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¿Qué esconde la sonrisa de Charlot?
La mayoría de la gente ha oído hablar de Charlie Chaplin, por supuesto. No habrá quien no conozca al personaje de tramp (vagabundo), también conocido como Charlot o Carlitos en Hispanoamérica, que lleva una americana algo estrecha, unos pantalones holgados, unos zapatos grandes, anchos y gastados, un bombín, un bastón de caña y el bigote distintivo, con su reconocible manera de andar y su maestría en slapstick[1]. Charlie Chaplin es un icono en la cultura occidental. ¿Cuántos de nosotros hemos visto alguna película suya y podemos contarla? Funciona en nuestra mente como el Rey de la Bufonada, pero… ¡Atención! Va mucho más allá de este personaje: fue un visionario, un cineasta apasionado y auténtico. Perfeccionista, exigente, resuelto y decidido, vehementemente defensor de sus convicciones y proyectos, a veces contra la voluntad de los demás. Un poeta soñador y solitario, extremedamente sensible, perseguido toda su vida por el sentimiento de pérdida.
La película Chaplin, de Richard Attenbourough (1992), estrenada exactamente quince años después de su muerte, está parcialmente basada en Mi Autobiografía, escrita por el mismo Charles Chaplin y publicada en 1964. La coproductora de la cinta, Diana Hawkins, fue la que le propuso hacer el filme a Richard Attenborough, sabiendo que él era un gran admirador de Chaplin. Los críticos acusan al director de haber pintado un retrato de Charlie Chaplin lisonjero y fino en aparencia. A decir verdad, debe ser imposible encajar la vida de un personaje como él, tan abundante en traumas y logros, en solo 144 minutos. Cabe mencionar que el corte de editor tenía cuatro horas y habían rodado doscientas horas de metraje, mientras que la versión del director era de 147 minutos, es decir, 12 minutos más larga que la versión que se estrenó en las salas. Attenborough afirmó que los cortes habían dañado su obra.
A pesar de todos los inconvenientes y críticas, el filme contiene secuencias valiosas que nos permiten descubrir al auténtico Charlie Chaplin y dejar de verle desde el ángulo del personaje de tramp. Se lo tenemos que reconocer a Robert Downey Jr., cuya interpretación se mantiene intensa desde los primeros segundos y hasta el final¸ cuando con lágrimas en los ojos se enfrenta a su vida y a su obra. No es de extrañar que ganara el Premio BAFTA 1993 como mejor actor y fuera nominado a los Premios Oscar del mismo año. Johnny Depp, Jim Carrey y Anthony Sher habían sido considerados para este papel, al igual que Kevin Kline. Este último, finalmente, representó a Douglas Fairbanks, que en 1919 cofundó Artistas Unidos con Chaplin, Mary Pickford y D.W. Griffith.
Innegablemente, las secuencias más valiosas, mencionadas anteriormente, incluyen el comienzo, donde Charlot, o más bien, su sombra, aparece reflejada en la puerta. Se sienta frente al espejo en un camerino vacío. Está claro que acaba de actuar, porque está maquillado y lleva su traje de vagabundo. Se mira al espejo con los ojos cansados y llenos de tristeza. Se quita el bombín y lo cuelga en el perchero, al lado de la foto de su madre. Sigue despojándose del disfraz, incluso del bigote y del maquillaje, la expresión de pesadumbre aún permanece en su rosto, sus labios cerrados, su mirada vacía e inexpresiva, el maquillaje corre por sus mejillas. A estas alturas, el espectador sabe que la película no va a tratar del humorista más reconocido del mundo, sino del hombre de carne y hueso, y el sufrimiento que lleva consigo. Esta escena, además en blanco y negro, parte el corazón. Como el final: justo antes de aceptar el Premio honorífico de la Academia, Charlie ve una recopilación de imágenes de sus películas muy conmovedora, que incluye la secuencia emocionante de Charlot persiguiendo por los tejados el coche que se lleva a su niño John. Al final vuelven a reunirse y Chaplin llora. En El chico (The Kid, 1921), se inspiró en la crudeza de su infancia y en la reciente muerte de su hijo, que había nacido prematuro. Fue una película excepcional, en la que plasmó mucho de sí mismo.
