Reseñas de festivales
El cuarto desnudo
Integrando el conjunto de las más de cien películas de la Sección Panorama del 16º Bafici, junto a la última de Alain Resnais (Aimer, boire et chanter) y a la película estrella de Claude Lanzmanm (El último de los injustos), El cuarto desnudo aparece como un pequeño y perdido documental de interés clínico.
Rodado con cámara fija, encuadrando en primer plano a los pacientes (niños y adolescentes) que acuden a la guardia de un hospital psiquiátrico infantil de Ciudad de México, Nuria Ibáñez navega por ese territorio que se dirime entre la representación de la realidad y la ética frente a lo que la cámara muestra.
Los niños que son entrevistados por los médicos argumentan sobre su comportamiento, sobre su relación con los padres y con las situaciones contra las que no pueden luchar. El espectador queda atrapado en la conflictividad de sus historias, en la incomprensión de su realidad, en la esperanza de que haya una salida para esos chicos. Hay por parte del espectador, también, un sentimiento de pudor frente a los testimonios que los niños brindan al médico. Y ahí es donde “hace ruido” el documental, en esa pequeña línea que separa el territorio de lo que se puede, o no, mostrar.
El cuarto desnudo no deja de alarmar por la realidad que expone, chicas que se ven gordas, a pesar de estar con buen peso; niñas que se cortan o han intentado suicidarse, porque no se soportan; chicos que sufren de incontinencia urinaria, a pesar de ser grandes para ello, o personitas que vuelcan su conducta violenta sobre los seres que más quieren. Estos chicos han llegado a la clínica por decisión propia o porque los han llevado. Han encontrado contención por parte de los médicos, y Nuria Ibáñez se encarga de cerrar el documental tan árido con una pequeña luz de esperanza. Todos creen que han hecho bien en ir a atenderse. Todos creen que podrán salir adelante.
No más que eso es lo que vemos. No más que eso es la propuesta de la directora, pero tampoco es menos que eso. No hay más discurso que esas caras tan jóvenes en primer plano y sus testimonios estremecedores. Si existe propuesta de reflexión, ésta se plantea en términos que son responsabilidad absoluta del espectador. Quizá el único comentario formal sea la elección del primer plano del paciente con cámara fija, donde vemos las expresiones de los chicos y escuchamos en off los comentarios de los padres o de la médica, , así como el montaje, donde se han ubicado hacia el final las esperanzas expresadas por estos pequeños.
El cuarto desnudo es un pequeño fresco sobre la niñez y la adolescencia en un país latinoamericano. Persigue con su mirada restringida en la imagen, un panorama general de una capa etaria y de una clase baja de la sociedad. Ibáñez deja hablar a los chicos, le da carta blanca a los médicos para que los entrevisten y consigue expresiones que van desde el miedo hasta la rabia, todas bañadas por una profunda tristeza, el gran desamparo que sufren y la descomposición familiar de su entorno. Lo demás, como dijimos, corre por cuenta del espectador, que asiste impotente a la representación de la fragilidad humana.
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