Críticas
La ley de la selva
El apóstata
Federico Veiroj. Uruguay, 2015.
En el tercer largometraje del director uruguayo Federico Veiroj, tras Acné (2008) y La vida útil (2010), se continúa con la búsqueda de la supervivencia en personajes masculinos, y en esta ocasión, nos presenta a Gonzalo Tamayo, un joven que se propone apostatar de la Iglesia Católica, rechazar la fe cristiana en la que ha sido educado y abandonar la institución en la que ingresó por medio del bautismo. Nos vamos a permitir comenzar con la carcajada que provoca la frase final con la que se acaba el film: “cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia”. Miles y miles de ciudadanos, y nos acordamos con especial cariño de los pertenecientes a los Arzobispados de Valencia y Madrid, sedes que tienen el gran mérito de encontrarse entre los más arcaicos e intransigentes de una institución, ya de por sí anclada en rancias y obsoletas costumbres y tradiciones, muchísimos ciudadanos, decimos, han sufrido personalmente tropelías y ataques de derecho a la libertad religiosa, de pensamiento y de conciencia por parte de la Iglesia Católica, tan cercanas o peores que las que se relatan en El apóstata. No debemos olvidarnos, para que todo tome su sentido, que el objetivo final físico de la apostasía no es ni más ni menos que la eliminación de la partida de bautismo del interesado, o la anotación en su margen del abandono de la institución, y la lucha de la curia se centra en evitar, por cualquier medio posible, fugas en sus listas de registro de miembros, que evidentemente son las de bautismo (no hay otras), no fuera que dichas bajas en número de socios repercutiera negativamente en la obtención de las innumerables prebendas que actualmente recibe de los poderes públicos, léase subvenciones, privilegios varios, exención de impuestos, o dádivas incomprensibles de bienes inmuebles del patrimonio común, mediante la simple acción de inscribirlos en el Registro de la Propiedad a su nombre.
La película acierta en la denuncia que hace del camino lleno de pedruscos, largo, caro y bochornoso que ha de cruzar el proyecto de apóstata, que por estos lares, después de atravesar distintos órganos religiosos y administrativos, se continúa con la Agencia de Protección de Datos (que por supuesto obliga a la Iglesia a la cancelación de nuestros datos en sus registros), con la Audiencia Nacional (que también falla a favor del derecho de apostatar), hasta llegar al Tribunal Supremo, para el que, no vaya a ser que exista infierno, los libros de bautismo no son ficheros ni constituyen una relación de los miembros de la Iglesia, ni deben o pueden ser actualizados. Y de allí al Tribunal Constitucional, que se lava las manos no admitiendo el recurso a trámite, que para eso a sus miembros los eligen los partidos mayoritarios, muy cuidadosos con la sensibilidad de sus votantes católicos. Para quien ha seguido toda esta carrera de obstáculos, ha realizado un alto dispendio económico y acaba sufriendo vulneraciones en su propia dignidad humana, la última escena de la película de Federico Veiroj, que por supuesto no vamos a desvelar, se recibe con verdadero alborozo.
El film sigue constantemente a su protagonista, Gonzalo, interpretado por un actor no profesional amigo del realizador, Álvaro Ogalla, el proyecto de apóstata, joven desconcertado y alelado, en una vida que parece retenida o suspendida mientras intenta definir su futuro, que se retrasa por el fracaso continuo en estudios y la indeterminación en relaciones de pareja. En una puesta en escena un tanto descuidada, las ensoñaciones de Gonzalo a veces se confunden con la realidad, o quizá dicha sensación es buscada intencionadamente, porque, ¿qué es más creíble? ¿las escenas de sexo o la intransigencia de las autoridades eclesiásticas? ¿cuál es la ficción y cual es la realidad? Desgraciadamente para muchos, la disyuntiva no alberga dudas. Por otra parte, las fantasías y el clima de la película nos hace establecer algunas influencias con la obra de Luis Buñuel.
Con pocos personajes, se cuenta con intervenciones valiosas, aunque de escasa presencia, como la de Bárbara Lennie en papel de vecina y madre del alumno de Gonzalo, o el de la madre de este último, Vicky Peña, acertadísima en la escena en la que, pesarosa, implora a su hijo para que recapacite en su decisión de abandonar la confesión cristiana, como si fuera una víctima personal de tal determinación y no una gran hipócrita a la que lo que realmente le preocupa es el cotilleo de amigos y vecinos. También resulta referente obligado acordarse del film de Carlos Saura del año 1973, La prima Angélica, protagonizado por Jose Luis López Vázquez, con Lina Canalejas como Angélica. En la obra de Veiroj, la prima es interpretada por Marta Larrarde. Al mismo tiempo, el desparrame burocrático al que aboca el largometraje, por las zancadillas que se van interponiendo por la institución eclesiástica, de manera sucesiva, para conseguir vulnerar la libertad de conciencia reconocida constitucionalmente, nos acerca a El proceso de Kafka y su versión cinematográfica de Orson Welles (1962).
La fotografía, muy realista, no cuenta con alarde alguno, y la cámara, tan estupefacta como el protagonista, recorre pausadamente junto al mismo, casas y calles de estética no atrayente, retratando de forma feísta muebles, objetos decorativos o ropas poco sugestivas. Tampoco hay que olvidarse de la banda sonora, que combina canciones del cantante Enrique Morente, del grupo vasco Lisabö, de Lorca, o música del archivo de la Filmoteca Española de los años cincuenta y sesenta.
La obra, coproducida por Uruguay, España y Francia, ha sido rodada en el barrio de la Latina de Madrid y fue recibida con división de opiniones en el último Festival de San Sebastián, consiguiendo no obstante, alzarse con una mención especial del Jurado y el premio Fipresci de mejor película (Federación de la Prensa Especializada). Estamos ante un film modesto que desprende naturalidad, y que no parece pretender elaborar con él una tesis sobre el hecho de la apostasía, sino plasmar un fresco sobre un momento de la existencia en donde se acumulan las renuncias e incertidumbres, y se persigue el intento de forjarse unos sólidos y personales principios y actitudes, con los que poder avanzar sin imposturas. Por cierto, ni siquiera creemos que Groucho Marx hubiera podido deshacerse de una institución que te agarra una vez bautizado y no te suelta, aunque sobre su cabeza caiga toda la ley divina y humana.
Tráiler:
Ficha técnica:
El apóstata , Uruguay, 2015.Dirección: Federico Veiroj
Guion: Federico Veiroj. Álvaro Ogalla. Nicolás Saad. Gonzalo Delgado
Producción: Coproducción España-Francia-Uruguay. Ferdydurke. Local Films. Cinekdoque
Fotografía: Arauco Hernández
Música: Álvaro Ogalla.
Reparto: Álvaro Ogalla. Bárbara Lennie. Vicky Peña. Marta Larralde. Kaiet Rodríguez