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El aviador del sol naciente. Hayao Miyazaki: vuelo de reconocimiento sobre la obra de uno de los más grandes animadores del mundo
El 1 de septiembre de 2013, durante la exhibición de The Wind Rises, realizada en la última edición del Festival de Venecia, el director de los Estudios Ghibli anunció sorpresivamente en una conferencia de prensa que Hayao Miyazaki había decidido retirarse de la actividad cinematográfica tras la finalización de su última película. La noticia complementó con un gran golpe de efecto la muy favorable recepción crítica obtenida por la última realización del maestro japonés de setenta y dos años de edad, en la que describe la vida de Jiro Horikoshi, el ingeniero aeronáutico cuyos diseños de aviación militar desempeñaron un rol determinante durante la participación de Japón en la Segunda Guerra Mundial. Y no sorprende en nada la decisión de Miyazaki por ficcionar la vida del creador del Mitsubishi M60 Zero, el avión de caza que sirvió de pasaje hacia la muerte a los pilotos kamikaze de la Segunda Guerra, teniendo en cuenta que los transeúntes de los cielos han sido habituales en su filmografía, ya sea desde el oficio y la experiencia, como la joven diseñadora americana Fio Pikkoro, o el piloto de hidroaviones Cerdo Rojo, ambos de Porco Rosso (1992), o bien desde la vocación, la fantasía o la ilusión, como el niño minero Pazu, de El castillo en el cielo (1986), o el pequeño Kanta, vecino de las hermanas Satsuki y Mei, en Mi vecino Totoro (1988). También son numerosas las secuencias aéreas en sus películas, como la del asalto al dirigible por parte de un grupo de piratas aéreos al comienzo de El castillo en el cielo, la del choque catastrófico de una nave contra un acantilado tras el asedio de unos inmensos insectos voladores en Nausicaä del Valle del Viento (1984), o el accidente del dirigible al final de Kiki Delivery’s Service (1989). Y hay muchos otros vuelos en su obra, no menos vertiginosos que los anteriores, aunque más placenteros, como aquel iniciático y errático de Kiki a bordo de su escoba, cuando decide emprender su camino como bruja apenas cumplidos los trece años de edad, mientras avista la gran ciudad donde se establecerá como hechicera, o las arriesgadas incursiones de la aguerrida princesa Nausicaä por los bosques de hongos infectados por la radiación en un entorno apocalíptico post‑industrial.
Los virtuosos trazos de Miyazaki tampoco carecen de espesor político. Desde El castillo de Cagliostro (1979) hasta Princesa Mononoke (1997), Miyazaki suele representar diversas contiendas donde la explotación de los recursos naturales, el interés por apropiarse indebidamente de algún elemento mágico, las disputas territoriales o la unión forzada o por conveniencia de vínculos sanguíneos resultan disparadores para el impulso destructor del hombre. Pero por debajo de toda esa capa de violencia terrenal siempre yace una belleza subterránea, como en aquella antigua ciudad romana oculta por siglos bajo el agua en El castillo de Cagliostro, o en el bosque purificado bajo las arenas movedizas de la tierra devastada en Nausicaä… El cielo y el inframundo suelen ser espacios más agradables para transitar en el cine de Miyazaki, en contraste con la violencia del mundo terrenal, donde solo un puñado de aldeas y colinas posibilitan la armonía de una vida en comunidad. También suele ser frecuente la presencia de un inmenso árbol como elemento clave en su filmografía, como aquel que conduce hacia Totoro y los espíritus del bosque y que, en palabras del padre de las hermanas Satsuki y Mei, representa el tiempo en el que hombres y árboles fueron amigos. La estructura del universo de Miyazaki parece estar conformada por tres capas en claro desequilibrio, donde la irrupción de un ser noble y aguerrido en comunión espiritual con su entorno salvaje resulta fundamental para restablecer su armonía. La princesa Nausicaä es el más claro exponente de este mediador habitual del cine de Miyazaki, pero también podría serlo la figura del joven Ashitaka en Princesa Mononoke, cuya irrupción en la aldea Tatara es crucial para asegurar la supervivencia de sus habitantes contra el ataque de los Dioses Lobo.
