Investigamos
Harold Lloyd, colgado en el tiempo
La raza humana tiene un arma verdaderamente eficaz: la risa.
Mark Twain
¿Qué mejor cura para el estrés y la tensión que una buena carcajada? La risa es una excelente distracción de las preocupaciones y un respiro de aire fresco ante las aflicciones. El cine, por su parte, ha contribuido desde sus inicios a promover y proveer ese espacio de escape y desahogo, ya que a lo largo de su historia se erige como un santuario de entretenimiento y diversión para el público de cualquier edad, ofreciendo la posibilidad, por un rato, de perderse en increíbles ficciones ajenas y divertidas, con personajes intrigantes, deleitables o curiosos, hasta llegar, algunos de ellos, a tornarse verdaderamente tan entrañables y queridos para el espectador, que los convierte en una parte ordinaria de sus vidas, como si fueran de su propia familia.
Y es que si uno lo medita, resulta mucho más fácil hacer llorar con un relato dramático, que arrancar una risa franca por medio de una buena comedia, si ésta es realmente simpática. Definitivamente, no cualquier actor consigue crear situaciones en extremo graciosas, porque para ello se requiere un indudable talento y mucho ingenio, además de un dominio total del cuerpo, sobre todo en la época del cine mudo, en la que los diálogos o la música no eran elementos que ayudaran a la construcción de situaciones de humor, sino que todo dependía de los movimientos y de los gestos cómicos o gags.
Así que son unos cuantos los que logran sobresalir y, sin duda alguna, Harold Lloyd es uno de ellos. Destacado entre los más importantes, como lo son Charlie Chaplin y Buster Keaton, figuras claves en los inicios del género del slapstick y de los gags. Los tres son excepcionales cómicos de la década de los veinte y grandes iconos de la comedia del cine mudo norteamericano, aunque por supuesto, cada uno destaca por sí mismo, explotando sus propias habilidades y características.
A la sombra de Chaplin
Harold Clayton Lloyd nació en Burchard, Nebraska, el 20 de abril de 1893. Desde muy pequeño manifestó su gusto por el teatro y actuaba en las obras del colegio. Era un chico inquieto e ingenioso, siempre en busca de actividad, por lo que su padre lo apodaba Speedy. En 1910, tras el divorcio y ruina de su padre, se muda con él a San Diego, California, donde estudia teatro con quien será su mentor, John Lane Connor, quien para 1912 lo recomienda a la compañía Thomas Edisson, y así es que comienza a aparecer como extra en películas de un solo carrete.
Muy pronto entabla amistad con Hall Roach, quien aspira a ser un realizador, y forma su propio estudio en 1913, comenzando a filmar películas con el primer personaje ideado por Lloyd, “Lonesome Luke” (Luke, el solitario), derivado notoriamente de la figura de moda: Chaplin.
Lonesome Luke se volvió popular entre los más jóvenes, incluso era el preferido de los niños. Usaba bigote y bombín, como Chaplin, pero en lugar de la ropa suelta y grande, usaba los pantalones y el saco muy ajustados. Era un tipo gracioso pero agresivo, y los gags que creaba tenían mucho de imitación del modelo de comedia del momento, sobre todo de la de Chaplin. La mayoría de los cómicos que surgían por ese tiempo copiaban su fórmula, que había demostrado funcionar.
Pero Lloyd quería distinguirse de los demás, y aunque Luke se había granjeado el gusto del público, sabía que no sería suficiente para destacar y obtener un lugar especial, a la altura de los grandes como Charles Chaplin, Buster Keaton o Harry Langdon.
Un poco más tarde incorpora un sombrero de paja y unos anteojos, elementos que serán el toque de distinción a lo largo de su carrera cinematográfica. Pero, en realidad, su actuación seguía siendo muy parecida a la de Luke, aunque con momentos de acción física: saltos, giros, persecuciones y más peripecias. Lloyd deseaba encontrar esa personalidad única, auténtica y especial.
Levantando el vuelo
No fue sino hasta 1918 cuando surge la idea que cambiará su vida, y es la creación de un personaje más maduro y cercano al público, que sentirá mayor empatía con él. Se convierte en un chico como cualquiera, reconocible en cualquier situación, como si fuese un amigo o vecino, pero al que continuamente le suceden situaciones chuscas e inverosímiles, ante las que tiene que reaccionar ágil e ingeniosamente, lo cual provoca momentos de risa prolongada y explosiva.
