Críticas
Polvorienta venganza
Comanchería
Hell or High Water. David Mackenzie. Estados Unidos, 2016.
El western es un género que siempre parece moribundo, pero que encuentra, de una forma u otra, la capacidad de adaptación para reencontrarse con el público. Al fin y al cabo, hablamos de uno de los géneros por excelencia, que nace casi de la mano del propio cine. Se cuentan por centenares los directores que encuentran en el western una influencia innegable, a pesar de que su carrera va por otros derroteros, y utilizan la inteligente alquimia para mezclar los lugares comunes con nuevos ingredientes. El último que aprieta la tecla adecuada es David MacKenzie en Comanchería, muestra contundente de neo western, tan elegante como polvoriento, convertida en una de las grandes películas del 2016. Sin muchos aspavientos, sin apenas ruido, MacKenzie deja para el recuerdo una obra que derrocha personalidad.
David MacKenzie acierta en casi todas sus decisiones, empezando por su sobrio aporte visual, hasta llegar al sobresaliente grupo de actores que defienden un guion sin fisuras. La comodidad del director y estos actores superlativos tienen su base en un argumento acabado, que deja libertad a los implicados. Al no tener que pelear con agujeros incómodos en la historia, evitando el escondite de las debilidades de la trama por innecesario, actor y director dirigen sus esfuerzos a dar lo mejor de ellos mismos. Comanchería se convierte poco a poco es una historia criminal, pero envuelta en un entorno social creíble y reconocible, que sitúa las hechuras del western en la más rabiosa actualidad.
La película de MacKenzie juega con uno de los avatares eternos del cine del lejano Oeste, el forajido. El fuera de la ley, auténtico dinosaurio en un mundo de orden, reflejo de épocas pasadas, cuando en tierra hostil mandaba el revólver. Estos forajidos de película, en no pocas ocasiones, representaban el romántico espíritu de libertad, la individualidad llevada hasta las últimas consecuencias contra una sociedad llena de injusticias. Algo hay de este sentimiento en Comanchería, la historia de dos hermanos enfrentados al mundo, inmersos en un plan de venganza, de justicia retributiva para salvar el futuro de aquellos que aman.
Los protagonistas de esta historia conectan con el espectador, a pesar de esa esencia de delincuente. Son seres humanos desesperados, al borde del abismo, y afrontan el problema de la manera más beligerante posible. Pero eso no les resta ni un ápice de credibilidad, con sus miserias, condenados por el pasado y el presente. Son víctimas y verdugos. Chris Pine y Ben Foster defienden sus papeles con tanta convicción que, como espectadores, no podemos negar nuestra simpatía a estos dos atracadores. Aunque muchos de sus actos nos resulten repugnantes, no cuesta ponerse en su lugar.
Al otro lado de la línea, los representantes de la ley. La gran habilidad del guion de Comanchería es presentar personajes complejos, más allá de la simpleza de los buenos y malos. Los policías de esta historia pretenden hacer su trabajo en un lugar que permanece en el pasado, donde las comodidades del siglo veintiuno llegan poco a poco. Detectives a la antigua usanza, quemados por una vida mirando al abismo, con un pie en el alcoholismo y una adicción al trabajo que vuelve inviable cualquier vía de escape. La historia de estos dos agentes de la ley transcurre en paralelo a la de los fugitivos, maravilloso contraste entre caracteres, armados de humanidad aplastante, diálogos creíbles, nada artificiosos, y motivo de la calma tensa que conduce de manera inexorable a la inevitable confrontación, excepcional clímax de la película, que deja sin aliento. Por su uso contenido de la violencia, por el homenaje continuado a los clásicos, por el drama que impregna cada plano, los últimos estertores de la película son de esos de levantarse en el cine y aplaudir. En pleno intercambio de disparos, mientras las balas silban y el olor a pólvora impregna la sala de cine, es muy complicado alcanzar algo parecido a la poesía. MacKenzie tira de lirismo entre la polvareda.
MacKenzie construye ambientes de manera soberbia, un mundo fronterizo y desconcertante, donde lo nuevo y lo viejo se encuentran en constante conflicto. El decadente contexto rural nos recuerda que la América profunda es algo más que un tópico. Los hermanos protagonistas se convierten en reflejo de nuestros días, aplicando a Comanchería un toque de crítica social evidente y necesaria. La historia de estos dos hermanos es la de la venganza contra un sistema que no hace prisioneros. Comanchería es la historia de un lugar, donde el paisaje es algo más que el escenario para el desarrollo de la acción. La América de MacKenzie luce tan hermosa como solitaria, abandonada, silenciosa y agobiante. MacKenzie cuenta una historia de personas, sí, pero enmarcadas de manera tan brutal en su entorno que, al final, no se entienden los personajes sin el fondo, y viceversa.
El círculo se completa con la banda sonora de un dúo que tiene la habilidad de encontrar el tono adecuado a la historia que están contando. Especialistas en el tono arenoso, investigando en el folclore más turbio, Nick Cave y Warren Ellis dejan otra partitura para el recuerdo, como es habitual en su trabajo.
El final es desgarrador. Sin violencia de baratillo, sin descarga de adrenalina. Tenso como la soga del ahorcado, el cruce de miradas es más poderoso que todas las batallas juntas. Jeff Bridges se muestra irónico, sosegado, pero dispuesto a zanjar deudas de la manera más expeditiva si la ocasión lo requiere. Otra lección del veterano actor, genial en el papel de este viejo zorro entre la modernidad que pide paso a gritos y la añoranza.
Comanchería es una película de ritmo propio, repleta de acelerones y paradas en seco, perfectamente medidas por MacKenzie, en auténtico estado de gracia tras la cámara. Es brutal, pero plagada de intensidad, sin caer en el sentimentalismo. Es una historia masculina, testosterónica, sin hacer el ridículo caricaturizando a los protagonistas. Es una historia sobre la familia, la venganza, la justicia, el honor, la nostalgia, la redención y el peso del pasado. Todas las piezas que han hecho de los grandes westerns parte de la historia del cine. Además, adaptados a una realidad creíble, dolorosa y palpable, que vivimos de manera despiadada en forma de crisis económica interminable. Es una película enorme. Intensa. Y no deberían perdérsela.
Tráiler:
Ficha técnica:
Comanchería (Hell or High Water), Estados Unidos, 2016.Dirección: David Mackenzie
Duración: 102 minutos
Guion: Taylor Sheridan
Producción: CBS Films / Sidney Kimmel Entertainment / Oddlot Entertainment / Film 44 / LBI Entertainment / Oddlot Entertainment production
Fotografía: Giles Nuttgens
Música: Nick Cave, Warren Ellis
Reparto: Jeff Bridges, Chris Pine, Ben Foster, Gil Birmingham, Katy Mixon, Dale Dickey, Kevin Rankin, Melanie Papalia, Lora Martinez-Cunningham, Amber Midthunder, Dylan Kenin, Alma Sisneros, Martin Palmer, Danny Winn, Crystal Gonzales, Terry Dale Parks, Debrianna Mansini, John-Paul Howard
Muy buena, te engancha la fotografía y la música fabulosas.