Otras incursiones en el terreno de lo maravilloso resultan extrañas para sus personajes, como ocurre en Mi vecino Totoro o El viaje de Chihiro (2001). Chihiro y Satsuki se adentran accidentalmente en otros mundos, siendo mucho más amable y menos hostil el de la niña que conoce a Totoro. Chihiro se extravía junto a sus padres y su intromisión en una tierra extraña los termina transformando en cerdos. La joven debe recuperar la condición natural de sus progenitores y su propio nombre a través del trabajo forzado en una casa de baños, dirigida por una despiadada bruja, en la que los clientes son espíritus milenarios. La visión del trabajo, especialmente el comunitario, es de una importancia singular en la obra de Miyazaki. Así como las labores de aseo en los baños de Chihiro (llamada Sen durante su forzada estadía) son una carta fundamental para asegurar su supervivencia, para la joven bruja Kiki será el trabajo como delivery en una panadería lo que la integre a la sociedad desde su condición de hechicera. Los trabajos en campos de minería, en la higiene de las saunas o en la siembra de los campos suelen brindar pasajes plenos de belleza y dignidad, y conviven equilibradamente con los momentos de exaltación paisajística tan comunes en la obra de Miyazaki.
En lo que respecta al imaginario del maestro japonés para la confección de sus fantásticas criaturas, hay una alternancia entre lo microscópico y lo ostensiblemente inmenso de muchas de sus creaciones. Seres diminutos como los duendes del polvo que se esconden tras las paredes de la casa en Mi vecino Totoro, las bolitas de hollín que cargan el carbón en las calderas de El viaje de Chihiro, el zorro-ardilla que acompaña a Nausicaä y el gato negro de Kiki conviven desproporcionadamente con los soldados guerreros de El castillo en el cielo, el peludo y entrañable Totoro junto a su gato-bus, el colosal bebé a cuidado de la bruja Yubaba en El viaje de Chihiro o las inmensas criaturas rastreras Ohmu de Nausicaä… Casi ningún ser fantástico en el cine de Miyazaki guarda proporciones similares a la de sus pares humanos, pero la comunicación entre ellos siempre resulta viable.
ITINERARIOS ILUSTRADOS DE UN AVIADOR
Miyazaki nació en 1941 en un barrio residencial de Tokio. Su padre dirigió una fábrica de aviación militar, lo que motivó que su interés prematuro por la animación involucrara el diseño de modelos aéreos militares, un rasgo fuertemente presente en casi toda su obra cinematográfica. El rol de su padre al servicio de las fuerzas aéreas de Japón durante la Segunda Guerra Mundial encuentra claras resonancias con el argumento de The Wind Rises, su última película. Es probable que la enfermedad que llevó a su madre a permanecer postrada en una cama por varios años también guarde relación con la condición de la madre de las hermanas Satsuki y Mei en Mi vecino Totoro.
Con poco más de veinte años de edad y luego de graduarse en ciencias políticas y económicas, Miyazaki consigue un trabajo en Toei Doga, la compañía de animación japonesa responsable de futuros éxitos televisivos como Mazinger Z, Dragon Ball y Sailor Moon. Allí se desempeña como inbetweener, asistente de animación encargado del diseño de los cuadros intermedios que abren y cierran una secuencia. Exhibiendo una notable capacidad para el diseño de storyboards y de los escenarios, Miyazaki no demoró en convertirse en una pieza clave para el desarrollo de proyectos de animación de varios de sus colegas dentro de los estudios, alternando su valioso aporte con otros trabajos como ilustrador de manga e involucrándose de modo activo en cada reclamo gremial llevado a cabo durante sus años en Toei.
