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Orson contra Welles: el genio visto por el cine
Orson Welles ha sido, sin duda, uno de los mayores prodigios de la historia del cine: un actor brillante y prolífico, un director genial y un cineasta irrepetible, tan grande en sus éxitos como en sus fracasos. El séptimo arte, al que tanto le ha dado el propio Welles desde el punto de vista de la actuación y de la dirección, lo ha retratado en numerosas ocasiones. Hay, por tanto, además de un Orson Welles actor, guionista, director, productor e incluso montador, un Orson Welles personaje, que ha aparecido en innumerables películas y en series de animación como Los Simpson o Futurama. Aquí me centraré únicamente en cuatro referencias, y dejaré fuera otras como Hemingway & Gellhorn (Philip Kaufman, 2012), Me and Orson Welles (Richard Linklater, 2008) o Abajo el telón (Cradle Will Rock, Tim Robbins, 1999), por no hablar de infinidad de cortos.
Las cuatro películas que nos permitirán conocer a Orson Welles como personaje son Ed Wood (Tim Burton, 1994), RKO 281 (Benjamin Ross, 1999), Fundido a negro (Fade to Black, Oliver Parker, 2006) y Orson West (Fran Ruvira, 2012). En las tres primeras, Orson Welles es interpretado por un actor; en la última, Fran Ruvira realiza una interesante investigación sobre uno de los proyectos inacabados de Welles en España, el western The Survivors. A través de estas cuatro cintas podremos ejemplificar las múltiples facetas de Welles, que el pasado 6 de mayo hubiera cumplido cien años.
La primera parada de este recorrido es ya todo un clásico del cine contemporáneo. Se trata de Ed Wood, el genial biopic que Tim Burton le dedicó al que se suponía que era el peor director de la historia del cine. Pues bien, en la película, que no tiene desperdicio, hay un momento en que Ed Wood, interpretado por Johnny Depp, coincide en un restaurante con Orson Welles, que en esta ocasión tiene el rostro de Vincent D’Onofrio pero la voz de Maurice LaMarche. La conversación, que dura apenas un par de minutos, resulta muy inspiradora, ya que Wood y Welles hablan sobre el control creativo de las películas. El encuentro, que suponemos imaginario, se produjo poco antes del estreno de Plan 9 from Outer Space en 1959. Welles da varios datos muy interesantes, como que se ha quedado “sin financiación por tercera vez con Don Quijote”. Además, se refiere a Sed de mal (Touch of Evil, 1958), de la que dice lo siguiente: “Estoy preparando un thriller para la Universal y pretenden que Charlton Heston interprete a un mexicano”. A continuación, Ed Wood le pregunta a Welles si vale la pena dedicarse al cine. La respuesta es inmediata: “Cuando sale bien, sí. Merece la pena luchar por los propios sueños. ¿Por qué pasarse la vida realizando los sueños de otro?”.
El segundo hito en este camino es una película para televisión dirigida por Benjamin Ross y que lleva por título RKO 281, que era el nombre de producción que recibía Ciudadano Kane (Citizen Kane, 1941) en los estudios RKO. En realidad, Welles realizó dos films para la RKO, Ciudadano Kane y El cuarto mandamiento (The Magnificent Ambersons, 1942). RKO 281, ganadora de un Globo de Oro, reconstruye el rodaje de aquella película y las dificultades que tuvo para estrenarse, ya que Louella Parsons (Brenda Blethyn) vio en el personaje de Charles Foster Kane (Orson Welles, interpretado en esta ocasión por Liev Schreiber) un trasunto del magnate de la prensa William Randolph Hearst (James Cromwell).
El guion, escrito por John Logan, se basa parcialmente en el documental The Battle Over Citizen Kane (1996), dirigido por Michael Epstein y Thomas Lennon, y lo más interesante es el juego metacinematográfico que presenta, ya que la mayoría de personajes proceden del séptimo arte y del mundo de la prensa: Marion Davies (Melanie Griffith), Herman Mankiewicz (John Malkovich), Gregg Toland (Liam Cunningham), Louis B. Mayer (David Suchet), Hedda Hopper (Fiona Shaw), Carole Lombard (Anastasia Hille), Walt Disney (Roger Allam), John Houseman (Simeon Andrews), Darryl Zanuck (Jay Benedict), David O. Selznick (Ron Berglas), Harry Cohn (Joseph Long), Sam Goldwyn (Olivier Pierre), Bernard Herrmann (Kerry Shale), Jack Warner (Tim Woodward), Joseph Cotten (Angus Wright), Clark Gable (Bobby Valentino) y Dolores del Río (Lucy Cohu). Desde hace ya muchos años, Ciudadano Kane es considerada una de las grandes películas de la historia del cine, de ahí que despierte interés todo lo que tiene que ver con esa enigmática palabra que, en cierto modo, supone el origen del relato: Rosebud.
