Stations of the Cross

Este año, la selección para la competencia internacional del Festival de Berlín contó sólo con tres films alemanes. En dos de ellos los protagonistas son muy jóvenes y se ven asediados por el ambiente que los rodea. Stations of the Cross (Kreuzweg o Vía Crucis) es el cuarto largometraje de Dietrich Brüggemann que cuenta la historia de María, una adolescente de catorce años inmersa en un mundo de fanatismo.

La familia de María forma parte de la ficticia asociación de St. Paul, inspirada en la asociación católica ultra conservadora de San Pío X. La protagonista se está preparando para su confirmación y en cada uno de los catorce capítulos del film (intitulados con las estaciones del Via Crucis) sufrimos al ver cómo la dulce María es condenada de la misma forma que Jesucristo.

Y existe otro paralelo con Jesús, en la vida de María la figura de su madre es muy importante. Sus tres hermanos menores y su padre están completamente sometidos a la voluntad de ella, quien cuenta con un carácter muy fuerte y es intransigente en cuanto al cumplimiento de las doctrinas religiosas.

El film cuenta con exactamente catorce tomas continuas, un estilo que el director retoma luego de su exitosa ópera prima Neun Szenen (Nueve escenas) de 2006. Se continúan también los temas centrados en la familia y la libertad de los hijos. Stations of the Cross se ocupa en una familia particular, para la cual lo más importante sin cuestionamiento alguno es Dios.

Las tomas extendidas, sin música ni movimientos de cámara, aumentan la ansiedad del espectador. Principalmente cuando se ven situaciones incómodas o injustas: por ejemplo el maltrato verbal que la madre ejerce sobre María. Este estilo de cámara brinda también la libertad de mirar otros detalles del cuadro sin restringirse a las decisiones de la edición, pero los diálogos son tan ricos e interesantes que casi no hay oportunidad de desconcentrarnos.

Para los actores fue un desafío, porque debían memorizar extensas páginas de diálogos y no cometer errores, que provocarían que la escena se tuviera que rehacer desde el comienzo. Sin embargo Lea van Acken como María, Franziska Weisz como la madre y Florian Stetter que personificó al sacerdote consejero de la familia, estuvieron de acuerdo que gracias a la consistencia del guion no tuvieron mayores problemas. El esfuerzo extra les sirvió también para concentrarse y lograr una mejor interpretación de los personajes.

En merecida respuesta a esta excelente labor guionista de los hermanos Dietrich y Anna Brüggemann, el jurado internacional del Festival de Berlín 2014 les otorgó un Oso de Plata. Dietrich, también director del film, quiso reflejar su observación de la sociedad actual. En el siglo veinte la religión pasó a ser algo irrelevante, pero en el siglo veintiuno la percepción de vida sin sentido derivó en el acercamiento a formas fundamentalistas de religión. Dentro de algunas variantes, como los cristianos evangelistas en Norteamérica o el Islam militante, la elección del director fue hacia el catolicismo fundamentalista, porque era su campo conocido. La familia de Dietrich y Anna formaron parte en el pasado de la asociación San Pío X.

Esta asociación fue creada por un grupo de sacerdotes que se negaban a aceptar las reformas del segundo concilio del Vaticano (1962 a 1965). Están en contra de la libertad de religión, el divorcio, la homosexualidad, los derechos iguales para la mujer, el aborto y la separación entre Estado e Iglesia. Se estiman entre unos 150.000 y 600.000 seguidores en la actualidad. Traen un planteo desafiante hacia la Iglesia católica que viene perdiendo seguidores desde hace tiempo, ¿son realmente una doctrina seria a seguir o una empresa que se inclina hacia al mejor negocio?

Las motivaciones de Anna Brüggemann, en cambio, fueron un poco más intimistas, aportando al guion un aspecto más femenino. Su preocupación era el mostrar los efectos nocivos de cualquier fundamentalismo, sea religioso o basado en ideales, sobre un adolescente. Si se les trasmite a los jóvenes el mensaje que desconfíen del mundo que los rodea, incluso de sus sentimientos, ¿cómo logran silenciar sus instintos? María es una adolescente con una voluntad de hierro que en respuesta a un mensaje nocivo encuentra una solución drástica para unificar su fe estricta y su deseo de tener una vida diferente.

Sin querer ensañarse con la iglesia católica, los hermanos quisieron mostrar un daño que puede venir de cualquier religión. Se trata de un abuso psicológico y continuo en los jóvenes, que puede ser mucho más nocivo que los abusos físicos esporádicos de los cuales algunos miembros de la iglesia católica fueron acusados.

Florian Stetter, quien interpreta al sacerdote de la orden de St. Paul, protagonizó otro film de la competencia de este año: Beloved Sisters (Die geliebten Schwestern, Dominik Graf), dándole vida a un joven y apasionado Friedrich Schiller. Su aire seductor es un complemento perfecto para interpretar a un sacerdote que habla con palabras convincentes a los jóvenes, pero también los deja perturbados, confundidos y con una gran responsabilidad que pesa sobre sus hombros.

Las ambigüedades de la historia son excelentes. Hay situaciones trágicas que se desenvuelven de una forma indignante, pero desafortunadamente esta percepción tan distinta a través de los ojos del fundamentalismo es muy común en nuestros días. María decide sacrificar su vida para sanar a su hermanito menor, por el cual tiene un gran afecto. Para su madre, María es una mártir y su muerte tiene un sentido. En mi mirada de espectador, veo un homicidio de una joven de catorce años, o en todo caso un suicidio que se podría haber evitado muy fácilmente.

Stations of the Cross es una de esas películas por las cuales vale la pena ir al Festival de Berlín. Se estrenará en Alemania este mes, pero por el momento carece de planes públicos de presentarse en las salas comerciales del resto de  Europa o en América. Sin lugar a dudas, un film fuerte que alborota en nuestras mentes muchas ideas y conceptos que actualmente nos tocan de cerca.