Críticas
Daniel y Alejandro en el país de las maravillas
El manzano azul
Olegario Barrera. Venezuela, 2011.
El actual cine venezolano parece andar por dos vertientes claramente diferenciadas. Una, tiene que ver con la aproximación histórica a héroes y personajes de la gesta independentista, por demás, en estrecha conexión con esa constante y repetitiva pasión oficialista por los próceres del siglo XIX, vistos como casi los únicos héroes revolucionarios del pasado y cuya gesta debe ser una referencia obligada y/o equiparable al proceso político que atraviesa el país.
La otra vertiente apunta a contar historias, sean dramas o comedias –poquísimas-, con intenciones conmovedoras, aleccionadoras, entusiastas, centradas en conflictos relacionales, entre distintos personajes, o familias disfuncionales.
No obstante, en ambas vertientes, la complicada, difícil y conflictiva realidad venezolana no parece asomarse ni siquiera como sutil o disfrazada metáfora de un país dividido y siempre en el filo de un desencadenamiento total del caos. Y debe ser precisamente por eso, por lo difícil, que los cineastas optan por argumentos, en los que escasean elementos suficientes para ubicar a los personajes en el país que es Venezuela en este siglo veintiuno.
Por supuesto que hay que decir también que el cine en Venezuela es producido casi directamente por el Estado venezolano, pues el cine independiente prácticamente no existe. De allí que, pensemos, los cineastas eviten el riesgo de hablar de política de manera directa y contundente, so pena quizás de que los proyectos no sean aprobados luego.
No obstante, a pesar de esta generalización –limitante como lo es toda generalización-, es innegable que hemos asistido en estos últimos años a un renacimiento significativo del cine venezolano y que el mismo ha venido recuperando algo del atractivo para su propio público, como lo fue en épocas precedentes.
También, que no todo es desechable. El talento aún perdura en títulos como Taita Boves, de Luis Alberto Lamata, brillante mirada a un caudillo sanguinario de la época independentista; o en El rumor de las piedras (Alejandro Bellame, 2011), sensible retrato a una valiente madre, de una barriada caraqueña, que intenta proteger a su familia de la violencia que la rodea.
Otra cosa son esos seudodramas o dramas “light” estrenados recientemente –uno de cuyos ejemplos ya hicimos referencia en un número anterior de EL ESPECTADOR IMAGINARIO, cuando hablamos de Patas arriba, de Alejandro García Wiedemann-, y al que se agrega este El manzano azul, un intento de vuelta de Olegario Barrera a un género explorado por él –y con resultados mucho más satisfactorios, hay que decirlo de entrada-, como lo es el del cine familiar, el que tiene a los niños como protagonistas, no sólo en su recordada y alabada ópera prima, Pequeña revancha (1984) sino también en Un domingo feliz (1992), que formó parte de aquella serie “Amores difíciles”, con argumentos y guiones escritos por el Gabo.
En El manzano azul, no obstante, la infancia como tal no es el tema central del film sino la relación que entablan un citadino niño de once años y su abuelo, al que apenas conoce, en medio del apartado pero hermoso paisaje andino.
Y aunque nada originales, las premisas prometían: niño acostumbrado a los beneficios de la ciudad (celular, Internet…), abuelo solitario y no acostumbrado a compartir su entorno; ambiente de montaña; diferencia de edad… todo se encauzaba a que el asunto fuera por el trillado camino de irse conociendo y entablando afectos entre ambos personajes. Y de verdad ocurre, y la película se deja colar. Lo que pasa es que el empeño de Olegario Barrera es siempre mantener ese “ternurismo” que obligatoriamente debe tener la relación entre un niño y alguien de la tercera edad, esa melosidad en donde cualquier atisbo de drama o inconveniente es visto como un merecido paso de aprendizaje o simpática situación jocosa, de allí que se describan y sean “simpáticas” las incomodidades del niño (el agua fría, la aparición del burro en las mañanas…), o el amor otoñal entre el abuelo y una vecina del lugar, o la pelea entre el abuelo y el ex esposo de aquélla, o la actividad “social” del abuelo que consiste en ayudar en el aprendizaje de los niños del pueblo… De esta manera se construye un relato que nunca llega a convertirse en una historia realmente creíble o verídica, más propia de un telefilm diseñado para ser digerido por el gran público que para hacerlo reflexionar sobre cualquiera de sus aspectos.
Estrategia muy provechosa del cine venezolano, pues ante una realidad tan difícil, con problemas de inseguridad y demás, una película que evada el drama realista, en la que no aparezcan delincuentes, prostitutas o no se digan malas palabras, es recibida como un bálsamo por el gran público.
Para colmo, Barrera concluye el film con un supuesto enfrentamiento entre las ambiciones de un desalmado empresario que quiere acabar con el bucólico paisaje andino, construyendo un complejo hotelero, y una comunidad que se planta para impedir el crimen y salvar la propiedad del abuelo; un elemento, por demás, irreal e insólito pues a lo lago del film jamás se nos da algún indicio para que aquella comunidad aparezca casi de la nada y, con palos y machetes, intente darnos el referente real y actual del cual el film carece por completo.
Más allá de la música machacona, obsesiva e inexplicablemente presente en casi todas las escenas, no se puede negar que las actuaciones, al menos, son destacables. Tanto Gabriel Mantilla como Diego y Miguelángel Landa como el abuelo, así como la presencia de los “actores no profesionales” (habitantes de la zona), permiten que la película, como dijimos, se deje colar, aunque eso de el “manzano azul”, título y elemento presente en la historia, no tenga ninguna justificación de fuerza en el argumento.
Trailer:
Ficha técnica:
El manzano azul , Venezuela, 2011.Dirección: Olegario Barrera
Guion: Olegario Barrera
Producción: Laura Oramas y Olegario Barrera
Fotografía: Cezari Jaworsky
Música: Javier Blanco
Reparto: Miguelángel Landa, Gabriel Mantilla, Rosario Prieto, Marisa Román, Albi De Abreu, José Rubens, Marcos Moreno, Kristin Pardo, Laury Pardo.
Qué bueno sería que pudiéramos acceder, en nuestras salas, al cine venezolano, y no tener que esperar un Festival para apreciarlo !!-
excelente. nada más porque no salió ningún malandro caraqueño merece un premio
buenisima, si le prestan atencion deja mucha enseñansa me fascino
Tremenda Produccion,desde todo punto de vista,Ademas la recomiendo 100%, por la ensenanza que deja sobre todo a esa generacion de relevo que nos precede y toca las fibras mas intrinsicas de cuslquier ser humano !!!
Me fascinó…pienso que es una película que a todos nos hace recordar nuestra infancia y lo vividos con nuestros viejo hermosos! Me encanto y la veo las veces que sean necesarias. Resaltar nuestra hermosa Venezuela a través de las películas es extraordinario.