Investigamos
Mujeres filósofas del siglo XX en el cine
Lamentablemente, las mujeres de siglos pasados tuvieron mínimas oportunidades, en tiempo, derecho y formación, para ordenar y anotar sus pensamientos, aportando con ello alguna contribución a la historia de la filosofía. Unas pocas féminas sí que lo consiguieron, pero en la conservación de sus testimonios escritos se actuó con mayor negligencia que la de los hombres, y en muchas ocasiones se expusieron además al escarnio público, e incluso en otras pagaron con su propia vida la “osadía” de sostener razonamientos propios. En el siglo veinte, se incrementan los ejemplos de mujeres que fueron capaces de enfrentarse a la discriminación de género y a las desigualdades legales, llegando a elaborar un ideario propio que ha terminado por influir decisivamente en el desarrollo del pensamiento universal, además de conseguir un acercamiento mayor entre los grandes sistemas filosóficos y el lenguaje, la política y la sociedad en su cotidianidad. En este trabajo nos vamos a centrar en algunas miradas que ha aportado el cine sobre las filósofas Edith Stein, Hannah Arendt, Simone de Beauvoir y María Zambrano.
Edith Stein (1891-1942), nacida en Alemania de una familia judía, consiguió doctorarse en filosofía bajo las enseñanzas del profesor Edmund Husserl, de quien pasó a convertirse en asistente, sin poder llegar a conseguir la plaza de profesora por su condición femenina, lo que le hacía “inapropiada” para el puesto. Ante las circunstancias, se independizó, continuó con sus propias investigaciones filosóficas, centradas en los temas de la conciencia del ser humano, la empatía y la vida en comunidad, convirtiéndose asimismo al catolicismo en el año 1922. Pasó temporadas dedicándose a la docencia femenina para alumnas de bachiller en un colegio de religiosas, enseñanza que tuvo que abandonar definitivamente por la discriminación racial de su origen judío. Ya en 1933, con cuarenta y dos años, ingresó en un convento de la orden de las Carmelitas y, tras permanecer en la misma, primero en un monasterio de Colonia y después en Holanda, fue buscada y encontrada por los nazis en 1942, y murió junto con su hermana en una cámara de gas en Auschwitz. La prestigiosa directora húngara, Márta Mészáros, realizó en el año 1995 una aproximación a la biografía de Edith Stein, con el film La Séptima Morada (La Settima Stanza), coproducción italiana y húngara protagonizada por la actriz rumana Maia Morgensten. La película se centra en los años de conversión de la filósofa al catolicismo, el desprecio que ello le supuso dentro de su propia familia, la persecución que soportó del régimen por su condición de judía, a pesar de su conversión (que siempre se vio con desconfianza por las autoridades), deteniéndose igualmente en los años que permaneció unida a la congregación de las Carmelitas Descalzas, hasta su dolorosa desaparición. Precisamente, el título del film hace referencia a la profunda influencia ejercida sobre Edith Stein por Santa Teresa de Ávila, la cual sostenía que toda persona debía pasar por siete habitaciones o moradas hasta alcanzar a Dios. Singular la escena en que la pensadora explica la teoría de Santa Teresa a otra novicia, reconociendo que la séptima no la conocía todavía, mientras se escucha el tren camino al exterminio. La película empieza con una descripción biográfica, fecha de nacimiento de Edith Stein y lugar y fecha de fallecimiento, además de aportar un dato: el número que se le asignó en el campo, el 44074. A través de una fotografía formalista de gran belleza, el film va capturando los conflictos interiores que sufre la protagonista, en su lucha por armonizar el mundo judío y cristiano, dentro de una búsqueda por la esencia de las personas y de las cosas. Muchas miradas pueden hacerse sobre Stein, pero la realizada de forma sutil y delicada por la realizadora Marta Meszáros, nos acerca a una existencia marcada por una marginación que abarcaba tanto razones de sexo como de raza o de religión.
