Críticas
Intensa e inolvidable excursión por los recovecos del cine
Psicosis
Psycho. Alfred Hitchcock. EUA, 1960.
Alfred Hitchcock es uno de los directores de cine que más admiro y una de las personalidades que más tiene que ver con mi afición por el cine. Recuerdo bien la serie de programas de televisión Alfred Hitchcock Presenta, en la cual regalaba detalles especiales e íntimos sobre la naturaleza del cine y sobre la forma en que el director se relaciona con los espectadores. Quedé, desde entonces, con la sensación de que los espectadores guardamos una estrecha relación con el cine, que somos muy importantes, ya que nuestra capacidad de interpretación es vital para completar la película y para dar sentido a la misma. He visto una par de veces Psicosis, considerada como una de sus obras maestras, y nunca ha dejado de sorprenderme. Elaborada en blanco y negro, con un presupuesto muy bajo, recibida con poca aclamación por los críticos en sus inicios, pasó a convertirse en un éxito popular, tanto en Estados Unidos como en Europa. Ahora la he visto de nuevo, con la intención de escribir esta crítica, que se constituye en un reencuentro para mí con este director, que me lleva a la intención de recorrer, poco a poco, las obras que me faltan de su extensa filmografía, que estoy seguro, me va a deparar muchos momentos intensos e inolvidables.
Intensa e inolvidable es la experiencia que nos depara Psicosis. Se trata de un recorrido por todos los recovecos del buen cine: el diseño, la actuación, el montaje, el guion, la música, la escenografía, la fotografía, la dirección, el manejo de cámara, la innovación, la historia que se cuenta y la que queda oculta para que el espectador descubra.
Sobre la actuación hay que decir que, debido a la naturaleza misteriosa de la historia y a la forma en que se nos la cuenta, no hay grandes espacios para el protagonismo individual. Janet Leigh, la artista principal, cuya escena de muerte en la ducha es un icono del cine, solo actúa durante una tercera parte de la película; sin embargo, es evidente la maestría que se advierte en su mirada preocupada, en su acosado periplo de carretera bajo la sutil persecución de un carro policial, en sus diálogos llenos de insinuaciones y de pequeñas pistas sobre lo difíciles que son las cosas cuando se anhelan la tranquilidad y la sencillez; en la famosa escena de la ducha, somos testigos del paso desde la momentánea e íntima felicidad y confianza que nos confiere el contacto con el agua tibia y amorosa, hasta la brutalidad y la crueldad de una muerte injusta y atroz. Acá son vitales el diseño, el manejo de la fotografía y de la cámara. La sangre y las manos se convierten en protagonistas de una escena que se vive en buena parte en la mente del espectador, ya que la cámara nos ahorra, no solamente el contacto directo con el cuerpo destrozado por el arma, sino también los gestos del asesino y de la víctima. Anthony Perkins representa al psicótico Norman, dejando ver todo el extenso espectro de personalidades que va desde el amistoso interés y la curiosa inocencia hasta la malicia y la doblez del asesino en serie; pasan por la mente del personaje el enamoramiento, la confianza, la acogida, los celos, los miedos, el fingimiento, la planeación y la improvisación; de todo esto nos damos cuenta a medida que pasa el tiempo y se nos van revelando los detalles de su compleja realidad. Lo interesante es que ya los vamos descubriendo en la actuación misma, a partir de las posiciones corporales, los ojos y las sonrisas de Norman.
Hitchcock juega con lo podríamos llamar la múltiples interpretaciones, las que asumimos como espectadores y las que experimentan los diversos protagonistas que se ven arrastrados, como nosotros, a explicar qué es lo que está pasando. Es un maestro de las hipótesis, que van siendo delineadas a través de la actuación, del guion y de los objetos que él escoge para llamar la atención: Una extraña habitación adornada con pájaros disecados; una misteriosa casa, de aspecto gótico, situada al fondo, en una colina, con una mujer sentada y siempre vigilante, su sombra, se nos dice, insinuada en la ventana; un par de cuadros de pájaros en el muro de la habitación del hotel donde suceden buena parte de los hechos; los números de las habitaciones, sobre los cuales recibimos detalles como si se tratara de claves; las placas de los carros; las cantidades de dinero, sus sumas y sus restas; un motel en perfectas condiciones, sin clientes, abandonado en una carretera secundaria, atendido por un único personaje, que no solamente tiene varias personalidades, sino que lo cuida con esmero, por años y años. Residen, en estos juegos de atención con objetos, algunos de los mayores poderes de este maestro del cine. Y lo logra en buena parte a base de diseños cuidadosos, en los cuales se presta total atención al detalle, que nos lleva a ser observadores curiosos, dispuestos a dejarnos llevar, seguros de que habrá una interpretación inesperada y novedosa, que, a pesar de nuestros esfuerzos y de nuestra perspicacia, nos va a sorprender.
La música apenas se insinúa, como cuando vemos una imagen de un disco de vinilo de la Heroica, de Beethoven, en espera de ser tocado en la casa misteriosa, que nos lleva a escucharla sin que suene. Pero bastan esos chirridos (más que sonidos) de violines, violas y violonchelos que anteceden a los ataques de cuchillo, para que se nos quede la imagen musical de este filme. Como se nos quedan las varias historias que nos cuenta: la de la novia joven y bella que cae atrapada por la ilusión de contar con dinero para casarse o para irse, alternativamente, hacia una isla lejana; la del novio distraído e indiferente que se convierte en atrevido protagonista; o la de la hermosa hermana, que inteligente y decidida, fuerza el desenlace del drama; o la de un desafortunado y bonachón investigador privado que se mete a resolver misterios superiores a sus fuerzas; o la de un fajo de billetes que es la razón de toda esta historia y que, en últimas, para nada cuenta. O la historia que subyace detrás de todo y que se nos relata con lujo de detalles, por cuenta, no tanto del siquiatra que la narra, como por efecto de la socarrona dirección, que se ha divertido inmensamente al contarla y realizar este filme.
Trailer:
(teatral)
Ficha técnica:
Psicosis (Psycho), EUA, 1960.Dirección: Alfred Hitchcock
Guion: Joseph Stefano, basada en la novela “Psycho” de Robert Bloch
Producción: Alfred Hitchcock
Fotografía: John L. Russell
Música: Bernard Herrmann
Reparto: Anthony Perkins, Janet Leigh, Vera Miles, John Gavin, Martin Balsam, John McIntire, Mort Mills, John Anderson, Lurene Tuttle, Simon Oakland
Muy buen artículo. Bastante completo y claro. Excelente trabajo. Felicidades.
Maru, gracias por esas palabras, que me han llevado a leer de nuevo mi crítica y a disfrutarla también
muy interesante
Películas como esta fueron las que cambiaron mi visión sobre la cinematografía. Me encanto leer esto, sobretodo por la interpretación. Creo que es un trabajo valioso, gracias por haberlo hecho.
Ayza, qué gentil tu comentario. Me gusta que lo veas de esta forma.