Investigamos
Galaxias Cercanas: La semilla de Star Wars y el universo de George Lucas
En 1977 llegaba a los cines una película destinada a trascender lo meramente cinematográfico, y convertirse en uno de los referentes de la cultura pop, generación tras generación. Star Wars llevaba el eterno enfrentamiento entre el bien y el mal a niveles cósmicos, ofreciendo a los espectadores un espectáculo nunca visto con anterioridad. Los efectos especiales adornaban una historia con raíces en mitologías milenarias, revestida de odisea espacial, que presentaba un relato que nos habían contado mil veces como algo novedoso y excitante.
Detrás de aquella convergencia de historias y géneros, se encontraba la mente brillante de un joven que sería cabeza visible de una generación que cambiaría la forma de ver el cine para siempre, George Lucas. Aquel mítico grupo de directores de finales de los 70 escribiría con letras de oro su nombre en la historia del séptimo arte. Encontraron el difícil equilibrio entre la autoría y el espectáculo comercial, manteniendo una inequívoca identidad personal, al mismo tiempo que llenaban las arcas de las productoras con productos destinados al consumo masivo, incluso fuera de las salas de cine. Lucas elevó el concepto de negocio a un nuevo nivel, que trascendía la importancia de la propia película. Los productos basados en los personajes de la serie se convirtieron desde entonces en un activo económico más, generando millones de dólares en todo el mundo en concepto de merchandising. Desde cómics y juguetes a series de animación y productos para el hogar, Star Wars es, de lejos, una de las sagas cinematográficas más rentables de la historia.
Tanta fiebre cósmica sólo se justifica si hay algo diferente, algo que sea capaz de conectar con espectadores de todas las edades. La inabarcable galaxia imaginada por Lucas es una fábrica de sueños que sigue generando expectación casi cuarenta años después del estreno de aquel Episodio IV que encandiló al público. La perfecta conjugación de ideas e influencias se tradujo en una película que era reflejo del propio mundo de su creador, que expresó en aquella producción de apenas 10 millones de dólares una amalgama de géneros bajo el perfecto disfraz de la épica galáctica. El western, las películas de samuráis o el cine bélico son sólo algunas de las claras influencias que flotaban en la mente del joven Lucas a la hora de escribir aquellos primeros borradores del guion de la futura Una nueva esperanza. Tiempo después descubrimos que la historia original poco tenía que ver con el resultado final que llegó a los cines, pero esa historia quedará para otra ocasión. Hoy, proponemos un paseo por todas aquellas obras que, de una manera u otra, conforman la génesis del fabuloso universo encerrado en la saga iniciada por George Lucas tantos años atrás.
Samuráis, filosofía y Kurosawa
El cine de samuráis es una de las influencias más visibles en el resultado final de Star Wars. Por supuesto, si hay que hablar de esta clase de películas, es inevitable nombrar al maestro de maestros, Akira Kurosawa. En especial, Lucas tenía en mente el clásico La fortaleza escondida (Kakushi Toride no San-Akunin, 1958), ya que se podría decir que Star Wars es el remake evidente de este filme. En ella, se cuenta la batalla por la supervivencia de un guerrero, interpretado por el mítico Toshiro Mifune, y una princesa, a la que acompaña, a través de las tierras de sus enemigos. Las similitudes no se quedan en la trama, puesto que narrativamente, también toma prestados bastantes elementos. En el filme de Kurosawa, el relato se cuenta desde la perspectiva de dos personajes que Lucas sustituye en su propuesta por los androides R2-D2 y C3-PO, que sirven de desencadenante de las aventuras del joven Skywalker en su camino por convertirse en Jedi.
Kurosawa es de los directores japoneses que más aplausos ha recibido fuera de su país de origen. De hecho, en Japón nunca recibió los mismos halagos, precisamente, por el gusto que profesaba a las formas narrativas occidentales, en especial a las estructuras teatrales de Shakespeare, a las que rendiría tributo en su tardía Ran (1986), adaptación del drama Rey Lear.
Tanto Lucas como otros directores de su generación nunca han escondido la admiración por el cine de este imprescindible director japonés. Su aportación al cine mundial es indiscutible, además de que ya, con anterioridad, sus películas habían servido de inspiración a Hollywood con Los siete magníficos (The Magnificent Seven, 1960), traslación al salvaje Oeste de las aventuras de los guerreros de Los siete samuráis (Shichinin no samurai, 1954).
