Festivales
BAFICI 2014. Un BAFICI con happy ending
El 16° Bafici tuvo un final feliz en el palmarés, aunque comenzó con una introducción dramática. No se trata del filme de apertura, The Congress de Ari Folman, que se exhibió en el Parque Centenario de Buenos Aires, sino de lo que escribió el director artístico, Marcelo Panozzo, en el catálogo: “Este Bafici fue alumbrado desde el ojo de varias tormentas. Temporales que ya pasarán, claro, porque incluso los cielos más encapotados se abren, pero lo cierto es que no fueron pocos los tropiezos que tuvimos en el camino: subidones y bajones de ánimo, montaña rusa enloquecida que avanzaba al ritmo de devaluaciones, (no) sustitución de importaciones, gente convencida de que aplicar 200% de aumento a un servicio es lo más normal del mundo (¡¿de qué mundo?!), lámparas de proyección inconseguibles y algunas otras delicias de la vida nacional”.
Sonaba a excusa por la ausencia de invitados extranjeros como los de años anteriores. “Sería provinciano”, se defendió Panozzo ante el diario español El País. Sin embargo, se exhibieron más de 500 títulos, aunque Diego Brodersen y Horacio Bernades, críticos del diario argentino Página/12, echaron en falta algunos esperados por los cinéfilos. Uno de ellos podría ser Pelo malo (2013), la película venezolana de Mariana Rondón que ganó la Concha de Oro en San Sebastián. Quizás debió estar al menos en Panorama.
Jorge García escribió en el blog Con los Ojos Abiertos que hubiera sido preferible menos cantidad y más rigor al seleccionar. Pero el director artístico argumentó en El País que concibe el Bafici como un festival para el público, lo cual explicaría que Río 2 (2014) y Los Muppets 2 (Muppets Most Wanted, 2014) fueran incluidas en la programación, además de una extensa sección dedicada al deporte, junto con las habituales películas sobre música. Los 380.000 espectadores, cifra oficial de asistencia, le darían la razón.
En lugar de las estrellas, se promovió como atractivo el descubrimiento en la retrospectiva principal. Estuvo dedicada al realizador Uri Zohar, con la provocación publicitaria de llamarlo “el Leonardo Favio israelí”. Zohar renegó del cine para convertirse en un rabino ortodoxo, lo cual explicaba que no fuera al festival. Otra cineasta de obra poco vista que tuvo un programa en el Bafici fue Rita Azevedo Gomes, de Portugal, y hubo una retrospectiva del brasileño Cao Guimaraes, miembro del jurado de la competencia argentina, la cual incluyó El hombre de las multitudes (O homen das multidoes, 2013).
A falta de las películas que extrañaron Brodersen y Bernardes, el festival tuvo un marcado perfil de culto, como señaló Alejandro Turdo en Escribiendo Cine. Hubo un programa dedicado a Frank Henenlotter, realizador de cintas de exploitation como Baket Case (1982) y sus secuelas, quien fue invitado a dar una clase magistral en el Bafici. También estuvieron en la programación filmes como Maniac Cop (1988), escrito por Larry Cohen y dirigido por William Lustig, y Streets of Fire de Walter Hill (1984).
Habrá quien piense que no es serio exhibir películas como esas junto con la ganadora de la Palma de Oro en el Festival de Cannes, Aimer, boire et chanter de Alain Resnais (2014), o el León de Oro en Venecia, Sacro GRA de Gianfranco Rosi, por ejemplo. Pero los programadores del Bafici volvieron a demostrar así que no tienen prejuicios con respecto al cine. Esa es otra de las razones por las que hay cinéfilos que aman el festival.
El palmarés fue como todo happy ending. Ganadora en la competencia internacional resultó Fifi Howls From Happiness de Mitra Farahani, una de esas películas que ayuda a recordar que para hacer cine lo principal es una cámara y una idea en la cabeza, como decía Glauber Rocha. Sin embargo, no es un filme de la estatura de Alamar de Pedro González Rubio, de México, premiado en 2010, ni de Aquel querido mes de agosto (Aquele querido mes de agosto) de Miguel Gomes, de Portugal, el ganador en 2009, ni de Berberian Sound Studio de Peter Strickland, del Reino Unido, galardonada en 2013.
En Vanguardia y Género hubo un palmarés más radical, como cabía esperar en la sección que es el verdadero corazón del Bafici. El Gran Premio fue para Manakamana de Stephanie Spray y Pacho Velez (EUA-Nepal, 2013), documental que usa una técnica característica del structural film, y el premio al mejor largometraje para It for Others de Duncan Campbell (Reino Unido, 2013), un ensayo sobre los objetos. Mención aparte merece el corto ganador, Redemption de Miguel Gomes (Portugal-Francia-Alemania-Italia, 2013), en el que se recurrió al found footage y la lectura de cartas para imaginar los sentimientos que podrían haber tenido en un pasado lejano cuatro líderes de la derecha en Europa: Pedro Passos Coelho, Silvio Berlusconi, Nicolas Sarkozy y Angela Merkel.