Mientras que lo que gustaba de Chaplin, en ese momento, era lo extraño de su personaje, su personalidad diferente, su originalidad al caminar y actuar, lo que comienza a gustar en Harold es su normalidad, su rol de ciudadano norteamericano promedio, su parecido a un ser humano cualquiera. Asimismo, como las gafas son tan comunes en la época, su uso le brinda credibilidad y su aspecto se vuelve natural y cotidiano, con una tipología perfectamente identificable para los espectadores.
Por otro lado, la crítica, que en ciertas ocasiones incorpora a sus filmes, no es tan franca ni confronta al público como lo hace Chaplin. Así que los espectadores se encuentran más relajados ante sus películas, que no exigen gran cosa de ellos, sino simplemente disfrutar de situaciones comunes, pero graciosas.
Su popularidad aumenta con este nuevo giro de su personaje, así que para 1921 decide aventurarse con su primer mediometraje de 45 minutos de duración Sailor-Made Man (Marinero de agua dulce), ya que los cortos no le eran suficientes para poder explayarse a gusto en sus historias. A partir de entonces, su carrera despega hacia lo alto, garantizándole un lugar destacado en la historia de la comedia cinematográfica.
Las que perduran en la memoria
Su primer largometraje fue Grandma’s Boy (El mimado de la abuelita, 1922), fue preconcebido como un mediometraje dramático que abordaba el tema de la valentía, sin embargo, al terminarlo Roach requirió que se adicionaran escenas cómicas y situaciones de humor, por lo que aumentó en metraje, consiguiendo rodar una película con un argumento dramático interesante pero, a la vez, con circunstancias muy graciosas que causaron una muy buena impresión, incluso al mismo Chaplin, quien felicitó por telegrama a Harold por su buen trabajo.
Lloyd muy pronto se conviertió en un fructífero hombre de cine, muy decidido en cuanto a su trabajo se refiere, se involucraba no sólo en las historias, el guion y sus gags, además de la interpretación, sino también en cuestiones de dirección, indicando al propio director cómo quería tal o cual escena, y de qué manera ésta debía ser montada.
Para él no bastaba hacer reír al espectador, así que intentaba también asustarlo, mantenerlo en tensión ante situaciones extremas, y ese es otro aspecto en el que se vuelve innovador. Su personaje se ve envuelto en aventuras, a veces a pesar de sí mismo, en las que tiene que actuar con valor y destreza, convirtiéndose en un héroe y ganando la simpatía del público.
En Safety Last (El hombre mosca, 1923), recrea una de las secuencias que lo sellaron para la posteridad, un vendedor de almacén se ve orillado a escalar un rascacielos ante la mirada atónita de los transeúntes, que aguantan la respiración cada vez que está a punto de soltarse, hasta que, de pronto, queda colgado de las manecillas del reloj del edificio, logrando una singular metáfora de lo que simboliza el tiempo para los habitantes de la acelerada ciudad, que está insertos en un sistema de trabajo sin parar.
Para esta escena sus escritores de gags y él mismo, intentaron sacar un gran provecho, por lo que incorporaron el mayor número de trucos y chistes posibles, aumentando su duración y, por consiguiente, la risa del público.
Lloyd fue uno de los primeros actores en volverse famoso al encontrarse en peligro. Continuamente utilizaba las alturas para crear momentos de gran nerviosismo, algunas veces empleaba dobles, pero normalmente los realizaba él mismo, su intención era dotar de una gran tensión narrativa a sus películas, y lo logra, ya sea trepando un edificio, caminando por fuera de las ventanas o suspendido en el aire con su novia en un andamio, recorriendo a toda velocidad por las calles de Nueva York sobre una carreta de caballos o en una pelea bajo el agua. Asimismo, acostumbrado a las películas urbanas en las que se le ve como un ciudadano común, busca en ocasiones salir de la ciudad para encontrarse de pronto, por ejemplo, involucrado en una revolución en un país sudamericano, sin apenas darse cuenta, metido siempre en situaciones que van llevando a la gente hasta los límites de la presión para después hacerlos estallar en una sanadora carcajada.
A pesar de su timidez se las arregla para acercarse siempre a las chicas que le gustan para cortejarlas. Utiliza su ingenio para ganarse su preferencia y acostumbra a ser muy galante. Un ejemplo es cuando en el metro atestado de gente, pega un chicle con un hilo en un billete para engañar a un señor, obligándolo a levantarse del asiento y así ceder su lugar a una bella dama.
