Críticas
El cine de acción en RD
Morir soñando
Josh Crook. República Dominicana, 2015.
El pasado 28 de mayo se estrenó en los cines de la República Dominicana el filme Morir soñando (2015), una nueva producción del grupo Bonter Media con guion de José Miguel Bonetti y dirección de Josh Crook. El «morir soñando» es una bebida típica del país, que combina jugo de naranja y leche, a la cual todavía no se le ha encontrado una etimología convincente y que si no se sabe hacer puede convertirse en un desastre. El filme comparte estas características con el refrescante y delicioso líquido, agregándole una pizca del cine de Rambo, Chuck Norris y Jason Statham, varios palacetes vernáculos, una o dos actrices novelescas y un puñado generoso de clichés para crear esta versión audiovisual de un clásico alimenticio.
Morir soñando es un filme de acción romántica, cuya estructura narrativa se modela a través de recursos provenientes del cine de acción con un toques de novela, y es quizás por ello que tiene como protagonista a Ximena Duque, actriz colombiana conocida por sus trabajos en Gata Salvaje, Soñar no cuesta nada, Santa Diabla, entre otras muchas telenovelas latinas, y a Pedro Moreno, actor cubano con una trayectoria más breve, pero no menos exitosa en el medio televisivo. Narra la historia de Isabela, una joven madre que lucha con los problemas de su hijo y esposo, quien proviene de una familia de mafiosos que siempre lo ponen en aprietos. En una conferencia, conoce a Vicente, un joven, atractivo y despistado biólogo marino –personaje estereotipado in extremis -, cuyo único defecto es que tiene un misterio por develar. Por azares de la vida se ve envuelta en una red de venganzas debido a la ineptitud de su esposo, a la vez que se despliega un romance entre ella y este Doríforo tropical.
En el cine dominicano existen varios capítulos todavía en progreso. Además de un bien intencionado cine de autor hasta el momento poco logrado, podemos observar cierta ingenuidad en las producciones que copian los modelos genéricos provenientes del cine norteamericano. La acción, los thriller psicológicos, la ciencia ficción o las adaptaciones literarias todavía no han tenido una representación coherente. Morir soñando mantiene una serie de errores que se reiteran en estos capítulos inacabados de la filmografía nacional.
En primera instancia es de señalar el fallo en la escena donde Vicente e Isabela tiene su primera cita en el café Morir Soñando. Ella le pregunta sobre su vida, en un primer plano, y al cortar, lo vemos a él en un contraplano lateral, dando por terminada su presentación, sin que nos hayamos enterado de nada. El fragmento donde el personaje comienza a hablar fue omitido por el montador o en la proyección hubo algún tipo de error de lectura. Por otro lado, los efectos especiales son muy desacertados. Por ejemplo, la escena del ministro que es recogido por un helicóptero añadido en posproducción, sin embargo, las turbulencias que provoca el aterrizaje son obviadas, los personajes ni se despeinan y para colmo, el guardaespaldas tiene una sombrilla en la mano que no se mueve. De igual forma, la onda expansiva de la explosión final ha sido exagerada, el humo ficticio o las casitas tahitianas montadas sobre la mar en el happy ending son recursos que debieron ser ponderados por el departamento creativo, ya que le restan profesionalidad al producto.
Un filme de fórmula como este, sin grandes pretensiones, pudiera ser un aporte al cine dominicano si al menos sirviera como ejercicio a los técnicos nacionales. Pero en este caso, la paradoja que trae la producción radica en la necesidad de traer a un director norteamericano –bastante gris por cierto- para realizar un trabajo imperfecto que podría haber realizado muchísimo mejor un director nacional. De igual forma, el director de fotografía Karl Kim, en su tercera colaboración con Josh Crook, aporta una carrera bastante simplona y un manejo limitado de las posibilidades de la cámara que arrastra consigo toda la visualidad del filme. Un problema de foco constante, o más bien un fuera de foco o un enfoque básico, obviando – en gran parte del metraje- un recurso tan simple como la profundidad de campo. La fotografía de este filme se resume en un uso profundamente aficionado de la cámara como mero aparato de registro visual, en ocasiones con unas extrañas distorsiones laterales, deficiente empleo del color, pobre continuidad de la gama tonal y un manejo de los close-up que hacen ver raras a las bellezas protagonistas.
Las escenas de acción podrían haberse mejorado, apropiándose de un simple juicio teórico como el principio estético de Andre Bazin respecto al uso del montaje, donde los sucesos dependen de acciones simultáneas, cosa que sucede mucho en este filme. Según Bazin «Cuando lo esencial de un suceso depende de la presencia simultánea de dos o más factores de la acción, el montaje está prohibido», a lo que yo agregaría que si lo se va a montar requiere de un profesional cualificado, puesto que, como agrega el crítico, «no se trata en absoluto de volver obligatoriamente al plano secuencia ni de renunciar a los recursos expresivos ni a las facilidades que eventualmente proporciona un cambio de plano», sino de que «la unidad espacial del suceso sea respetada en el momento en que su ruptura transformaría la realidad en su simple representación imaginaria». Los problemas del filme, en este aspecto, radican en la discontinuidad en términos de planos, el montaje poco eficiente para simular un encadenamiento espacio-temporal que dé veracidad a la acción, repetición de acciones que deberían suceder solo una vez y la carencia de planos panorámicos en casi todos los momentos de acción sincrónica, algo que es incomprensible.
Morir soñando, a grandes rasgos funciona como entretenimiento para públicos no exigentes, aunque se debe tener en cuenta que la competencia para las producciones nacionales es fuerte. En un cine de seis salas, donde se proyectan cinco filmes de producción norteamericana y uno de producción nacional –que intenta modelar los mismos preceptos estéticos y conceptuales sin lograrlo-, es esperable que la mayoría de los espectadores deriven al cine extranjero. Las cinematografías nacionales tienen ese know-how del producto autóctono, pero para ello, el público debe sentirse identificado con la realidad que se exhibe –ahí radica el éxito de la comedia nacional. Si el espectador dominicano -público-objetivo primordial de este filme que definitivamente no alcanza cotas de calidad que le permitan ser demandado por públicos foráneos- no puede construir un mundo concreto, su propia versión de la diégesis al observar el filme, porque la trama hace aguas, no lo representa o es una copia degradada de algo ya de por sí poco original, pues se estaría perdiendo la esencia misma de estas producciones y la posibilidad de hacerlas rentables.
Ficha técnica:
Morir soñando , República Dominicana, 2015.Dirección: Josh Crook
Guion: José Miguel Bonetti
Producción: Bonter Media Group
Fotografía: Karl Kim
Música: Evan Wilson
Reparto: Ximena Duque, Pedro Moreno, Alfonso Rodríguez, Macos Bonetti, Hemky Madera y Hony Estrella.