La misma tónica audaz tuvo el filme de clausura: The Second Game (Al doilea joc) de Corneliu Porumboiu (Rumania, 2014). Es una película en la que se reproduce íntegramente la transmisión de un partido de fútbol en ese país, jugado bajo una copiosa nevada en los últimos años de la dictadura comunista. Lo comentan el realizador y su padre, quien lo arbitró. Más interesante que las cuestiones políticas es la pregunta que plantea sobre qué es lo que puede tener interés para el cine. Se corresponde, además, con un sentido del humor que requiere la complicidad del espectador y que también está presente en los planos fijos de las personas que viajan en teleférico de Manakamana.
En la competencia nacional premiaron otra película en la que el Nuevo Cine Argentino actual se vuelve reflexivo y cuestiona la idea que aún se tiene del Nuevo Cine Argentino. Fue El escarabajo de oro de Alejo Moguillansky y Fina-Stina Sandlund (Argentina-Suecia-Dinamarca, 2014), un filme de cine dentro del cine, en el que se mezclan los géneros y que revisita con humor temas trascendentales como la historia, el feminismo y el colonialismo, así como la miseria de las coproducciones. Es una adaptación libérrima del cuento de Edgar Allan Poe del título, y también de La isla del tesoro, de Robert Louis Stevenson “desde el punto de vista de los piratas”, como se explica en los créditos iniciales. No deja de recordar a UPA! Una película argentina, de Santiago Giralt, Camila Tocker y Tamae Garateguy, que ganó la competencia nacional del Bafici en 2007.
También resultó destacada en el palmarés otra película argentina: Mauro de Hernán Rosselli, galardonada con el Premio Especial del Jurado en la competencia internacional y el premio de la Fipresci. Es un filme sobre fabricantes de billetes falsos, que “traspasa el realismo como mero contenido para repensarlo desde la forma: no se trata sólo de la modernidad de la puesta en escena (con sus curiosos planos fijos y sus precisas elipsis narrativas), sino de pensar al realismo como sofisticada falsificación”, escribió Nicolás Prividera en el blog Con los Ojos Abiertos. Pero no le fue conferido el galardón principal, y tampoco es una cinta que pudiera formar parte de la lista de ejemplos de más arriba.
Una película todavía más audaz fue El rostro de Gustavo Fontán (2014), que ganó el premio al mejor director en la competencia argentina. Es un filme sobre la percepción del espacio y el tiempo, rodado en una isla del Paraná con video, y película Super 8 y de 16 mm en blanco y negro, y con un cuidadoso uso del montaje asincrónico del sonido. Quizás debió haber competido en Vanguardia y Género, al igual que El futuro de Luis López Carrasco (España, 2013), que obtuvo una mención en la competencia internacional.
Premios aparte, entre los títulos nacionales sobresalieron los de Córdoba, ocho en total. Uno de ellos fue Tres D de Rosendo Ruiz, otra película de cine sobre el cine, que se desarrolla en el Festival de Cosquín y llama la atención porque incluye entrevistas a los directores de argentinos José Celestino Campusano, Gustavo Fontán y Nicolás Prividera, y al venezolano Atahualpa Lichy. Otro filme de un realizador de esa provincia fue el titulado en francés Si je sui perdu, n’est pas grave, del ganador el año pasado en la competencia argentina por La Paz, Santiago Loza, y también compitieron Ciencias naturales de Matías Lucchesi y Atlántida de Inés Barrionuevo, que recorren caminos conocidos del Nuevo Cine Argentino, y El último verano de Leandro Naranjo.
El nuevo cine cordobés fue llamado el fenómeno del momento en el Bafici por el crítico Roger Koza, en una nota que escribió para La Voz del Interior, diario que se publica en esa ciudad. Pero en realidad se remonta a 2010, cuando De caravana de Rosendo Ruiz fue presentada en el Festival de Mar del Plata, señaló Horacio Bernades en Página/12.
Recapitulando, las nubes que se anunciaban no resultaron ser tan negras, aunque llovió abundantemente en Buenos Aires durante el Bafici. Que haya sido una cuestión circunstancial, o indicio de decadencia, es algo difícil de determinar por ahora, aunque la polarización política de Argentina ofrezca respuestas instantáneas. Lo que parece estar claro es que en 2015 Panozzo no debería escribir las mismas metáforas meteorológicas.