Reseñas de festivales
Memorándum
Memorándum de Juan Millares es una de las joyas que se han proyectado este año en el Festival de Alcine. Una voz en off explica los motivos que le han llevado a tomar la decisión de dejar el puesto que ocupa en ese momento. Esa decisión ha sido provocada por el visionado de una película muda. Se trata de una breve película industrial de la Westinghouse que fue realizada por Billy Bitzer en 1904, titulada Girls Taking Time Checks. Las trabajadoras de una fábrica guardan fila y empiezan a desfilar para fichar en el trabajo.
Memorándum está construida a base de capas y podría entenderse de muchas maneras. Podría verse en ella, por ejemplo, un lamento de pérdida. La pérdida de la mujer amada del protagonista del que, por cierto, nada sabemos, excepto su manía u obsesión por el orden.
Podría verse en este cortometraje una vuelta a los orígenes del cine, una forma de indagar en esas películas mudas, o incluso más que en esas películas, en los modos de organización del trabajo. Y ni siquiera sería necesario tampoco, porque el uso de este filme de la Westinghouse, bien podría entenderse como una excusa para introducir la idea antes citada (la del orden) y montar todo un dispositivo en torno a la misma, para terminar relacionándola con su amada.
Podría verse en esta historia otro lamento de pérdida que no fuera en esta ocasión el de la mujer amada, sino el de una época determinada y el de un tipo de cine que se hacía en dicha época. Y es que aunque el protagonista llegue a manifestar que no le gusta el cine, de lo que no hay duda es de que esta pieza se termina revelando como toda una declaración de amor al cine.
Pero, ¿de qué nos está hablando Javier Miralles? De cine, de amor, de amor al cine, de teorías de organización del trabajo. Su acierto ha sido saber cómo fundir la idea de unas chicas que hacen fila, cuando está a punto de que dé comienzo su jornada laboral, para fichar con la idea de la pérdida de la amada, pero con humor e inteligencia.
Se puede ver así, en definitiva, este corto como un delicioso juego, como una muñeca rusa casi infinita, a la que hay que desmontar para comprenderlo, y es como si siempre hubiera una nueva muñeca en el interior de la que acabamos de desmontar.