Críticas
La dignidad de una batalla perdida
Dallas Buyers Club
Jean-Marc Vallée. EUA, 2013.
Los temas morbosos, delicados y/o reivindicativos (por supuesto, de cierta idiosincrasia patriótica) son al cine de Hollywood lo que un buen churrasco de ternera es a un tragón insaciable. Un provechoso y disfrutable alimento, demasiado común y que sirve para llenarse muy rápido. La fusión de todos esos adjetivos en un único metraje se antoja el motivo real de la nominación de Dallas Buyers Club en la categoría de Mejor película de los últimos Premios Oscar: el sida es un tema tan peliagudo y lacrimógeno como recurrente y, por tanto, inevitable objeto de comparaciones inmediatas; el elemento diferenciador constituirá la clave de su validez crítica.
Porque, pese a tratarse de un trabajo tan absorbente como disfrutable (en términos de dureza expositiva), el análisis de cada componente individual de Dallas Buyers Club evidencia una irregularidad con la que cabe poca indulgencia. Empezando por el acusado desequilibrio entre la deficiente planificación visual de Jean-Marc Vallée y su sobresaliente dirección de actores. La caligrafía vigorosa y desprejuiciada de C. R. A. Z. Y. (2005) choca con ese temido amaneramiento industrial que a la vista de este último trabajo podemos achacarle. Aquella acentuada pulsión indie, que ligaba una arquitectura narrativa clásica (no exenta de pinceladas de humor extravagante), ahora institucionaliza el rigor de la imagen sobre una similar disposición dramática, donde no hay lugar, no ya para un contraste útil, sino para ningún vínculo atractivo.
Sin embargo, tal y como se viene repitiendo hasta la saciedad, en una suerte de letanía crítica unánime, tanto McConaughey como Leto ofrecen unas inmejorables actuaciones (merecedoras, estas sí, de sendas estatuillas de la Academia). Y es que Dallas Buyers Club no funciona exactamente como una película de grandes personajes, sino como una película de grandes valores interpretativos. Las elipsis explícitas eluden el complicado proceso que habría de derivar en la amistad entre dos caracteres tan divergentes como Ron Woodroof y Rayon, la aceptación de su condición vulnerable o su solidaridad repentina e incondicional. Y esto podría entenderse como un recurso para huir del tópico en una cinta cuyo cometido habría de ser el sorteo de los lugares comunes.
A este respecto, y sin abandonar la comparativa con C. R. A. Z. Y., cabe decir que mientras Vallée hablaba entonces de la homosexualidad con tacto, pasión y valentía, ahora incide en el tema sin pudores, de un modo mucho más brusco y ajado. Pero los planes del cineasta canadiense parecen ir más allá de la llamativa torpeza de hacer pasar por diferente una propuesta que formalmente no lo es. El conmovedor drama por el que transitan por obligación (la enfermedad como incidente desencadenante) un cowboy moribundo y su travestido y drogadicto compañero de fatigas es verosímil pese a las citadas omisiones, sobre todo las que conciernen a un sentimentalismo gratuito que, si bien podría haber atragantado la trama, también favorecería la lágrima del público. Pero, insisto, el objetivo es otro.
El desagradable, paupérrimo e ignorante contexto sociocultural que enmarcó el descubrimiento del sida a mediados de los años 80, condenaba a la categoría de tabú una enfermedad mesurada en cláusulas epidemiológicas. Dallas Buyers Club se sirve de esta potente premisa de arranque (sita en Texas, para más inri) para instalar una vehemencia combativa que apuntala su tesis directamente en las narices de la FDA (Food and Drug Administration) y su descarada defensa del negocio impune de la industria farmacéutica, que se enriquecía gracias a tratamientos destructivos al margen de la deontología profesional.
Hace poco que Steven Soderbergh ilustró esta teoría desde un punto de vista coral en Contagio (Contagion, 211). Por su parte, Vallée acierta al concentrar la denuncia en una figura carismática, encarnada por el mejor hombre en su mejor momento. De esta manera, el anárquico Woodroof se erige gurú profético de los enfermos, un Walter White ochentero, más cínico, de doctrina más impulsiva, pero también más consecuente. Y es que el poso psicológico de la acción (no olvidemos, basada en hechos reales) del cowboy texano guarda la proporción de la del protagonista de Breaking Bad, último pelotazo televisivo internacional, basado en la cosmogonía adictiva de sus personajes. Es escasa, pero muy grande esta moderna estirpe de antihéroes.
Trailer:
Ficha técnica:
Dallas Buyers Club , EUA, 2013.Dirección: Jean-Marc Vallée
Guion: Craig Borten, Melisa Wallack
Producción: Focus Features / Truth Entertainment / Voltage Pictures / R² Films / Evolution Independent
Fotografía: Yves Bélanger
Reparto: Matthew McConaughey, Jennifer Garner, Jared Leto, Steve Zahn, Dallas Roberts, Denis O'Hare, Griffin Dunne, Kevin Rankin, Lawrence Turner, Jonathan Vane
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