Críticas
Cuando todo se oscurece
La tierra y la sombra
César Augusto Acevedo. Colombia, 2015.
No debe sorprender que la ópera prima del director colombiano César Augusto Acevedo haya recibido premios importantes en el Festival Internacional de Cannes de 2015. Según lo que nos dice el autor en una entrevista y lo que se aprecia al verla, se trata de una película vivencial, que trata de comunicar sentimientos profundos, mundos interiores, relaciones humanas y sus conexiones con la realidad externa que modela y que oprime.
En La tierra y la sombra se describen realidades del mundo de la familia y del mundo del trabajo, enmarcadas dentro del contexto de las extensas y fértiles planicies del Valle del Cauca, en Colombia, dedicadas en buena parte a la siembra de la caña de azúcar. Casi todo transcurre alrededor de una familia cuya vida ha quedado marcada por este cultivo y por la forma en que las cosas han ido evolucionando con el tiempo. No se muestran imágenes del pasado familiar, pero es evidente que en épocas ya idas, la casita de campo en la cual viven y que ahora está rodeada de la monotonía de los geométricos cultivos, era parte de algún vergel campesino, con huertos, árboles, animales y cierto sentido de la independencia y del amor familiar. De ello solo han quedado una comprometida ética del trabajo, una agobiante nostalgia, abandonos y un gigantesco samán; árbol testigo viviente y solitario. Ya ni tan solo se arriman los pájaros por allí, a pesar de que los vivientes los tienten con las frutas que colocan en una tabla al pie del árbol.
En La tierra y la sombra predominan las sombras. La casa es oscura y ello sirve para que la fotografía se recree en notables juegos de luces. Los rostros son duros y amargos, oscurecidos por difíciles recuerdos, apagados por las dificultades familiares, descoloridos por la enfermedad y la impotencia, ennegrecidos por las cenizas y el polvo siempre prevalente en los ambientes, doblados por la incertidumbre. En el campo, los alegres tonos de la caña apenas si se notan, abrumados por la monotonía del cultivo y por las cenizas resultantes de las quemas, visibles en los brotes quemados y en los suelos. Los cielos siempre aparecen grises, con algún humilde resquicio azulado, que apenas si deja entrar las luces del día. Cuando se iluminan, es porque está en llamas el campo, es porque hay quemas en los cultivos, que parecen abrasarlo todo. En los suelos y en las caras se acumulan pavesas negras y cenizas.
¿De qué nos hablan acá?, ¿de alguna fantasía poética sobre las luces y las sombras o de la dura realidad que se vive en esas tierras? Como es usual en el cine, ambas cosas se están contando. Nos habla el filme de una realidad, que se intenta mostrar en las repetidas escenas, en las que los trabajadores que cortan la caña manifiestan sus inconformidades y sus frustraciones con sus salarios que no llegan a tiempo, que no reflejan la dureza laboral, que no dan justicia a la entrega y los sacrificios. Nos pone de frente con la realidad de las quemas controladas que se hacen en los cultivos, las cuales aparecen, en realidad, descontroladas, feroces, amenazantes, generando cenizas y pavesas a los cuatro vientos, ennegreciendo las vidas y los cuerpos. Nos pone en contacto con los conflictos familiares, generados por desuniones, por abandonos y por las palabras duras y las miradas desconfiadas. Y nos acerca a la muerte, inevitable compañera, que se arrima prematura al hogar, apagando la vida del todavía joven padre de familia, con sus pulmones dañados y fatigados por el polvo del ambiente.
Dados estos contextos, vale la pena comentar sobre las realidades objetivas del cultivo de la caña de azúcar en el Valle del Cauca, para tener alguna aproximación a todos estos problemas. No hay duda que el director ha aprovechado esta bella película para generar inquietudes en los espectadores, para desatar acciones y para proponer cambios. Y no lo hace con técnicas documentales; no hay cifras ni contexto, no hay análisis histórico ni comentarios. El mensaje nos llega limpio, sin alegatos ideológicos, sin manipulaciones deliberadas. Por eso, ante tal respeto por el espectador, este se siente libre para averiguar más, para profundizar, para arrimarse a las quemas y a las pavesas sin quedar atrapado, pero rico en motivaciones, con sentido de compromiso. Me parece que así se logra mayor alcance, mayor empatía.
La caña de azúcar es la fuente de las mayores producciones de azúcar en el mundo. Ha sido un cultivo que desde tiempos antiguos ha estado ligado a conflictos laborales y humanos. En la actualidad tiende a ser un cultivo tecnificado, de naturaleza bastante industrial, asociado con las empresas productoras de azúcar y de alcohol. Pero todavía persiste la costumbre de hacer quemas controladas para que las hojas se desprendan y el tronco se debilite y se precocine, facilitando el trabajo a los cortadores manuales, subiendo la productividad y los ingresos notablemente. Además, la quema elimina plagas, basuras, residuos y la pelusa que existe alrededor del tronco, que se considera que puede generar problemas de salud. En Colombia, las quemas se realizan por autorización del Ministerio del Medio Ambiente y están controladas por la autoridad ambiental de cada zona, encargada de regular que no afecten a la población civil. A pesar de lo anterior, este procedimiento es cada vez menos aceptado por las comunidades cercanas, por sus implicaciones ecológicas y por la lluvia de cenizas que se generan. La alternativa que existe es utilizar maquinaria de corte, lo cual se hace en pocos países, con impactos posiblemente negativos sobre la calidad y el empleo. Igualmente se estudian variedades que faciliten los procesos de corte, sean manuales o mecánicos, sin que sean necesarias las quemas.
Como tan alegóricamente muestra la película, estos asuntos ambientales que tienen que ver con prácticas establecidas, presentan lados oscuros que deben ser resueltos. Por ello hay que iluminarlos con la fortaleza y la creatividad humanas, de manera que nadie tenga que sufrir, que nadie se tenga que indignar, y así se respete el equilibrio. Quemar es sin duda un signo atávico de resolver las cosas violentamente, dado el carácter amenazante, extensivo, dominante del fuego de los incendios. Cuando hay llamas que ensombrecen la tierra, hay que tomarlas como signos de la necesidad de descubrir fuegos y luces que iluminen. Y de esas cosas todos sabemos en lo más íntimo de nuestro ser. Por eso hay que dar salida al profundo humanismo subyacente, al profundo sentido de contacto con la tierra. Allí habrá respuestas sabias.
Fuente: Israel Vilaboa Arroniz, Luis A. Barroso. Contaminación ambiental por quema de caña de azúcar: Un estudio exploratorio en la región central del estado de Veracruz.
Tráiler
Ficha técnica:
La tierra y la sombra , Colombia, 2015.Dirección: César Augusto Acevedo
Guion: César Augusto Acevedo
Producción: Jorge Forero, Paola Pérez Nieto, Diana Bustamante
Fotografía: Mateo Guzmán
Reparto: Haimer Leal, Hilda Ruiz, Marleyda Soto, José Felipe Cárdenas, Edison Raigosa
que muy chevere la pelicula pero le falto mas maincra jajaja
Se quedo corta en mostrar El principal problema en nuestro pais; Como es El asesinato selectivo de los lideres comunitarios y sindicales