Cafe Society

A pesar de ser una enorme usina que cada año produce películas en cantidades siderales, no todos los directores de renombre pueden ostentar el título de lanzar una obra por año, ya sea por una cuestión creativa o simplemente por presupuesto. Woody Allen viene a romper con eso, siendo que desde el lanzamiento de Annie Hall en 1977, salvo en 1981, ha lanzado una película por año, y lo más destacable es que cada una de ellas mantiene un nivel excelente.

Mezclando lo que más le gusta, Woody Allen ha logrado entretejer nuevamente esas historias que combinan las cuestiones más mundanas con filosofía y moral, tal como lo ha logrado en casi todos los filmes de su extensa carrera. Bobby Dorfman (Jesse Eisenberg) es un joven judío, oriundo del Bronx neoyorquino. Enviado por su familia en búsqueda de su tío, Phil Stern (Steve Carell), un prolífico agente de Hollywood, para que lo introduzca en el exclusivo mundo de las estrellas, se topa con otra realidad muy diferente a la vida que estaba habituado a llevar. A fines de los años 30, la industria se encontraba en pleno auge, luego de haberse masificado el cine sonoro.

Tal como es predilección de Allen, no faltan los ejes amorosos que involucran a más de dos personas, con desencuentros que logran que el ritmo nunca se pierda y utilizando algo que es una marca característica de su cine: el humor intelectual. Aceptándolo a regañadientes, Phil Stern entabla una relación superficial con su distante sobrino Bobby, pero es a través del amor de su secretaria Vonnie (Kristen Stewart) que se inicia una disputa entre ambos, poniendo en relieve  las cuestiones morales que impone la sociedad y las acciones que tomamos, en gran medida, opuestas a lo establecido. Algo similar ocurre con Val Waxman, personaje que Allen encarna en Un final made in Hollywood (Hollywood Ending, 2002), que de pronto se halla en la disyuntiva de dirigir una película para un productor que le robó a su ex exposa.

La historia transcurre en dos planos, uno es en la calurosa Hollywood, que se presenta como un lugar frívolo y vacío, pero donde predomina el bienestar; el otro es el Bronx neoyorquino, donde prevalecen la vida criminal y costumbres más modestas. De alguna manera, Woody traza una línea divisoria entre una existencia llena de lujos y otra más terrenal, algo también característico de su filmografía. Allí es donde introduce en la historia a Ben (Corey Stoll), el hermano mayor de Bobby, que dedica su vida a la mafia y al restaurante que maneja, donde se reunía la elite de la ciudad de la Gran Manzana, que se denominaba «Sociedad del Café» (de donde proviene el nombre de la película). También este es otro caso de contraposición de estilos de vida, ya que el personaje de Ben lava sus negocios sucios utilizando el restaurante como pantalla.

En lo que hace al sonido, la marca del director también dice presente, con esos toques de jazz que nos introducen en cada una de sus películas y que logran cautivar, como ya lo ha hecho en Acordes y desacuerdos (Sweet and Lowdown, 1999), donde el personaje que protagoniza Sean Penn compite contra Django Reinhardt por el título de mejor guitarrista de jazz. Entonces, como nos tiene habituados, un inicio con créditos incluyendo jazz de fondo y luego un acompañamiento con acordes y notas típicos de su filmografía, otra de las características que ya son un sello propio de su carrera.

Woody Allen, con sus adeptos y detractores, con la constante que ya mencionáramos anteriormente sobre sus lanzamientos anuales y la casi inagotable fuente de creatividad que es capaz de imaginar una historia original nueva por año, por momentos parece estar en una meseta en lo que a esto respecta, pero con Cafe Society, demuestra que a sus ochenta años, sigue totalmente intacto.

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