Críticas
Entre el martillo y el yunque
El último de los injustos
Le dernier des injustes. Claude Lanzmann. Francia, Austria, 2013.
El documentalista francés Claude Lanzmann ha pasado a la historia por haber rodado una obra monumental sobre el Holocausto, Shoah (1985), un documental de más de nueve horas de duración en el que recorre, más que el horror, los paisajes, los rostros y los testimonios de ese horror, lo que acaba por subrayar la ausencia de las verdaderas víctimas. Entre todas las entrevistas que realizó entonces para su película, hubo un personaje que le resultó apasionante, pero cuyo discurso no encajaba bien con el montaje final que le dio a Shoah. Se trataba de Benjamin Murmelstein, el último presidente del Consejo Judío de Theresienstadt, un gueto modelo situado a ochenta kilómetros de Praga.
El último de los injustos, el nuevo documental de Lanzmann, cuenta la historia que hace casi treinta años no encontró hueco en Shoah. Lanzmann entrevistó a Murmelstein en 1975 en Roma, ciudad en la que vivía exiliado. Murmelstein fue el único de los presidentes del Consejo Judío que sobrevivió a la guerra, si bien fue juzgado posteriormente por los checos y finalmente resultó absuelto. Su historia es la de Theresienstadt, lugar también conocido como Terezín, un lugar espectral que los nazis convirtieron en un instrumento más de propaganda: “Es un lugar siniestro, de una belleza inolvidable”, afirma Lanzmann.
Como afirma Stéphane Bou, “pese al fraccionamiento de su filmografía en siete películas diferenciadas, cada una con su propio carácter, la obra integral de Lanzmann es excepcionalmente compacta, quizás única –en ese sentido– dentro de la historia del cine documental: una espiral de testimonios que buscan dar la medida de un acontecimiento en realidad incalculable y que giran en torno a su misterio, que no solo sería vano, sino también ‘obsceno’ (palabra recurrente en la retórica del cineasta) querer explicar”. Lo mejor de El último de los injustos es que no sabemos si estamos ante un héroe o ante un villano, ante alguien que cuenta la verdad o ante alguien que intenta rescribir su pasado. Como afirma el propio Murmelstein, él se encontraba “entre el yunque y el martillo”.
Un momento muy interesante es cuando habla de Eichmann, según él, un malvado, pero también un corrupto. Murmelstein, que trató a Eichmann directamente durante siete años, pone en tela de juicio las ideas de Arendt sobre la banalidad del mal. Aunque durante el juicio Eichmann pudiera parecer un oscuro burócrata que solo cumplía con su deber, Murmelstein lo tilda de “monstruo” y de “demonio”. Ese mismo discurso podríamos aplicárselo al propio Murmelstein, quien, por un lado, consiguió que el gueto se mantuviera hasta el final de la guerra, pero, por otro, vio cómo deportaban a miles de judíos desde ese mismo lugar. Cuando alguien ha sobrevivido al horror, se convierte en una víctima doble, aunque, como muy bien señala Murmelstein, “no todos los mártires son santos”.
Las tres horas y medias de El último de los injustos se organiza con diversos materiales, agrupados en tres bloques: el tiempo de la guerra (con imágenes de propaganda nazi, fotografías y dibujos de los judíos que vivieron en el gueto de Theresienstadt); el tiempo de la entrevista a Murmelstein (Roma, 1975), y el tiempo actual, en el que vemos a un envejecido Lanzmann recorrer algunos de los escenarios principales de aquel horror. Como afirma el propio Lanzmann, “el caso de Terezín es un caso muy particular en toda la historia del nazismo. Se trata, como digo en el texto inaugural de la película, de una ‘ciudad’ que Hitler ‘regaló’ a los judíos. Pero no se trataba de una ciudad, sino de un grupo de barracones donde podían caber 7.000 soldados y metieron allí a 50.000 judíos. Es la cima de la crueldad y la perversidad nazi”. Por primera vez, como se acaba de mencionar, Lanzmann incorpora imágenes de archivo; en este caso, además de las fotografías y dibujos, llaman la atención las imágenes de la película que Kurt Gerron rodó en 1944 en Terezín: Der Führer schenkt den Juden eine Stadt.
Sin duda, el mayor atractivo de El último de los injustos es el carisma que desprende el propio Murmelstein, fallecido en Roma en 1989, un hombre inteligente y culto que, a pesar de haber vivido el horror, se muestra más como un superviviente que como una víctima o un héroe. Hay un auténtico duelo dialéctico, más que interpretativo, entre Lanzmann y Murmelstein. Theresienstadt fue, en cierto modo, el lugar del “como si”, el falso cuento del paraíso de los judíos, la historia que Murmelstein les contaba a los comandantes del gueto para sobrevivir una noche más, cono Scherezade.
Premios: Nominada al César al Mejor Documental
Tráiler:
http://www.dailymotion.com/video/x18ib5c_el-ultimo-de-los-injustos-trailer-espanol_shortfilms
Ficha técnica:
El último de los injustos (Le dernier des injustes), Francia, Austria, 2013.Dirección: Claude Lanzmann
Guion: Claude Lanzmann
Producción: David Frenkel, Manfred Fritsch, Danny Krausz, Jean Labadie, Kurt Stocker
Fotografía: Caroline Champetier, William Lubtchansky
Reparto: Benjamin Murmelstein, Claude Lanzmann