Con los años, Spielberg y Lucas responderían con agradecimiento a las enseñanzas del maestro, produciendo algunas de sus últimas películas, como la citada Ran, Kagemusha (1980), que contó con la colaboración de otro rendido admirador, Francis Ford Coppola) o el auténtico testamento cinematográfico del autor, Dreams (1990).
La influencia de la cultura nipona se encuentra un paso más allá de lo puramente cinematográfico, puesto que los propios Jedi y su filosofía tienen mucho que ver con el código de los samuráis, agigantados por toda la mística de la Fuerza.
Otras galaxias lejanas
Antes que Star Wars, existían ya otros mundos que nos llevaban a los lugares más recónditos de un universo imaginado. Planetas exóticos, razas extraterrestres, enfrentamientos con armas imposibles y héroes que se oponían al horror establecido por seres implacables dispuestos a todo por el poder, eran plasmados con maestría por Alex Raymond en las páginas del célebre cómic Flash Gordon. Desde mediados de los años 30, las viñetas con la odisea de este aventurero espacial contra el malvado emperador Ming se colaron en las imaginación de Lucas, que encontraría en este prodigioso mundo una fuente de inspiración para su propia galaxia. Lucas ha reconocido la aportación de estas lecturas infantiles como semilla en la génesis del universo Star Wars. El sentido de la acción, la épica, el enfrentamiento entre la luz y la oscuridad y, sobre todo, la falta de límites a la hora de describir planetas lejanos pusieron los primeros ladrillos en lo que sería uno de los universos de ficción más importantes de la historia del cine.
Lo curioso es que fue el éxito de Star Wars lo que propició la aparición de una película basada en la obra de Raymond. Las aventuras espaciales se habían puesto de moda y rendían en taquilla, así que los intentos de las productoras de repetir el éxito de Star Wars fueron constantes (con catastróficos resultados en la mayoría de las ocasiones). En 1980, esta producción de Dino de Laurentiis llegaba a los cines, desconcertando a los espectadores por su poco acertada estética y su simplona traducción del fabuloso mundo creado por Raymond al cine. Todo un fracaso al que el tiempo ha puesto la etiqueta de “de culto”. Ni los Queen tuvieron un buen día en aquel fiasco, dejando para el recuerdo una de las bandas sonoras más chirriantes y exageradas de la historia del cine.
Aunque Dune no ha sido reconocida por el director como influencia para la saga, es difícil no ver rasgos de la famosa novela de Frank Herbert en el viaje, tanto interior como exterior, del joven Luke Skywalker. Dune fue un éxito rotundo, además de referente generacional de aquella juventud de mediados de los 60 que se vieron atrapados por la profundidad de la epopeya de Paul Atreides. Los parajes desérticos del planeta descrito por Herbert tienen su espejo en Tantooine, hogar natal de Luke Skywalker (y de Anakin, el futuro señor oscuro del Sith, Darth Vader), y entre ambos personajes se encuentran paralelismos claros. Incluso los Jedi de Lucas practican juegos mentales muy parecidos a los perpetrados por la hermandad Bene Gesserit.
Al fin y al cabo, tanto Paul como Luke se encuadran en la tradición del viaje del héroe, explicada por Joseph Campbell en su célebre estudio El héroe de las mil caras. Su carácter casi mesiánico, avivado por el destino más grande que la vida que les llevará a cambiar la galaxia para siempre, enlaza con tradiciones anteriores, reescribiendo esta épica ancestral para las nuevas generaciones. Es más que probable que el joven Lucas leyese en su momento Dune, y encontrase las mismas motivaciones que en las viñetas de Flash Gordon.
Pistoleros, sinvergüenzas y misiones suicida
Reduciendo al mínimo el espíritu de la película, Star Wars es un western de samuráis espaciales. Posiblemente, el único en su especie. El espíritu del Oeste se respira en gran parte del metraje del Episodio IV, sobre todo en los compases iniciales en Tatooine. La vida de los cosechadores de humedad recuerda a la de los pioneros que retrataban las epopeyas del Oeste, historias de hombres y mujeres que se enfrentaban a un entorno hostil. Pero es a la llegada al infame puerto espacial de Mos Eisley cuando Lucas se entrega con pasión a todos los clichés del género, para llevarlos a un nuevo nivel.
Cazarrecompensas, criminales, tabernas de mala reputación y duelos entre pistoleros de gatillo fácil nos retornan a los polvorientos westerns que llenaron las pantallas durante los 60 y 70.