Hannah Arendt (1906-1975), también alemana de origen judío, estudió filosofía en Marburg, teniendo como profesor a Martin Heidegger, que en aquella época trabajaba en su obra El ser y el tiempo, fascinando a su discípula por el concepto de la filosofía como algo siempre en camino, y por el análisis de la cotidianidad del ser humano en su “ser” en las cosas, en la relación con el entorno real. Inhabilitada para el ejercicio de la docencia por su condición de judía, terminó huyendo a París, y tras estallar la guerra en 1939, después de un breve internamiento en el campo de concentración de Gurs, consiguió huir a los Estados Unidos, donde residió hasta su muerte. El tema principal que ocupó el pensamiento de Hannah Arendt tras la guerra fue el análisis del desarrollo del totalitarismo, lo que expuso en el libro Los orígenes del totalitarismo (1951). Sin embargo, lo que interesó a la directora alemana Margarethe Von Trotta para la realización de la película Hannah Arendt (2012), fueron los acontecimientos que estallaron a consecuencia del encargo a la filósofa, por parte de la revista New Yorker, de la realización de un reportaje sobre el proceso que se estaba desarrollando en Israel en 1960 contra Adolf Eichmann, uno de los alemanes nazis que habían organizado el transporte de judíos a los campos de exterminio, quien por cierto fue localizado por el servicio secreto israelí en Argentina, secuestrado y trasladado a Jerusalén, para ser juzgado y condenado. Al menos, se molestaron en realizar esa especie de farsa de proceso, en el que “yo me lo guiso y yo me lo como”, y no procedieron a eliminarlo del mapa en el mismo momento de la detención, procedimiento de liquidación muy común y habitual en la actualidad, por alguna que otra nación, cuando consigue localizar en otros países a determinados “presuntos” delincuentes. Volviendo a la película y a su protagonista, Arendt escribió un valiente libro sobre el proceso, Eichmann en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal, en donde cometió tres “pecados” imperdonables: dudar de la legalidad jurídica de Israel para juzgar a Eichmann, caracterizarlo como un hombre normal, burócrata, disciplinado y orgulloso de su ideología, tremendamente irreflexivo y banal por su personalidad, no por los malvados actos ejecutados, y en tercer lugar, y no por ello menos importante, se atrevió a señalar la pasividad de los dirigentes judíos con las autoridades alemanas, los cuales llegaron incluso a colaborar en la aceleración de deportaciones masivas con entrega de archivos e inventarios. La directora Von Trotta, en una visión con tonos marrones, utilizando material real del proceso a Eichmann, y recurriendo a algunos flashbacks para no esconder la también polémica relación amorosa que se estableció entre Hannah Arendt en su juventud y su maestro y colaborador con el nazismo, Martin Heidegger, consigue elaborar una magnífica película que engrandece la libertad del pensamiento, el hecho de reflexionar independientemente, sin hipocresías ni correcciones políticas. La actriz alemana Barbara Sukowa, fumando y pensando, pensando y fumando, alcanza una interpretación de gran fortaleza sobre la filósofa judía, inteligente, elegante y con capacidad de soportar la soledad que puede conllevar el sostener y mantener nuestros propios criterios con independencia.