Otro artificio del que echa mano Lloyd para hacer reír es el procurar sobresalir y tener éxito en cualquier profesión que esté representando, sin embargo, no siempre resulta sencillo lograrlo. Así en The Freshman (El estudiante novato, 1925), busca ser el mejor futbolista de su colegio y destacar en el deporte más representativo de los Estados Unidos.
Hacia el año 1924 se independiza de Roach para fundar su propia compañía de producción Harold Lloyd Film Corporation, y comienza a producir sus propios filmes, tomando por completo el control de sus historias. La segunda mitad de la década de los veinte fue bastante prolífica, de mucho trabajo, de éxitos comerciales y de grandes ganancias económicas.
Contra la avalancha del cine sonoro
La llegada del cine sonoro significó un gran cambio para el cine, y para muchos actores, tanto dramáticos como cómicos, esto significó su fin. En cuanto al género de la comedia, las cosas se complicaron. Los gags ya no sólo eran visuales, sino que debían incorporar diálogos y elementos auditivos.
Para Harold Lloyd también fue una transición difícil, pero mientras Chaplin por ejemplo, decidió mantenerse fiel a la comedia muda, él intentó probar suerte en el nuevo cine y aprovechar los avances a su favor sin quedarse atrás. Tristemente, su popularidad no fue ya la misma y el control que ejercía sobre sus películas tuvo que ceder paso a las grandes producciones del sonido, quedándose con poca libertad de acción.
En la década de los treinta, el público comenzó a asociarlo con su propia voz, sin embargo, a pesar de que se incorporaron ingeniosos diálogos a las situaciones cómicas, dando vida a algunos filmes, entre ellos Cinemanía (1932) y La vía láctea (1936), la Gran Depresión provocó que se disminuyera su producción a casi la mitad de la década anterior.
Un personaje trabajador en busca del éxito dejó de resultar atractivo en tiempos en los que la población estaba luchando por subsistir. Sus ingeniosos gags ya no provocaban gracia en el público, que se mostraba interesado en los frescos y nuevos actores, frutos nacientes del cine sonoro.
Lloyd cayó en una depresión ante el contundente cambio de tendencias en el gusto de los espectadores y decide descansar por un tiempo del cine. Años después, es buscado por Preston Sturges, quien le propone retomar el personaje de The Freshaman, para ubicarlo en una oficina veinte años después. La película se rodó con muchos desacuerdos y diferencias entre Lloyd y su director, tristemente estuvo enlatada tres años y al final fue presentada en 1951 con otro título, Mad Wednesday, y con varios cortes de escenas. Además el nombre de Harold en el póster fue reducido y la película fue un fracaso. Una triste forma de terminar su carrera.
Su legado
En 1953, se le otorga un Oscar honorífico por ser un indiscutible maestro de la comedia y un buen ciudadano. Esto es significativo, porque fue un actor siempre afiliado al ideal norteamericano, muy acorde a los valores sobre los que se funda la Academia cinematográfica (a diferencia, por ejemplo, de Chaplin).
Inserto en el sueño americano, Lloyd busca con su personaje la superación continua en los oficios que interpreta en sus películas. De hecho, en su vida personal, en cierta forma, él mismo es parte de ese sueño, porque con pocos recursos y empezando desde abajo logra una historia de éxito y gran solvencia económica.
En 1962 presenta en Cannes un compendio de sus obras, Harold Lloyd’s World Of Comedy, que engloba los momentos más memorables de sus principales filmes. Fue gratamente recibido con una larga ovación de pie.
Harold Lloyd muere en marzo de 1971, a los 77 años de edad, y es sin duda alguna, uno de los grandes cómicos del cine, creador de tendencias que incluso hoy se utilizan, además de ser un innovador en el manejo del ingenio y de la tensión dramática. Asimismo, logra traspasar las barreras del tiempo y del sonido, consiguiendo, desde sus inicios hasta nuestra época, con lúcida maestría, una de las tareas de mayor dificultad para un artista: hacernos reír.
Fuentes:
Ronald Bergan. El libro del cine, guía total del séptimo arte.
The Third Genius. 1989. Documental sobre la vida y obra del actor
Hola mi nombre es luis Roberto Viquez Matey soy de Costa Rica hace unos años vía a HAROLD en mi tv recien comprada por mi padres siendo un niño fue de lo primero que vi en la la tv creo sincera mente que aquellas atuciones y laforma de ser de HAROLD influyeron en mi vida y me marcaron por siempre de mil formas gracias HAROLD me enseñates mucho en mis valores
No soy mas que un hombre constructor pero una moral grande y luchadora han los conflictos tu un ídolo que marcó.