La película de Attenborough da evidentes muestras de que Chaplin era una persona valiente, con convicciones fuertes que no temía demostrar, aunque fueran en contra de las creencias populares. Veía más allá de ellas. En una oportunidad, tuvo una discusión con su hermano Sydney sobre el cortometraje El inmigrante (The Inmigrant, 1917), por la escena en la que Chaplin da patadas a un oficial de inmigración. Esta escena fue citada más tarde como prueba de su antiamericanismo, en la época en que le forzaron a dejar los Estados Unidos. Sydney lo predijo cuando expresó su desaprobación respecto al filme: “Lo has convertido en un maldito tratado político. Somos invitados aquí, y no puedes críticar las formas en que esto funciona”.
Otro ejemplo se dio con la oposición radical de Chaplin a la innovación del cine sonoro. Y así, cuando Syd le propone resolver un problema con una escena (citada más abajo) con “haremos que los actores hablen”, responde: “El Vagabundo no puede hablar. El momento en que hable, se muere”. A la pregunta de Syd: “¿Quién pagará para verte a ti cuando todos los demás estén usando sonido?”, la respuesta es: “¿Quién? […] Los japoneses por un lado, y los rusos, por otro. Y todo aquél que no hable inglés. ¿O se te olvidaron los otros 9/10 del mundo? Creo que tendré que demostrártelo”. Charlie hace una parodia de una hipotética actuación de Nijinsky, el bailarín ruso de gran reconocimiento entonces: mientras baila “El lago de los cisnes” explica, con acento ruso, todo lo que está haciendo. Al final añade: “Sería horrible. Porque la magia se fue. Justo como sucedería con el Vagabundo”. Mucho más intensa es la situación del banquete, cuando abiertamente critica al nazismo y causa un escándalo político. En el momento en el que el alemán le saluda y se define como su gran admirador, Chaplin le contesta: “Lo siento. Prefiero no estrechar la mano con nazis”. Uno de los hombres que está sentado a la mesa, dice que Chaplin es judío, y a esta afirmación el artista responde: “Temo que no tengo ese honor”, y se va. Además, tiene fervientes desacuerdos con su hermano, un judío por parte de padre, que le intenta convencer de que “¡nadie quiere ver una película acerca de Adolf ‘jodido’ Hitler!”, pero Charlie contesta: “¡Yo sí!”. Y otra vez va más allá: “No estás entendiendo”, dice Chaplin. “Al final no es acerca de Adolf Hitler, se trata del Vagabundo. El pequeño barbero que ha tomado su lugar”. Syd es de la opinión que “lo que está ocuriendo en Europa no es nuestro problema. ¡No es de tu incumbencia! ¡Eres un cómico!”. La respuesta es muy pertinente: “Sí, Syd. Y tú eres un judío”. Al final hace su primera película sonora, El Gran Dictador (The Great Dictator, 1940), en la que el personaje de Adenoid Hynkel, dictador de Tomainia, interpretado por él mismo e inspirado en el dictador alemán Adolf Hitler, juega con un globo terráqueo.
Charlie es un hombre muy sensible, no sólo se preocupa por la injusticia de la guerra, sino también por los menos afortunados. Cuando habla de la depresión de 1929, a la que considera profundamente cruel, dice: “Llevé una vida de lujo. Pero fui ciego. Eso es fatal para un narrador de cuentos”. Al salir de un restaurante con Paullete Goddard, su futura mujer, le piden autógrafos, y él comenta: “Hubiera deseado que me pidieran dinero. Han ocurrido cosas terribles desde la caída [de la bolsa]. Millones de americanos decentes han sido despojados de su trabajo […] y yo no he dicho nada. Me avergüenzo”.
Trabajador infatigable. Perfeccionista. Un jefe exigente. Una de sus actrices, Edna Purviance, tiene que repetir la escena en la que come chile con carne 47 veces, hasta que Charlie queda contento. Afortunadamente, también sabe cómo animar a sus actores. Y con todo, también es exigente consigo mismo. Mientras está tocando el violín, su hermano entra y le encuentra de mal humor, porque está trabajando una escena y tiene un bloqueo que no sabe cómo resolver. Se sumerge en su trabajo. Su matrimonio con Paulette Goddard termina en divorcio, porque en ese momento de su carrera profesional Charlie no tenía tiempo para ser marido o padre. No le afecta cuando Paullete besa a su asistente para demostrarle lo encerrado está en su trabajo, y sigue componiendo el tema instrumental Smile[2]. Finalmente, Paullete le deja diciendo: “No voy a lograrlo. ¿Perdiste a tus otras esposas así?”. Él admite que sí.