La francesa Simone de Beauvoir (1908-1986) se ha convertido en referencia imprescindible del feminismo moderno, tras el éxito alcanzado por su libro El segundo sexo (1949), en donde ataca sin contemplaciones la etiqueta de “feminidad”, denunciando la posición de superioridad que se establece por el hombre sobre la mujer y sosteniendo que la diferencia entre ambos géneros está condicionada, básicamente, por aspectos sociales y no por los biológicos. Estudiante en La Sorbona y profesora de Filosofía, es autora de una prolífica obra repleta de ensayos, novelas y documentos autobiográficos que han causado enorme influencia. La película Los amantes del Café Flore (Les Amantes du Flore, 2005) del director francés Ilan Duran Cohen, se centra en la relación entre Simone de Beauvoir y Jean Paul Sartre, desde que se conocieron en la Universidad, concursando para una plaza de docente en Filosofía, hasta la vuelta de De Beauvoir a París y la publicación del libro El segundo sexo, tras una estancia en Estados Unidos, en donde mantiene una intensa aventura pasional con el escritor norteamericano Nelson Algren. El film se detiene en la complicada relación y unión amorosa, afectiva e intelectual que se estableció entre De Beauvoir y Sartre desde que se conocieron en La Sorbona en 1929, relación que por cierto se sostuvo en constante diálogo y confianza hasta la muerte del filósofo, en 1980. El realizador, Duran Cohen, recorre el período de la Francia de entre guerras, de la Francia ocupada y de la Francia de posguerra, retratando con verosimilitud el viaje intelectual y sexual que atraviesa la pareja, dentro de un clima de libertad y con un modelo abierto de relación, además de sus intentos por divulgar análisis literarios, políticos y sociales, ya mediante la creación de la revista mensual Les Temps Modernes, ya mediante sus propias obras personales. La soledad en la que desembocó la pensadora por sus planteamientos filosóficos existencialistas, que hacían del “yo” el eje vertebrador del todo, y la libertad absoluta del ser humano la esencia de la existencia, está adecuadamente abordado en el film, que se enfrenta con delicadeza a la difícil tarea de acercarse a figuras tan influyentes. El desarrollo de veinte años en la vida de estos escritores y pensadores se realiza con agilidad, con buenas interpretaciones de Anna Mouglalis como Simone de Beauvoir y Lorànt Deutsch como Jean-Paul Sartre, y sin que ausencias e inexactitudes destaquen, a pesar de la ardua dificultad en el reflejo de existencias tan complejas.
En el año 2013, el realizador francés, Martin Provost, que ya se había enfrentado a la confección de un biopic cinematográfico con su película Seraphine (2008), sobre la pintora Séraphine de Senlis, con la que obtuvo siete premios César, abordó la biografía de la escritora francesa Violette Leduc, desde su escondite al final de la Segunda Guerra Mundial con el escritor Maurice Sachs, sobreviviendo del estraperlo, hasta la publicación en 1964 de su libro de memorias La bastarda, ganador del premio Goncourt en dicho año. Escritora explosiva y desbordante, no tuvo inconveniente personal alguno para recoger en su obra su propia sexualidad, el aborto o el desprecio maternal, de una forma violenta, sincera y sin artificios. Muy olvidada en el panorama literario actual, no sabemos si por subsistir cuestiones de prejuicios hacia tal apertura de sentimientos por parte de una mujer, mantuvo tras la guerra y hasta su muerte, en 1972, una relación peculiar con Simone de Beauvoir, que el film intenta dar a conocer y comprender. Si bien Violette Leduc se enamoró intensamente de la filósofa, el interés que Beauvoir mantenía por la escritora era básicamente protector e incitador con su evolución literaria, convencida del alto valor que poseía su escritura por vitalidad y tragedia en la búsqueda del amor, y consciente del impulso que podía suponer en el camino para la liberación femenina. Ambas figuras son interpretadas por Emmanuelle Devos como Violette, y Sandrine Kiberlain como Simone de Beauvoir, la primera en una caracterización que resalta las torturas y angustias que vivió el personaje, y la segunda, reflejando su situación intelectual superior, arrogante y estirada, pero sabiendo ocultar con frialdad la bondad que encerraba su alma. Excelentes interpretaciones en un marco clásico, con un relato lineal que acoge la luminosidad y belleza de los exteriores y la oscuridad y lobreguez de interiores.
