Críticas
Apartamento para cuatro
Extraterrestre
Nacho Vigalondo. España, 2011.
El ego de Nacho Vigalondo, a quien, en cuanto a su fachada intelectualoide y no exenta de fútiles polémicas pasadas, podríamos considerar una patria versión menor y no tan loca del danés Lars von Trier, da la sensación de alimentarse bien con cada proyecto que anuncia y con cada entrevista que concede. Sin embargo, un puñado de ocurrentes cortometrajes y dos largos que se salen del homogéneo y tristemente representativo esquema del cine convencional (y comercial) español, avalan esta compostura. No estoy legitimando con estas palabras la potestad de los cineastas ni para ostentar una política narcisista, ni para exhibir una pedantería que obligara a ser aplaudida. Pero, la indudable aptitud de Extraterrestre, verificada en esa asombrosa destreza para alcanzar su único objetivo, esto es, el de ser una cinta tremendamente divertida, confiere a Vigalondo un voto más a favor de permitirle hacer y decir lo que le dé la real gana.
Tras las pinceladas socarronas siempre presentes en la filmografía del cántabro, había ganas de ver cómo se defendía en el propio género cómico. Yo tenía mis dudas, pero he de reconocer que ha aprobado, y con nota, por la complejidad inherente a la tarea de sacar adelante una historia minimalista, tanto por tiempo y espacio como por personajes y acción. Lo único que me chirría (un poco) por la economía que define el guión, es la inclusión de unos efectos especiales low cost en forma de explosiones prescindibles (que entiendo, alguien como Vigalondo no hubiera omitido bajo ningún concepto), que vienen a justificarse como complemento de un slapstick pobretón, en favor del chiste dialogado -a buen seguro derivado de la verborrea del director- que combina ingenio veloz con machacona reiteración (copada por el genial Carlos Areces en cualquiera de sus formas, gestual o parlante). Eso sí, la única pega, ante la que aún se puede hacer la vista gorda por su historicidad, es la de no haberse desprendido de esa incondicional e involuntaria tradición ibérica de los ritmos irregulares, uno de los grandes males de nuestra comedia.
La ciencia-ficción alienígena es, quizá, el marco antípoda del que entenderíamos, en condiciones «no-vigalondianas», como el escenario más habitual para una comedia romántica. Y no es más que un pretexto («un paisaje de fondo», en palabras de Areces) para generar curiosidad sobre una propuesta sintética y mil veces vista; de hecho, el componente marciano se ubica en la trama en los cinco primeros minutos. A partir de aquí, el guión se desenvuelve bajo una única premisa, mecanismo activador de todos los giros a los que asiste el espectador: la mentira. Por eso, el enredo no proviene tanto del equívoco natural, como suele ocurrir en este subgénero, como de una mutación de este hacia un patrón de sospecha. Todos los personajes del piso, a excepción de Carlos (Raúl Cimas), son unos mentirosos y sus calumnias arman un tontorrón rompecabezas conspiranoico: la estúpida idea de que alguno de los presentes sea un alienígena infiltrado solo se sostiene por un tejido de suposiciones falsas de las que son responsables los dos protagonistas, cuya acérrima defensa de una indefinida noche de pasión no evidencia otra cosa más que un amor latente. En este sentido, Extraterrestre se me antoja, sin rebuscamientos, un calco conceptual de Fase 7 (Nicolás Goldbart, 2010), película argentina que prefería una distopía de carácter epidémico en lugar de la invasora.
El director de Los cronocrímenes (2007) sabe dónde buscarse amigos. Y es que, el principal valor de su filme, obviando su sustancioso guión, reside en un muy acertado casting copado de no-actores y compañeros de fatigas: la denominada «generación Chanante» abandera el culmen del humor español posmoderno y el gran narrador de ideas delirantes, Miguel Noguera, es el actual encargado de terminar de explorar estos límites. Eso sin desmerecer, por supuesto, a una Michelle Jenner en estado de gracia y a un Julián Villagrán que parece nacido para hacerse el tonto. Incluso, cabe decir en este apartado, a modo de curiosidad, que uno de los productores asociados de la película que nos ocupa es Borja Cobeaga, amigo de Vigalondo y una de las jóvenes figuras que han puesto en marcha la necesaria renovación de la comedia española, quien optó para sus trabajos por una fórmula protagónica opuesta a la de su colega: frente al exhibicionismo individualista de Pagafantas (2009) y No controles (2010), Extraterrestre aboga por el lucimiento colectivo.
El emotivo y simpático desenlace, además de dejar una sonrisa en la boca, vuelve al estado natural de las cosas. O, dicho de otra manera, pone los pies de todo hijo de vecino sobre la tierra, dejando irresoluta la fantasía galáctica, pero habiéndonos colado una historia de amor imposible, donde una retirada a tiempo no garantiza la victoria. Podrá ser un síntoma de buena educación, pero siempre acarrea una pérdida.
Tráiler:
Ficha técnica:
Extraterrestre , España, 2011.Dirección: Nacho Vigalondo
Guion: Nacho Vigalondo
Producción: Nahikari Ipiña y Nacho Vigalondo
Fotografía: Jon D. Domínguez
Música: Jorge Magaz
Reparto: Michelle Jenner, Julián Villagrán, Carlos Areces, Raúl Cimas, Miguel Noguera
¡Joder, vaya paja mental de crítica! Tanta verborrea hiperborea y hueca, elíptica y autodescriptica para no decir absolutamente nada.
¡Enhorabuena al crítico!