En 1971, Miyazaki y su colega y colaborador Isao Takahata (director de La tumba de las luciérnagas) emigran hacia Mushi Production, donde desarrollan algunos proyectos televisivos muy populares, tales como la serie de animé Lupin III y los cortometrajes Panda! Go, Panda! La experiencia adquirida en toda esta última década de trabajo sería fundamental para que, en 1979, Miyazaki lograra desarrollar su primer largometraje, El castillo de Cagliostro, una extensión de las aventuras seriales del personaje creado por la escritora sueca Astrid Lindgren, Lupin III. Se trata de una comedia de enredos criminales con mucho de caper movie (películas de grandes robos). Al comienzo vemos a Lupin y a su compañero Jigen perpetrando un atraco a un gran casino de Mónaco, del cual sustraen millones en dinero falsificado. Tras deshacerse de los billetes, los dos ladrones ingresan en el Ducado de Cagliostro, un gran paraíso fiscal de donde proviene la mayor parte del dinero falsificado que circula por Europa desde la Edad Media. Lupin y Jigen rescatan a una novia fugitiva que escapa a toda velocidad de un grupo de perseguidores enviados por el Conde de Cagliostro. La joven resulta ser Clarisse, hija del Duque, con quien el Conde pretende contraer matrimonio por la fuerza, a fin de unir la sangre de las dos familias y perpetuar el linaje de los Cagliostro. Clarisse es poseedora de un anillo mágico que, en unión con el del Conde, revelaría la existencia de un tesoro oculto por sus ancestros. El final de la película muestra que este tesoro es una antigua ciudad romana que permaneció inundada por varios siglos. Las intrigas familiares de los Cagliostro y sus consecuencias políticas contrastan con el sentido de la aventura y la sofisticada destreza de Lupin, perseguido tanto por la ley como por el crimen. El individualismo romántico y lúdico de Lupin tiende puentes con el de Cerdo Rojo en Porco Rosso, pero este arquetipo no sería un fuerte en la obra del maestro japonés, quien se inclinó mucho más por el desarrollo de heroínas con un fuerte grado de determinación y compromiso con la civilización de su tiempo.
Nausicaä del Valle del Viento suele ser considerada como la primera producción de los Estudios Ghibli, aunque su proceso de realización precede a la creación de la célebre base de operaciones de Miyazaki y Cía. Está basada en un manga del propio Miyazaki, el cual le insumió más de una década de trabajo. El relato es una fábula ecologista de tono apocalíptico que transcurre en una sociedad post-industrial devastada por la contaminación, el hambre y la guerra, más de un milenio después de la destrucción definitiva de nuestra civilización. Nausicaä es una de las más grandes heroínas del cine de Miyazaki, una intrépida princesa con un notable sentido de la solidaridad y una extraordinaria capacidad para entablar contacto con los seres de la naturaleza y el entorno salvaje que la rodea. Esta es la primera película en la que Miyazaki logra dar rienda suelta a su galería de criaturas fantásticas y entornos fascinantes, como el Fukai, el bosque envenenado plagado de esporas flotantes tóxicas y fósiles de los tiempos de la guerra, o los Ohmu, los inmensos escarabajos con los que Nausicaä entabla una poderosa conexión espiritual y por quienes llegará a arriesgar su vida en medio de una contienda bélica entre dos naciones rivales que pretenden valerse de las criaturas rastreras para enfrentar a sus adversarios. La princesa está destinada a cumplir la profecía marcada en un antiguo tapiz como conductora de un pueblo hacia una tierra verde libre de contaminación, pero primero debe mediar entre el enfrentamiento de los dos reinos cuyo litigio amenaza con arrasar con lo poco que queda en pie en el universo. Nausicaä… también marca el comienzo de la colaboración entre Miyazaki y Joe Hisaishi, quien de aquí en más sería el compositor habitual de la banda de sonido de sus largometrajes.