El pensamiento de la filósofa española María Zambrano (1904-1991) fue llevado a la pantalla cinematográfica por el director José Luis García Sánchez en el año 2004, con el título de María querida, con un guion de Rafael Azcona y del propio García Sánchez. La malagueña fue interpretada por la actriz Pilar Bardem, y no deja de ser un pequeño homenaje hacia una pensadora que pasó buena parte de su vida en el exilio y estuvo absolutamente olvidada en su propia tierra. Considerada como una de las filósofas más importantes del mundo hispano, estudió la disciplina en Madrid, siendo discípula de Ortega y Gasset, Zubiri y García Morente. Nombrada profesora de Metafísica de la Universidad de Madrid en 1931, debió partir hacia el exilio tras la Guerra Civil, e inició un periplo como profesora y escritora en Latinoamérica, Italia y Suiza, volviendo a España en 1984. Precisamente, el film se centra en esos últimos años de retorno, cuando empezó la recuperación, en su país natal, de su figura y obra, obteniendo el reconocimiento que se le había negado, a través de premios y homenajes públicos. María Zambrano destaca en su pensamiento por la “razón poética”, método que pretende abordar los acontecimientos, no desde la racionalidad o la vitalidad, sino desde la imaginación poética. Pretende alcanzar el conocimiento humano abordando la realidad con la razón, pero con la necesidad de saber “recibir pasivamente” en el silencio del corazón. En una cita de la propia Zambrano, “el filósofo es el que no habiendo conseguido lo que Josué, detener el sol, sabiendo ya que el sol no se detiene, quiere adelantarse a su curso y así, si no logra pararle, logra, al menos, lo que es decisivo, ir delante. Estar ya allí, cuando él llegue”. Parte de esa intimidad y sensibilidad es lo que ha pretendido trasmitir la película, forjando una personalidad modesta, muy inteligente, reflejando a una mujer que transforma su pensamiento en compromiso poético. Mediante una combinación de ficción y realidad, el guion relata el intento de realización de una película sobre la propia vida de María Zambrano por parte de una periodista, y recorre, además del entusiasmo que se vivió con la instauración de la República, las desgracias económicas y humanas que tuvo que sufrir la pensadora, desde el momento en que se vio obligada a cruzar la frontera en el año 1939, el mismo día y de la mano del poeta Antonio Machado. El film desprende una clara simpatía por el personaje, un amor que no se intenta ocultar en ningún momento, un intento por recuperar una memoria histórica que todavía permanece oculta y sin cerrar heridas adecuadamente, que incomprensiblemente aún permanecen sangrando. Precisamente, la pensadora andaluza no regresó a España inmediatamente tras la muerte del dictador, el “innombrable” tal y como ella lo denominaba, al ser consciente de que una tragedia como la vivida en la historia de su país, encadenada a la guerra civil y a sus exiliados, sólo podría redimirse a través de una actualización de las propias catástrofes y fantasmas, y no precisamente mediante la única vía olvidadiza e irreflexiva, ciega hacia la democracia y la modernización.
Bibliografía:
Mujeres filósofas en la historia. Desde la Antigüedad hasta el siglo XXI. Ingeborg Gleichauf. Editorial Icaria.
Pensadoras del siglo XX. Una filosofía de esperanza para el siglo XXI. Iván López Casanova. Editorial Rialp.
Pensar con el corazón. Hannah Arendt, Simone Weil, Edith Stein, María Zambrano. Laura Botella. Editorial Narcea.
María Zambrano. Juan Fernando Ortega Muñoz. Editorial Arguval.
Excelente artículo.mis felicitaciones a su autora, que glosa con detalle y claridad una serie de figuras importantísimas en el pensamiento del pasado siglo (no solo desde la perspectiva de género, sino con una visión más global), y su trasposición cinematográfica. Comparto en redes.
Saludos cordiales
Excelente el artículo el cual además contribuye al conocimiento del aporte indiscutible de estas pensadoras a la filosofía contemporánea.
Agradecido por esta visión sobre mujeres en la filosofía moderna y como han sido mostradas en el cine.