Críticas
Colectivizando la decisión última
Corazón silencioso
Stille Hjerte. Bille August. Dinamarca, 2014.
No son escasas las propuestas que sobre el tema de la eutanasia han aparecido en los últimos años en pantalla, desde la reciente La fiesta de despedida (Mita Tova, Israel, de Tal Granit y Sharon Maymon, 2014) a la estadounidense Doctor Muerte (You Dont Know Jack, 2010, de Barry Levinson) o la excelente película del realizador austríaco Michael Haneke, Amor (Amour), de 2013. La problemática que suscita el asunto, no permitido o castigado penalmente en la mayoría de los países, ha pasado por convertirse en uno de los temas éticos más controvertidos en la actualidad, acrecentado por la elevación de la esperanza de vida y los adelantos médicos que consiguen ralentizar enfermedades mortales, con el sufrimiento que ello puede conllevar ante las enormes limitaciones físicas y psíquicas del enfermo.
Bille August, director danés de trayectoria errática, con films tan destacables como Pelle el Conquistador (Pelle erobreren, 1987), o Las mejores intenciones (Den Goda Vijan, 1992), la última con guion de Ingmar Bergman, reúne en esta ocasión a una familia en el transcurso de un fin de semana, para despedirse de uno de sus miembros, que ha decidido suicidarse al padecer una enfermedad de carácter terminal. La situación en sí, no es novedosa, ya lo hizo, por ejemplo, el canadiense Denys Arcand, en Las invasiones bárbaras (Les Invasiones barbares), película franco-canadiense del año 2003, pero si en esta última no había controversia en la decisión sobre la despedida, en el film de Bille August se conjugan egoísmos e intereses propios y ajenos que hacen saltar todas las alarmas y polémicas, derivando incluso en giros de guion bastante inesperados, pero humanamente comprensibles, todo ello envolviéndose por momentos con una relajada música clásica de piano o violín, que aporta placidez y pretende rebajar tensiones.
La puesta en escena resulta, diríamos si es posible, “muy sueca”, muy bergmaniana, con cámara fija, prácticamente estática, iluminación sumamente natural, abundantes primeros planos que muestran a los personajes casi paralizados por el momento que están viviendo, muy tensos por sentimientos profundos, en principio, no manifestados. Destacan esos primeros planos que ahondan en rostros resignados, rígidos, aparentando normalidad en la pesadilla.
Los estereotipos familiares aparecen muy marcados, con evoluciones coherentes con su conmoción inicial, que aún así llegan a producir estupor. No falta la hermana mayor, Heidi, interpretada por Papryka Steen, de carácter dominante, segura de sí misma, poseedora en sus gestos y posturas de cierta hipocresía y con vocación de voz autoritaria en la familia, ganadora por cierto del premio a la mejor interpretación femenina en el Festival de San Sebastián de 2014. La hermana pequeña, Sanne, encarnada por Danica Curcic, también notablemente, se muestra como una mujer confusa mentalmente, con problemas sicológicos y dificultades de conducta y relaciones. Los yernos, uno modélico y silencioso, parece partidario de que más vale pasar inadvertido que meter la pata, el otro vago y con tendencia a la drogadicción… La madre, Esther (Guita Norby), sólida en su dolor y determinación; el padre, buscando ese segundo plano que terminará por ahogarlo. Muchos sentimientos concentrados, pero lo que acaba destacando sobre todos ellos es el egoísmo humano, el yo, yo, yo…, el yo la necesito, yo no estoy preparada, yo preferiría esperar…
El personaje calificado por algún otro como débil mental con capacidad de 8 años, es el que termina resultando el más comprensivo y humanitario de todos. Como expone, los días son largos y los años cortos, el tiempo pasa y no somos capaces de asumir nuestra propia mortalidad. El tiempo, ese tiempo que a veces parece emparrarse y otras correr con desesperación, se encuentra muy presente en todo el film, ya directamente, con la toma por la cámara de los mismos relojes, ya indirectamente, escuchando sus sonidos, sus segunderos, reflejando de forma magnífica el poco trecho que nos queda y la manera ciertamente lamentable en que sabemos llenarlo. La película se abre con pereza un viernes a las ocho de la mañana, y acaba el domingo alrededor de las siete de la tarde, sin elipsis alguna, sin dejar nada a la imaginación del espectador, acercando los hechos con crudeza, y pareciendo pretender la creación de una toma de conciencia, sin forzar en demasía con excesivas interferencias.
Hay decisiones de guion que recuerdan a la película de la directora española Isabel Coixet, Mi vida sin mí (2003), en aquella búsqueda de imaginar con generosidad el futuro sin nosotros, en la pretensión de que el trauma de la propia ausencia sea menor para aquellos más queridos. Y tampoco faltan certeras escenas que evocan el carácter absolutamente maligno del sufrimiento, con esa incapacidad de recoger la barra de labios que se ha caído al suelo o la dificultad de beber una copa de vino directamente de la copa, sin pajita y sin el peligro de quedarse sin cristalería.
Las dudas, recelos, tensiones y miedos van apareciendo e impactando sobre la ya alterada conciencia del espectador, y lo que parece un claro y necesario derecho sobre la decisión de la continuación de nuestra propia existencia, se convierte en un turbio mar de reproches, imaginaciones y falta de respeto frente a quienes están tomando una o la más importante resolución de sus vidas. Falla ligeramente el guion cuando no otorga mayor importancia a la opinión médica del especialista que esté tratando la enfermedad con respecto a su evolución, pero tampoco debe darse a esta circunstancia demasiada importancia dentro de la angustia, aflicción y tormento que todos, cada uno a su manera, están padeciendo.
¿Para cuándo una legislación que albergue la licitud de decidir sobre nuestro propio destino, recorriendo un camino digno y sin hipocresía o búsqueda de coartadas? En la película, en ningún momento, y se agradece, sale a colación postura moral o religiosa, pero parece que la lucha por la posibilidad de elección de un tránsito digno se enfrenta a tan poderosas fuerzas, que no asemeja que vaya a ser una conquista próxima. Quizá se debería incluir, como materia obligatoria en las escuelas, la visión de la película de Dalton Trumbo, Johnny cogió su fusil (Johnny Got His Gun, 1971), e incluso sería muy sugestivo su pase en templos, mezquitas y demás santuarios en donde se pretende dirigir y aleccionar conciencias ajenas.
Tráiler:
Ficha técnica:
Corazón silencioso (Stille Hjerte), Dinamarca, 2014.Dirección: Bille August
Guion: Christian Torpe
Producción: SF Film Production
Fotografía: Dirk Brüel
Música: Annette Focks
Reparto: Guita Norby. Papryka Steen. Danica Curcic. Morten Grunwald. Pilou Asbaek. Jens Albinus. Vigga Bro. Oskar Saelan
Extraordinaria película donde nos muestra la decadencia de la vieja Europa en que el ser humano ahora es un ser débil,egoísta y utilitario y a falta de ética las drogas son buenas.