El tercer largo de Miyazaki es El castillo en el cielo, en el que, fiel a su nervio narrativo, nos ofrece una vertiginosa escena inicial que consiste en un violento intento de secuestro de una niña a bordo de un dirigible por parte de un grupo de piratas aéreos. La joven Sheeta logra escapar de sus captores pero termina cayendo desde el dirigible, salvando su vida por acción de una piedra mágica que lleva colgando de un pendiente. Tras caer sobre un pueblo minero, es socorrida por Puza, un niño huérfano trabajador de los campos mineros. La piedra encantada de Sheeta podría comprobar la existencia de Laputa, un mítico reino flotante que alguna vez rigió su soberanía sobre la Tierra y del que el fallecido padre de Puza logró captar una imagen con su daguerrotipo. Sheeta es heredera directa al trono de esta tierra encantada y su posesión de la piedra conlleva el peligro de guiar a cualquiera que se lo proponga hacia sus dominios y recursos. El castillo en el cielo inicia el asentamiento definitivo de los Estudios Ghibli como principal referente del cine de animación de Oriente hasta nuestros días, emprendimiento liderado por Miyazaki en colaboración con Isao Takahata y el productor Tokuma Shoten. El acabado artesanal del trazo de Miyazaki sería una marca distintiva de sus realizaciones, cuyos logros se fueron expandiendo universalmente en el lento transcurrir de los años de trabajo que demandaron cada una de sus obras (uno de los argumentos esgrimidos por Miyazaki a la hora de justificar su retiro profesional). Sus esfuerzos posteriores, Mi vecino Totoro, Kiki’s Delivery Service y Porco Rosso afianzaron su domino técnico en función de su riquísima poética, estableciendo una galería de personajes entrañables en el imaginario del público oriental.
La puerta de ingreso al reconocimiento de Occidente llegaría en 1997 con Princesa Mononoke, distribuida en los Estados Unidos por Miramax y cuyos principales representantes, los hermanos Weinstein, pretendieron mutilar por la carga de violencia de mucha de sus escenas, lo que emparienta un poco más a la película con la sanguinaria tradición del animé, al menos en comparación con toda su obra previa. Pero cada acto de violencia consumado en el cine de Miyazaki dista de ser gratuito y conlleva una carga de responsabilidad enorme para su ejecutor, como ocurre con Nausicaä o Ashitaka, impulsados por un odio efímero a levantar su espada contra sus enemigos. Cinco años después del desembarco de Princesa Mononoke en los Estados Unidos, El viaje de Chihiro se alzaría con el Oso de Oro en el Festival de Berlín y, posteriormente, con el Oscar como Mejor Película de Animación. El increíble castillo vagabundo (2005) y Ponyo (2008) serían los últimos pasos ya firmes y consolidados de Miyazaki en el ámbito internacional, logrando convertirlo en el referente por excelencia del animé en todo el mundo.
Revisando su filmografía encuentro un diálogo notable que quizás permita dilucidar un motivo oculto con relación al retiro del maestro japonés del mundo del cine, presente en Kiki’s Delivery Service. Kiki ha perdido sus atributos de bruja y se encuentra imposibilitada de volar. Su amiga, una joven ilustradora que vive en medio del bosque, le revela que el arte y la magia son muy parecidos, que todo es cuestión de espíritu, el mismo que impulsaba a Kiki a volar sin pensarlo. Ante la imposibilidad de seguir dibujando, la joven artista revela que toma largas caminatas o duerme al mediodía hasta que el deseo de dibujar resurja nuevamente. Muchos confiamos en que Miyazaki saldrá a caminar o dormirá al mediodía a partir de ahora.
Excelente reseña que orienta y provoca
Gracias, colega!
Abrazo.
Felicidad, Pablo, un articulo fascinante 😉
Muy buena y cálida crónica de la obra de un grande de la cinematografía universal.