Reseñas de festivales
La última película
Inspirada en la aventura fílmica de Dennis Hopper (The last picture, 1971) en las ruinas incas del Perú, el holandés Mark Peranson y el tailandés Raya Martin recogen el reto de CPH:LAB, del Festival de Copenhague, y se instalan en México para realizar una obra vanguardista que piense el cine como tal y la realidad vista y retratada como punto de reflexión.
El espectador se ubica frente al visor de la cámara y todo lo que suceda enfrente será registrado, visionado y recibido a un ritmo que no da respiro. Estamos a pocos momentos del Apocalipsis maya. La cámara nos invita a recorrer el espacio, a ver/mirar a quienes se han congregado junto a las pirámides en espera del signo mágico que señala el cambio de era.
Alex Ross Perry interpreta a un cineasta en busca de locaciones para su próxima película, y que ha coincidido con el momento crucial de la cultura azteca. Lo acompaña un guía vernáculo, Gabino, que cobra protagonismo luego de rescatar al cineasta de la cárcel, donde ha caído por filmar sin permiso en locaciones históricas. Los límites entre documental y ficción se vuelven difusos. La verborragia del cineasta es interminable y se pasea por su condición de hombre de cine, su posición frente a la realidad que retrata o la mirada de las ruinas como gran set de filmación, donde pueda llevarse a cabo un sacrificio humano… Pone en tela de juicio la veracidad de los monumentos, se burla de la ingenuidad de los turistas y del oportunismo de los guías, poniendo en entredicho el papel de la cultura occidental.
Filmada en siete días y medio, con nueve cámaras y distintos formatos (en fílmico y digital), como lo exige el CPH:DOX, utiliza registros propios del documental y del cine de ensayo, de la ficción y del cine vanguardista, de la epopeya histórica y de la ciencia ficción… Todo esto teñido por un discurso con grandes dosis de humor que raya en la ironía y el cinismo. Los comentarios entre los personajes incluyen al espectador, que oficia de “verdadero” cineasta al frente de la cámara, debido a la subjetividad con que está filmada La última película. Ese espectador-cineasta es testigo ineludible de los comentarios del protagonista, que lo insertan en el discurso, porque todo cineasta es cómplice de lo que se dice y muestra en su película.
El monólogo de Alex Ross Perry no tiene desperdicio. La cámara juguetea con la realidad, encontrando momentos sublimes, como el río rojo o la imagen invertida de la pirámide con un cielo profundo a los pies, que provoca vértigo en una panorámica interminable.
La última película es una de las mejores propuestas que ofreció el 16º Bafici. Inteligente, graciosa, cómplice, reflexiva… Una pena que para los integrantes del jurado haya pasado inadvertida.
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