedarse con la niña y la Madre Teresa (Fiorella Faltoyano) le pregunta a don José si podrá verla corretear. Los dos personajes se dan la mano (es una despedida) a través de la cancela del convento. En ese mismo espacio creado por Gil Parrondo concluye la cinta, cuando Carmelo Gómez, prometido de la joven Teresa le pregunta a la Madre Superiora (que ahora es Amparo Larrañaga) si puede ver los rostros de las monjas. “Hoy es día de dar”, contesta ella Madre Marcela.
Premios:
Premio a la Mejor Dirección en el Festival de Montreal. 5 Premios Goya: Mejor Actriz de Reparto (María Luisa Ponte), Mejor Fotografía, Mejor Dirección artística, Mejor Diseño de Vestuario, Mejor Maquillaje y Peluquería. 6 nominaciones a los Premios Goya: Mejor Película, Mejor Director, Mejor Actor (Alfredo Landa), Mejor Montaje, Mejor Música, Mejor Guion Adaptado.
Tráiler:
Ficha técnica:
Canción de cuna , España, 1994.Dirección: José Luis Garci
Guion: José Luis Garci y Horacio Valcárcel
Producción: José Luis Garci y Mario Morales
Fotografía: Manuel Rojas
Música: Manuel Balboa
Reparto: Fiorella Faltoyano, Amparo Larrañaga, María Massip, Carmelo Gómez, Maribel Verdú, Alfredo Landa, Virginia Mataix, Diana Peñalver, María Luisa Ponte