Aunque viene de la mano de un director solvente, Oliver Parker, responsable de títulos como Otelo (Othello, 1995), La importancia de llamarse Ernesto (The Importance of Being Earnest, 2002) o El retrato de Dorian Gray (Dorian Gray, 2009), Fundido a negro (2006) es una producción bastante modesta cuya mayor virtud es cierta similitud argumental con la historia que se relata en El tercer hombre (The Third Man, Carol Reed, 1949). En Fundido a negro, un eficaz Danny Huston se pone en la piel de Orson Welles, que se encuentra en Italia, concretamente en los estudios de Cinecittà, rodando una película como actor, Cagliostro (Black Magic, Gregory Ratoff, 1949). En realidad, la película es un thriller de corrupción política que pone en entredicho el papel que han jugado los Estados Unidos en las trastiendas de algunas democracias europeas durante la posguerra de la Segunda Guerra Mundial.
La película está ambientada en Roma en 1948, en un momento especialmente delicado de la carrera de Welles. Acababa de dirigir a Rita Hayworth, de la que ya se había separado, en La dama de Shanghai (The Lady from Shanghai, 1947) y aceptaba papeles alimenticios que le permitieran reunir dinero o buscar inversores para sus próximas películas. En 1948 logró llevar adelante su proyecto de Macbeth, su primer Shakespeare para el cine, al que le siguió Otelo, que empezó a rodar en 1949 y cuyo rodaje se extendió hasta 1952, período en el que visitó numerosas localizaciones en Marruecos e Italia. En este sentido, el argumento de Fundido a negro, que se basa en una novela de Davide Ferrario, está bien incardinado dentro de la biografía de Welles, si bien la historia que relata no tiene mayor relevancia, salvo en un momento en que Welles vuelve a encarnar al Gran Orsini e interpreta uno de sus números de magia.
Y así llegamos al final del camino, que se encuentra relativamente cerca del lugar en el que escribo estas líneas. Me refiero a la sierra del Carche, un paisaje que comparten Murcia y Alicante, en el que Orson Welles estuvo haciendo localizaciones para un western. Ese es el escenario elegido por Fran Ruvira para ambientar su opera prima, Orson West (2012). Aquí ya no aparece Orson Welles como protagonista, pero sí como objeto de una investigación. El Carche es un escenario fronterizo por muchas razones, sobre todo lingüísticas, ya que se trata de un pequeño reducto del valenciano en una zona muy próxima a Yecla y Jumilla. Aunque la película utiliza ciertos recursos propios del documental, es, en realidad, una obra de ficción en la que el propio cine se convierte en tema fundamental. Dos tramas se entrecruzan a lo largo de todo el metraje: por un lado, asistimos al rodaje de una película del oeste en El Carche; por otro, aparece un director (el propio Fran Ruvira) que sigue la pista de una western inacabado de Orson Welles, The Survivors.
La historia del rodaje frustrado de The Survivors ha ido pasando de generación en generación, de padres a hijos, desde hace cincuenta años, y Fran Ruvira le ha seguido la pista a esa leyenda a través del paisaje de su infancia. Parte, por tanto, de su propia niñez, y enlaza ese tema con su oficio, el cine, y con un espacio plenamente reconocible, El Carche. Ya los títulos de crédito se presentan junto a los paisajes áridos y desérticos del Carche, auténtico protagonista de Orson West. De forma paralela al rodaje del western, asistimos a la investigación que realiza el director sobre The Survivors, y aquí resulta muy interesante la breve aparición de Esteve Riambau, Jenaro Talens y Santos Zunzunegui en el Institut d’Estudis Nord‑americans, así como los documentos encontrados sobre Welles y su estancia en tierras alicantinas y valencianas. Una de las mejores escenas de Orson West es el encuentro de Fran Ruvira con Montserrat Carulla, una veterana actriz de teatro que, tras representar un papel trágico, comienza a desmaquillarse y se pregunta cómo habría sido su vida de haber trabajado con Welles.
En cierto modo, Welles también fue todos aquellos proyectos que no pudo llevar a cabo, todas esas películas que filmó parcialmente, todas aquellas conversaciones y encuentros que finalmente no llegaron a buen puerto.
Fantástico trabajo Joaquín, en efecto, la mejor forma de describir una personalidad de este calibre, es buscar sus múltiples aristas, en este caso desde su propio medio de expresión. Enhorabuena.