The Blacklist

Hay pocas series de televisión que hayan tenido un arranque tan brillante como el de The Blacklist, la nueva creación de Jon Bokenkamp, autor de Vidas ajenas (Taking Lives, D. J. Caruso, 2004), Seduciendo a un extraño (Perfect Stranger, James Foley, 2007) y La última llamada (The Call, Brad Anderson, 2013). De hecho, uno de los principales problemas de la serie es que, a veces, le resulta difícil estar a la altura de lo que prometía en el episodio piloto, cuando un irreconocible James Spader llega a la sede central del FBI en Washington y se entrega. Es entonces cuando descubrimos que, en realidad, Spader interpreta a Raymond Red Reddington, un exagente que se ha convertido en uno de los criminales más buscados por el FBI. Al entregarse, Reddington impone una sola condición: únicamente hablará con la agente Elizabeth Keen (Megan Boone), que es una recién llegada. Algunos críticos han señalado cierto parecido entre esta escena inicial de The Blacklist y el final de Seven (David Fincher, 1995). Y es que, no en vano, esa es una de las grandes bazas de esta serie: no hay nada nuevo en ella, pero recombina los elementos de una forma nueva.

Como era de esperar, todo el juego de la serie se reparte entre los personajes de Reddington y Keen, que esconden más de un secreto del pasado. Ahora bien, si logra atrapar al espectador no es por otra razón que por el magnetismo de sus personajes, fundamentalmente Reddington. Es más, los mejores episodios son aquellos en los que el personaje de Spader cobra más protagonismo. El título, The Blacklist, hace referencia a los criminales que Reddington va a ayudar a capturar, pero estos no importan demasiado, ya que, en ese sentido, The Blacklist no es muy diferente a otras series procedimentales de asunto criminal, como CSI: Crime Scene Investigation (2000-), Mentes criminales (Criminal Minds, 2005-) o Castle (2009-), por citar solo algunas.

Donde radica la novedad de The Blacklist es en la creación al detalle del personaje de Reddington: su forma de vestir, su manera de hablar, sus gustos exquisitos y sus modales perfectos… lo que, por otra parte, no está reñido con el hecho de que, llegado el momento, se convierta en un asesino letal e implacable. Hay en Raymond Reddington mucho del Hannibal Lecter de El silencio de los corderos (The Silence of the Lambs, Jonathan Demme, 1991). James Spader, que ha estado nominado al Globo de Oro por este papel, ya lo estuvo previamente por su participación en Boston Legal, serie que le valió dos premios Emmy, aunque ya había ganado uno anteriormente por su participación en El abogado (The Practice).

Esta serie de la cadena NBC, que en España emite Canal+, ha reunido más de 17 millones de espectadores en Estados Unidos, lo que hace pensar en su continuidad (ya se ha confirmado una segunda temporada). De todas maneras, de los veintidós episodios previstos, ya hemos podido ver los doce primeros y hacernos una idea de que, en realidad, la “lista negra” del título es solo el pretexto para un arco argumental que se centra en la relación entre la agente Keen y el carismático Raymond Reddington. Completan el reparto Ryan Eggold, como el esposo de Keen, Diego Klattenhoff, como el agente del FBI Donald Ressler, Harry Lennix, como el subdirector Cooper, y Parminder Nagra, como la agente de la CIA Meera Malik.

Como suele ser ya frecuente en muchas series, en el noveno episodio de la temporada se produce un interesante giro argumental y, por primera vez, aparece un episodio que no es autoconclusivo y que se prolonga en el siguiente; es el dedicado a Anslo Garrick, el número 15 de la lista negra. En este díptico, además, intervienen brevemente dos grandes intérpretes, Jane Alexander y Alan Alda. Sin duda, The Blacklist es una interesante propuesta de ficción televisiva (producida por una cadena generalista, no lo olvidemos) cuyo éxito o fracaso dependerá casi exclusivamente de la evolución del personaje de Raymond Red Reddington, un soberbio James Spader.

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