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Del videojuego al cine: Paul W. S. Anderson
A finales de los años noventa del siglo pasado empezaron a despuntar en el cine, por razones muy diversas, dos directores que se llamaban casi igual pero cuyas filmografías no podían ser más diferentes entre sí. Se trataba de Paul Thomas Anderson, nacido en California en 1970, responsable de títulos ya clásicos como Boogie Nights (1997), Magnolia (1999), Pozos de ambición (There Will Be Blood, 2007) o The Master (2012), un realizador que ha concitado, merecidamente, las más encendidas alabanzas por parte de la crítica; y de Paul W. S. Anderson, otro director, en este caso inglés, nacido en 1965, que apuntó muy buenas maneras con su primer largo de carácter independiente, Shopping (1994), protagonizado, entre otros actores, por Sadie Frost, Jude Law, Sean Pertwee, Sean Bean, Jonathan Pryce y Jason Isaacs, pero cuya filmografía pronto se encaminó hacia un cine de acción a medio camino entre la ciencia ficción y el terror, que tenía como denominador común una herencia visual del videoclip y, sobre todo, del videojuego. De hecho, algunas de las películas más importantes de la filmografía de Paul William Scott Anderson se basan en un videojuego previo.
Pues bien, por una vez, cuando hablemos de Paul Anderson, no hablaremos del director californiano, sino del realizador inglés, que, al menos en mi opinión, realizó dos de las mejores películas de ciencia ficción de la década del noventa, Horizonte final (Event Horizon, 1997) y Soldier (1998). Además, en cierta medida, ha sido el alma mater de una saga como Resident Evil, como veremos a continuación. Aunque nos referiremos a Paul W. S. Anderson fundamentalmente como director, no hemos de olvidar que ha sido también guionista y productor de muchos de sus films.
Su primera película tras Shopping fue Mortal Kombat (1995), con un guion de Kevin Droney basado en el videojuego de lucha creado por Ed Boon y John Tobias. La película, protagonizada por Christopher Lambert, cuenta la historia de un antiguo torneo de artes marciales que se sitúa en una isla a la que han llegado tres luchadores (¿o acaso jugadores?), que se disputarán entre ellos nada menos que el destino del mundo. Mortal Kombat no destaca precisamente por un guion brillante, pero pone de manifiesto que muchos videojuegos tienen un lenguaje audiovisual que puede se trasponer a otros medios artísticos.
Tras Mortal Kombat, Anderson dirigió las ya mencionadas Horizonte final y Soldier. En la primera, mezclaba la ciencia ficción con el terror y con el género de mad doctor, en un interesante ejercicio en el que una nave desaparecida durante años en el espacio regresaba sin su tripulación. La película contaba con un interesante reparto encabezado por Laurence Fishburne y Sam Neill, en el que participaban dos de sus actores fetiche, Sean Pertwee y Jason Isaacs, con quienes ya había trabajado en Shopping.
En la segunda, Soldier, Anderson había partido de un guion escrito por David Webb Peoples, responsable de los libretos de Blade Runner (Ridley Scott, 1982) y Doce monos (Terry Gilliam, 1995), nada menos. La historia se centraba en la supervivencia de un soldado genéticamente modificado que había sido abandonado en un planeta vertedero. Kurt Russell encabeza un reparto en que también están presentes Jason Scott Lee y los ya habituales Sean Pertwee y Jason Isaacs.
Su siguiente película, tras el telefilm de terror The Sight (La Visión), fue Resident Evil (2002), la gran aportación de Anderson al cine basado en videojuegos. En cierto modo, Anderson revolucionó el género con este título, en el que convertía a Milla Jovovich (Alice) en una heroína de acción que no dudaba en luchar contra la Reina Roja, el ordenador que regía la vida de La Colmena, donde la Corporación Umbrella había desarrollado el Virus T. La película se basaba en el videojuego homónimo de Capcom que se había puesto a la venta en Japón por primera vez en 1996, uno de los primeros survival horror en el que el jugador debía sobrevivir en un mundo plagado de zombis de todo tipo. La película de Anderson convierte el videojuego en una película de acción trepidante en la que Milla Jovovich se transformaba en el personaje más fuerte, algo que ella misma ya había hecho unos años antes en El quinto elemento (The Fifth Element, Luc Besson, 1997).
Tanto el videojuego como la película han tenido muchas entregas posteriores, en las que se exploraban diversos escenarios y situaciones posibles. En el cine, Milla Jovovich siempre ha sido la protagonista de las películas, pero Anderson se limitó a escribir y a producir la segunda y la tercera entregas, Resident Evil 2: Apocalipsis (2004) y Resident Evil: Extinction (2007), dirigidas, respectivamente, por Alexander Witt y Russell Mulcahy; este último era, además, el mítico director de Los inmortales (Highlander, 1986), uno de los títulos más recordados del cine fantástico de los años ochenta.
Anderson regresó a la franquicia que él mismo había creado con dos nuevas entregas, Resident Evil: Ultratumba (2010) y Resident Evil 5: Venganza (2012), y en estos momentos está trabajando en la que, al parecer, será la última entrega, Resident Evil: The Final Chapter, cuyo estreno está previsto para 2016. Pero debemos regresar un momento al año en que se estrenó Resident Evil 2: Apocalipsis, 2004, porque la razón por la que Anderson no pudo dirigir esa película fue otro proyecto que tenía mucho que ver con el mundo de los videojuegos, Alien vs. Predator (2004), que ponía en imágenes un videojuego lanzado en 1999, que, a su vez, enfrentaba las razas alienígenas que habían protagonizado las sagas de Alien y Predator. Era rizar el rizo, y lo que en el videojuego tenía cierta gracia, en el cine acabó siendo un fracaso estrepitoso, que, no obstante, tuvo una segunda parte, dirigida ya por Colin y Greg Strause.
Si exceptuamos las diferentes entregas de Resident Evil, las últimas películas de Paul W. S. Anderson se han movido fuera del género de los videojuegos, que, no obstante, han marcado en el director una herencia visual innegable. Así, en Death Race (2008), protagonizada por Jason Statham, Anderson realizó un remake de la película de culto La carrera de la muerte del año 2000 (Death Race 2000, Paul Bartel, 1975), protagonizada por David Carradine y Sylvester Stallone. En cambio, en los últimos años, Anderson ha abierto nuevas líneas narrativas con Los tres mosqueteros (The Three Musketeers, 2011) y Pompeya (Pompeii, 2014), en la que suma a sus géneros habituales el de aventuras y el peplum, aunque con un toque personal, eso sí.
De todas maneras, no me gustaría acabar estas líneas sin subrayar que sus mejores películas son las ya mencionadas Horizonte final, Soldier y Resident Evil. Esta última, además, es una de las mejores cintas basadas en videojuegos, quizás porque Anderson supo transformar, primero en guion y luego en imágenes, sus muchas horas de juego. Pocas veces un guionista y director ha jugado tanto a un juego para poder convertirlo en película. Si hay un director que puede llevar Gears of War a la gran pantalla, ese es Paul W. S. Anderson.
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