En 2008, el escritor Martin Sieff, en su libro Chaplin: una vida, redactó: “Chaplin no era solo un grande, era gigantesco”. George Bernard Shaw lo denominó “el único genio de la industria del cine”. A pesar del éxito que tuvo, siempre tuvo un sentimiento de fracaso, de ser un hombre de segunda categoría. Hay una escena hacia al final de la película, donde Chaplin le dice al periodista George Hadley (interpretado por Anthony Hopkins, el único personaje principal en la película que es completamente ficticio) en relación a la locura como tara familiar: “[El problema] es cuando sientes que te estás acercando pero no puedes hacer el resto del camino. No eres lo bastante bueno. No eres lo suficientemente completo. Y a pesar de todas tus fantasías, eres mediocre. Eres humano. Y eso es muy duro”. En ese momento se siente cargado por su propia exigencia y aunque justo después lo minusvalora con “Eso no tiene importancia. Al final del día, eres juzgado por lo que hiciste y no por lo que no hiciste”, se va a echar la siesta, nos deja con una gran pena, porque él mismo no podía reconocer sus logros como lo han hecho todas las generaciones hasta ahora. Nunca vamos a saber qué sentimiento le acompañaba cuando fue a aceptar su Premio Especial de la Academia, el día de sus 83° cumpleaños, y lloraba viendo una recopilación de sus obras. Quizás la fuente de sus lágrimas fue el orgullo y la alegría que sentía viendo los frutos de su propio éxito. O más bien, las últimas escenas de El chico le recordaron todo el daño que había sufrido en su infancia.
Merece la pena tener presente el tema del amor en su vida. Después de tres matrimonios fallidos y muchas aventuras sentimentales, que la película representa muy bien, tuvo mucha suerte al encontrar el amor incondicional y eterno, como se suele ver en las películas. Su cuarta mujer, Oona O´Neill tenía dieciocho años cuando se casaron (él tenía cincuenta y cuatro). Tuvieron ocho niños. Cuando le prohibieron a Charlie entrar en los Estados Unidos, Oona renunció a su propia ciudadanía estadounidense y vivió el resto de su vida con su marido en Suiza. Le sobrevivió catorce años y nunca dejó de llorar su muerte, hasta su propio fallecimiento, en septiembre de 1991. La película la representa como un ángel de la guarda: amable, afectuosa, generosa, comprensiva, paciente y sabia. Debió ser, según la película, una de las pocas personas que sabía cómo tratarle sin ser condescendiente, pero con buen humor, particularmente cuando ya Charlie era mayor y estaba irritable.
Quizás desde el punto de vista de un espectador medio, el aspecto más importante de una biografía cinematográfica es salir de la sala con la impresión de haber conocido a un gran personaje desde su aspecto humano más que de su genialidad. Chaplin consigue que seamos capaces de responder a la pregunta puesta en el título: la sonrisa de Charlie Chaplin, un innegable genio de la cinematografía mundial, esconde a un hombre noble, apasionado y valiente, muy sensible, con desconfianza en sí mismo y perseguido por los demonios de su infancia. Así que él y nosotros tenemos algo en común: somos seres humanos.
[1] Slapstick (traducido del inglés como «bufonada» o «payasada»; o «golpe y porrazo») es un subgénero de la comedia, que se caracteriza por presentar acciones exageradas de violencia física que no derivan en consecuencias reales de dolor. El slapstick es una forma bulliciosa de comedia que basa su atractivo en el dolor, la farsa, los golpes y las bromas prácticas del humor crudo para crear un efecto cómico en el espectador, excediendo los límites del sentido común. es.wikipedia.org/wiki/Slapstick
[2] Poca gente sabe que Charlie Chaplin fue el compositor del tema instrumental de una canción bien reconocida, Smile, que escribió en 1936 para su película titulada Tiempos Modernos. En 1954, John Turner y Geoffrey Parsons agregaron la letra y el título, y el mismo año la canción fue interpretada por primera vez por Nat King Cole (www.youtube.com/watch?v=xZvMJ188o3Y), al igual que otros artistas, incluso Michael Jackson. Cabe mencionar que Robert Downing Jr., el primer actor del papel principal, también cantó la canción, pero no fue utilizada en el corte final.
Karolina, agradable de leer e ilustrativa