Reseñas de festivales
Naomi Campbel – No es fácil convertirse en otra persona
El personaje de Naomi Campbel parece confirmar una primera intuición acerca de la transexualidad: Paula Dinamarca, que se hace llamar Yermén, es como una mujer atrapada en un cuerpo de hombre. En la escena en la que hace el amor en un auto ella se niega a asumir el papel de varón con su pareja masculina. Ella no se siente homosexual ni bisexual como su compañero, se siente exclusivamente mujer, y ante los demás se desenvuelve de una manera tan femenina, sobre todo en lo que respecta a su forma de hablar, que le permite ganarse la vida como tarotista que trabaja por teléfono. Incluso en un diálogo dice que experimenta molestias cuando sus órganos sexuales masculinos funcionan como tales.
Lo que cuenta es que el trazado de la línea que separa las identidades para Yermén parece tener la misma rigidez y dureza que la marginación que ella padece. La indagación en toda la dimensión de esa exclusión es el lado más interesante de filme chileno de Camila Donoso y Nicolás Videla, que la relaciona con la situación del personaje como habitante de un barrio marginal. También está atrapada allí, no sólo en su cuerpo.
La búsqueda del personaje de transformarse en hombre coincide con su deseo de salir del lugar donde vive. Eso trae a colación también el problema del cambio individual como el que parece ser la única opción, en contraste con la propaganda que evoca la transformación social a la que aspiraban los partidarios de Salvador Allende y que persiste en murales, en la población donde viven los que no logran salir de la marginalidad.
La duda acerca de la posibilidad del cambio individual es planteada por un segmento en el que unos obreros se quejan de que no les pagan. El sistema no cumple sus promesas, al parecer. Pero Yermén cree en esa posibilidad, y esa aspiración, junto con su concepción dicotómica de la identidad sexual, llevan a pensar que es un personaje que no es sólo víctima del orden que lo margina, sino que contribuye a mantenerlo en la práctica.
En todo caso los juicios acerca de la protagonista son responsabilidad exclusiva del espectador, porque en Naomi Campbel se le hace un seguimiento al personaje, una transexual que se interpreta a sí misma, con una mirada objetiva que puede confundirse con la de un documental de observación, salvo en aquellas escenas que son obviamente ficción, como la del sexo en el auto, por ejemplo. En contraste con eso, la subjetividad está presente en las imágenes documentales: las registradas por Yermén en la población, con una cámara que le proporcionaron los realizadores, y que son comentadas por ella. Ese juego con la objetividad de la ficción y la subjetividad del documental es otro de los atractivos que puede tener esta película para el espectador cinéfilo.