Críticas
El Pueblo Blanco de la dupla Cohn-Duprat
El ciudadano ilustre
Mariano Cohn, Gastón Duprat. Argentina, 2016.
Escapad gente tierna,
que esta tierra está enferma,
y no esperes mañana
lo que no te dio ayer,
que no hay nada que hacer.
Pueblo Blanco, de Joan Manuel Serrat
Antes de finalizar el milenio, Mariano Cohn y Gastón Duprat se asociaron para crear Televisión Abierta, “el primer reality de la tevé, antes de que exista Big Brother o YouTube. Un delivery de cámaras a domicilio para hacer o decir lo que uno quiera, gratis y con total libertad”, según lo definen en su sitio web. El formato fue replicado en España, Estados Unidos, Italia y Japón. Se trataba de un programa de 30 minutos que ponía la cámara a disposición de la gente para que se expresara con libertad y era emitido por un canal de aire (América) a la medianoche.
Luego incursionaron en el cable, específicamente en MuchMusic, con Cupido, un programa diario y en vivo, donde dos participantes que buscaban pareja conversaban durante media hora sin verse, para luego, si había afinidad, encontrarse frente a frente. Cupido rozaba lo bizarro, sin dejar de ser provocativo y divertido.
Un lustro después de que los argentinos, cansados de ver pasar por el sillón presidencial a cinco presidentes en una semana, reclamaran “¡Que se vayan todos (los políticos)!”, este dúo realizó Yo Presidente. Un documental basado en entrevistas a siete mandatarios en su ámbito cotidiano. Los realizadores no dudaron en dejar la cámara encendida más allá de lo pactado y en la edición desecharon lo políticamente correcto para mostrar, a modo de comentario, donde una imagen lo dice todo, la clase política que los argentinos supieron conseguir.
En 2009, realizaron El artista, una ficción irreverente sobre el arte y su mercado. Un enfermero de un geriátrico muestra como suyas las obras de uno de los pacientes. El talento del anciano le atrae fama y mercaderes (curadores, artistas, críticos y demás intelectuales) que, en sus líneas de diálogo develarán la vacuidad de sus discursos.
El ADN televisivo de la la sociedad creativa que formaron les permite realizar un cine que atrapa grandes audiencias sin ser «comerciales». Porque la irreverencia y la crítica directa a la sociedad argentina están presentes en todo su cine. Gran salto significó El hombre de al lado, la historia de un intelectual que vive en la burbuja que supone una obra de arte como es la Casa Curutchet en La Plata y un vecino que decide abrir una ventana para obtener un poco más de luz, sin tener en cuenta que está afectando una destacada obra arquitectónica. Las diferencias sociales, las distintas necesidades de uno y del otro, la convivencia vecinal, el discurso intelectual y el vouyerismo, entre otros temas, van condimentando una historia que va volviéndose oscura.
El ciudadano ilustre, el último largometraje de Cohn-Duprat, bebe de todas estas fuentes. Un escritor autoexiliado (Oscar Martínez), premiado con un Nobel de Literatura, aburrido de la fama desecha todo tipo de invitaciones para aceptar solo una, la de su pueblo natal, en la Argentina profunda. Salas, un pueblo del interior, que nada tiene que envidiarle al Pueblo Blanco al que le canta Joan Manuel Serrat, lo recibe para declararlo ciudadano ilustre. Después de vivir en una sociedad altamente desarrollada, llega a un pequeño aeropuerto y se desplaza en un taxi que no llega a destino. Las carencias no son solo materiales. Sin embargo, todo el pueblo se reúne para recibir al conciudadano famoso. Trasladado en el camión de los bomberos y mostrado como trofeo junto a la Reina de Belleza local, el escritor se ve sumido en un mundo que primero le provoca una falsa timidez para luego condescender hacia la mirada piadosa de unas gentes que va descubriendo limitadas.
Cohn y Duprat eligen estructurar la historia en cinco capítulos. Cada uno de ellos irá hundiendo más profundamente al escritor en el submundo en el que ha elegido enterrarse. La alegría que le provoca en su bunker de Barcelona una invitación de la ciudad que lo vio nacer, la sencillez extrema de un pueblo del interior de la Argentina, la clase política que tiene en el intendente al hombre aparentemente bonachón que es manejado por hilos cada vez más visibles, la primera novia abandonada y el amigo de la adolescencia que se ha casado con ella… Todos, factores que moderarán su estadía en un pequeño hotel, donde caen como hojas de otoño los que quieren un minuto de gloria y son sacudidos por un vendaval que pasará sus facturas a tanta fama, porque es justo decirlo, nadie es profeta en su tierra.
Los directores recorren terreno conocido. Eligen a un actor cómico, como Dady Brieva, para imprimirle una máscara de frescura inicial que se transformará en terrorífica. El discurso del pintor o las justificaciones del político tienen su antecedente en El hombre de al lado y en El artista. Hay huellas de su cine anterior en esta última obra del dúo que rompió el hielo en Venecia, donde Oscar Martínez fue premiado como Mejor Actor. Si bien parecen contar con una fórmula que se va asentando película tras película, no descuidan el aspecto formal y cada encuadre es de admirar. Hay mayor fluidez en este último caso, aunque en lo personal prefiero el minimalismo un tanto expositivo de El artista (encuadres simétricos, utilización de medio cuadro, importancia del fuera de campo, escamoteo de la obra del artista, subjetividad extrema, etcétera). En lo estético, en lo formal y finalmente, en el discurso hay una coherencia tal que nos lleva a esperar con ansias la próxima película de estos directores.
No considero que haya sorpresas entre una y otra de sus obras, sino una depuración, que nos permite comprobar cómo se consolida una carrera y una sociedad donde ambos dirigen, uno escribe el guion (Duprat) y el otro se encarga de la fotografía (Cohn). El humor nos predispone gratamente, como el viaje del aeropuerto hasta el pueblo, donde un ejemplar del último libro del escritor tiene un destino inesperado… pero en todos los casos, luego de esa instalación amable en el relato, el aire se va enrareciendo y consiguen dar la nota que no falta en ninguna de sus películas. Lo cierto es que el espectador se divierte con sus propuestas, porque suelen colocar a sus personajes en situaciones límite de manera risueña, pero también los condenan a convivir con otros que patean el tablero de la civilidad. Como en un día claro, El ciudadano ilustre comienza hablándonos de la nostalgia por el terruño, pero a medida que transcurre la jornada, vamos desvistiendo los recuerdos para encontrarnos con las asperezas de una realidad conocida. Al llegar la noche, vemos al escritor enfrentarse con aquellos monstruos miserables que, habiéndolos olvidado, lo empujaron a huir.
Ficha técnica:
El ciudadano ilustre , Argentina, 2016.Dirección: Mariano Cohn, Gastón Duprat
Guion: Andrés Duprat
Fotografía: Mariano Cohn
Música: Toni M. Mir
Reparto: Oscar Martínez, Dady Brieva, Andrea Frigerio, Belén Chavanne, Nora Navas, Iván Steinhardt, Manuel Vicente, Marcelo D'Andrea, Gustavo Garzón, Emma Rivera
me parecio fantastica la pelicula. Me llamo la atencion la riqueza literaria de l texto.tiene mucha profundidad. El espectador imaginario es excelente.
Muy buena. La fotografía deja bastante que desear, hay decisiones inentendibles: cámara inestable SIEMPRE, encuadres desastrozos.
Es a propósito. Para generar eso mismo. Incomodidad.
Me gusto, cómica, bizarra por momentos, nostálgica para los que vivimos una parte de la vida e un pueblo, deseamos volver, para acordar porque no fuimos.