Críticas
La memoria en la penumbra
Ida
Pawel Pawlikowski. Polonia / Dinamarca, 2013.
Cuando habla de la habitación, no quiere olvidar las ventanas que a veces se encuentran en ella. La habitación no es necesariamente una imagen de la conciencia hermética; él sabe que cuando un hombre o una mujer están de pie o sentados en una habitación, allí hay algo más que el silencio del pensamiento: el silencio de un cuerpo que lucha por transformar sus pensamientos en palabras.
Paul Auster, en La invención de la soledad.
Ida es una historia que transcurre en la Polonia comunista de comienzos de los años sesenta. En este contexto, los tiempos de la ocupación nazi no constituyen solo un fantasma reciente. Sus ecos todavía se despliegan a través del antisemitismo vigente en ciertos sectores de la comunidad católica polaca. Ida es la historia de una búsqueda, la de los cuerpos de los padres de su protagonista, una monja adolescente que desconoce sus orígenes judíos, el destino de su familia durante la guerra e, incluso, su verdadero nombre. Anna vivió toda su vida en un convento y es enviada por la Madre Superiora a compartir un tiempo junto a su tía Wanda, antes de tomar los votos sagrados que reafirmarán su vocación religiosa. Luego de un frío y desinteresado recibimiento inicial por parte de su familiar, Anna se entera de que en realidad se llama Ida, que sus padres han sido asesinados durante la guerra y que se desconoce el paradero de sus cuerpos. Decidida a encontrar sus restos para darles sepultura, Ida emprende esta búsqueda acompañada por su única pariente, una fiscal que desempeñó un rol destacado durante los años de la resistencia al nazismo, y que carga a cuestas con cierta justicia impartida con severidad hacia los “enemigos del pueblo”. Su soledad solo se ve matizada por el alcohol y el sexo ocasional. Su rígido carácter y su fría determinación contrastan con la introversión y el semblante piadoso de Ida. Cuando Ida manifiesta su voluntad de dar inicio a la búsqueda de los restos de sus padres, Wanda le advierte que el posible resultado de su aventura es el de descubrir “la muerte de Dios”. Esta fuerte confrontación secular marcará un punto de inflexión en las convicciones religiosas de Ida, sumada a la irrupción de un joven músico de jazz a quien levantan a mitad del camino. Queda claro que el camino recorrido por Ida no estará expuesto solamente a una búsqueda objetiva o exterior.
Ida es la quinta película de ficción de Pawel Pawlikowski, pero la primera que filma en su Polonia natal, luego de dos décadas desempeñándose como documentalista y cineasta nómade. Este reencuentro con el territorio de su infancia mantiene claras resonancias con el emprendimiento de la joven protagonista de su relato. La estética de la película evoca al cine de Europa del Este de los años en los que transcurre esta historia, con su relación de aspecto 1.37:1 y una deslumbrante fotografía en blanco y negro que realza la nitidez de los primeros planos, los desenfoques en los fondos y los claroscuros que invaden el rostro de Agatha Tzrebuchowska, inmenso hallazgo y actriz no profesional con la que el cineasta dio casi por casualidad, a través de una foto tomada por un amigo en un café de Varsovia, cuando no lograba encontrar en los castings a ninguna mujer apropiada para el papel protagónico. Agatha Kulesza compone a su tía Wanda con mayor profesionalismo, pero con una intensa transparencia a la hora de dejar translucir en su rostro las heridas del pasado.
Cualquier espectador que vea esta extraordinaria película podrá reparar casi de inmediato en el modo en que Pawlikowski encuadra a sus personajes, a los que desplaza hacia los márgenes inferiores del plano, como si hiciera de este una inmensa habitación donde los rostros y cuerpos pueden convivir con sus pensamientos. Pero también resulta importante advertir la importancia que tiene la elección del segundo plano para el director. La mayoría de los encuadres procuran enmarcar los cuerpos de sus personajes, ubicándolos por delante de estructuras simétricas pero fragmentadas. Tanto el de Anna como el de su tía Wanda son cuerpos portadores de almas escindidas. La composición pictórica de los encuadres edifica una película de una belleza ostensible, pero adecuada, como la presencia de la niebla que siempre asoma en el horizonte de cada plano exterior.
En el libro de Paul Auster citado al comienzo de esta reseña se hace una mención muy especial de las obras del pintor barroco Johannes Vermeer, quien se destacó por la constante presencia de mujeres solitarias en espacios cerrados a través de sus pinturas. A menudo se veía en ellas una tibia luz que bañaba el cuerpo de estas mujeres, entregadas de lleno a la sencillez de sus tareas domésticas. En una de las reseñas que el personaje del libro toma de referencia para valorar estos cuadros de Vermeer, se alude a todos los objetos que rodean a esas mujeres y cómo su presencia dentro del cuadro evoca toda una serie de aspectos ausentes en las vidas de esas figuras capturadas en la interioridad de esos espacios que representan sus hogares. “La carta, el mapa, el embarazo de la mujer, la silla vacía, la caja abierta y la ventana invisible son todos recordatorios o emblemas naturales de la ausencia, de lo invisible, de otros espíritus, otros anhelos, tiempos y lugares, del pasado y del futuro, del nacimiento y tal vez de la muerte; en resumen, de un mundo que se extiende más allá del marco del cuadro, y de horizontes más grandes y más amplios que abarcan la escena que aparece ante nuestros ojos e interfieren en ella. Y sin embargo Vermeer insiste en la plenitud y la independencia del momento presente, con tal convicción que su capacidad para orientar y contener cobra un valor metafísico”. Vale decir que, desplegando un enorme talento y sensibilidad, en los escasos ochenta minutos que dura esta gran película, Pawel Pawlikowski ha logrado concentrar todos los misterios de un pasado oculto en la penumbra para acercarlos un poco hacia la luz.
Trailer:
Ficha técnica:
Ida , Polonia / Dinamarca, 2013.Dirección: Pawel Pawlikowski
Guion: Pawel Pawkilowski y Rebecca Lenkiewicz
Producción: Eric Abraham, Piotr Dzieciol, Christian Falkenberg Husum
Fotografía: Lukasz Zal
Música: Kristian Eidnes Andersen
Reparto: Agata Kulesza, Agata Trzebuchowska, David Ogrodnik, Jerzy Trela, Joanna Kulig
me encantó, la disfrute muchisimo
Una gran película de esas que te dejan agradecido con el cine por poder haberla visto y disfrutado.
Anna,en su recorrido al final, en ese camino donde circulan autos, teme enfrentar las responsabilidades de la Vida,que no es solo amor?. O despue’s del periplo con su Tia Wanda,decide que no pertenece a ningu’n lugar?. Gran pelicula,dialogos exactos,sin ninguna palabra de ma’s. A mi,como ser humano,me dejo’ un gusto amargo y un leve dolor espiritual.-