El cine bélico, sobre todo basado en las batallas aéreas de la Segunda Guerra Mundial, gana peso en los momentos climáticos del Episodio IV, y hará acto de presencia en toda la saga. El ataque desesperado contra la Estrella de la Muerte permite a George Lucas rendir homenaje a otro de sus géneros favoritos.
Las frenéticas persecuciones entre cazas inspiró este brillante momento. El sentido del ritmo y la intensidad que imprime el director a la batalla de Yavin era, de nuevo, la adaptación de un género de normas casi inamovibles a un nuevo lenguaje, basado en el espectáculo y lo fantástico. A pesar de su trasfondo espacial, Lucas no pierde la sensación de credibilidad de su película, y es por lo claro de las referencias, por el talento de aquel joven director para hacer malabares con todo ese cine que conformaba su universo cinéfilo. Esta influencia ha sido admitida por el propio Lucas, que cita la película The Dam Busters (1955) como inspiración de estas batallas estelares entre los Ala-X rebeldes y los icónicos cazas Tie imperiales.
Darth Vader, ¿Villano de cómic?
Darth Vader se ha convertido por derecho propio en icono de la cultura popular. Su imponente aspecto resulta estremecedor incluso a pesar de los años, y no ha perdido ni un ápice de fuerza visual. De hecho, el oscuro señor del Sith se transforma poco a poco en el auténtico protagonista de la saga, puesto que el viaje de Luke hacia su destino como caballero Jedi se complementa con la tortuosa senda de redención de Vader.
Las influencias del cómic no se quedaban sólo en Flash Gordon. Los clásicos de Marvel y DC también se colaron en el imaginario de Lucas. El propio Vader, en origen, bebe de dos de los villanos más reconocibles del cosmos del cómic americano: el doctor Doom y Darkseid.
Doom (conocido como doctor Muerte en España) es una creación del mítico dúo Stan Lee/Jack Kirby para Los 4 Fantásticos. Doom comparte con Vader el aspecto regio y siniestro, mezclado con cierto toque cibernético. El villano de Marvel esconde su rostro tras una máscara metálica que oculta su cara desfigurada, de manera similar al oscuro señor del Sith. Además, ambos muestran una posición moral parecida, ávidos de poder y capaces de cualquier cosa para la consecución de sus objetivos. El desprecio por la vida humana y la sensación de superioridad marcan la personalidad de estos dos dictadores, aunque Vader superaría muchos de los tics de villano al uso, gracias a los fantásticos giros de guion que nos sorprenderían a partir del Episodio II.
Darkseid es otra invención de Kirby, pero en esta ocasión en solitario, para la Distinguida Competencia. El legendario autor de cómic recreó toda una epopeya cósmica en el enfrentamiento entre los nuevos dioses, seres cósmicos que representan el lado de la luz y el de la oscuridad. Darkseid, ejemplo del mal sin paliativos, conspira desde su trono en Apokolips, compartiendo muchos de los atributos de Darth Vader. El imponente aspecto físico de la creación de Kirby recuerda mucho al del señor del Sith, pero es que incluso en la historia personal del personaje de DC hay similitudes. Darkseid tiene un hijo, Orion, que se ha criado con los enemigos naturales de Apokolips, los nuevos dioses de Nueva Génesis. El conflicto entre padre e hijo está servido, y, por supuesto, ahí está otro referente claro del drama entre los Skywalker. Claro está, Lucas adornó estas imágenes de la viñeta con otras postales igual de siniestras. El uniforme de Vader está rematado con la parafernalia del ejército nazi, imagen de maldad suprema y mitificada hasta el extremo gracias al cine. Además, la cultura japonesa hace acto de presencia de nuevo, y el casco del señor oscuro del Sith está basado en la clásica armadura samurái, que junto al robótico rostro artificial dan forma a la imagen definitiva del mal en la galaxia.
La Guerra de las Galaxias, con el tiempo, se convirtió en influencia para muchas otras películas, carne de nostalgia para varias generaciones y parte de la historia del cine por méritos propios. Pero todas las obras maestras tienen el ojo puesto en todas las que las precedieron, incluida la película de Lucas. Ahora que otros se hacen con el testigo de la saga, se cierra el círculo, y una nueva generación tiene la oportunidad de formar parte de la leyenda. El espíritu, esperamos, seguirá ahí. Hoy hemos paseado por algunas de las ideas que manejaba Lucas en el momento de la creación de su gran película.
Seguro que nos dejamos muchas en el tintero, pero es que las galaxias, cercanas o lejanas, son inabarcables.
Una respuesta a «Galaxias Cercanas: La semilla de Star Wars y el universo de George Lucas»