Críticas
Excentricidades, caprichos y conflictos
La reina Victoria y Abdul
Victoria & Abdul . Stephen Frears. Reino Unido, 2017.
La reina Victoria y Abdul es la nueva cinta de Stephen Frears (Florence Foster Jenkins, 2016; Philomena, 2014), que nos relata una historia basada en hechos reales, adaptando la novela homónima escrita por Shrabani Basu en 2010, ubicada en Gran Bretaña, en tiempos victorianos, hacia el año 1887.
Con motivo de las celebraciones de los cincuenta años de reinado, llega a la corte Abdul Karim, interpretado por Ali Fazal (Rápidos y furiosos 7, 2015), un atractivo joven mensajero que viene a presentar sus respetos desde la India, en ese momento una colonia bajo dominio británico. En poco tiempo, la reina establece una profunda amistad con Abdul, nombrándolo su Munshi, una especie de secretario particular, consejero y guía espiritual, quien tiene una gran influencia en la soberana, lo cual provoca confusión y enojo entre los miembros de la corte, principalmente en Edward, su hijo y próximo rey.
Frears intenta develar una verdad que fue callada inmediatamente después de la muerte de la monarca en el año 1901, mostrando la relación cercana que se dio entre estos tan distintos personajes, valiéndose de una producción que resulta atractiva por los entornos que enseña. Los lujosos palacios, los bellísimos espacios exteriores fotografiados impecablemente, los espléndidos vestuarios y los ostentosos banquetes, en los que todo funciona con una perfección coreográfica, se vuelven sumamente encantadores para retratarlos y sirven para complementar estética y visualmente la acción. De tal forma que como invitados asistimos a los preparativos de los jubileos y somos testigos del desfile de sirvientes que, en sincronía, atienden a la reina y sus comensales, del despliegue de comida y lujos que implicaba un festín en la corte victoriana. También nos participan de las excentricidades de las que era capaz la reina, sus caprichos y hasta su hartazgo por mantener las formas requeridas en la corte a una edad en la que solo le interesa descansar.
Por supuesto, el contar con la participación de Judy Dench para el papel de la reina Victoria, le brinda un valor agregado a la película, sin embargo, la suma de todo lo anterior quizás no sea suficiente para lograr un trabajo redondo que deje satisfecho al público. Esta gran actriz ya había caracterizado a la reina Victoria en la cinta Mrs. Brown (1997), que narraba la relación de la soberana con su confidente escocés John Brown, y como en tal ocasión su interpretación es infalible y admirable, no obstante, una estupenda actuación no siempre sostiene un filme por completo.
Por otro lado, el conflicto del choque cultural se aborda con sentido del humor muy ligero, provocando momentos de risa en el espectador, aunque se abusa de tal ligereza a grado de convertir el relato en algo que no se define ni encaja en ningún género. Las situaciones en las que los protagonistas interactúan con un exceso de simpleza y de, incluso, una exacerbada inocencia no precisamente esperada de una reina o de su consejero, redundan y cansan, y finalmente no consiguen explicar ni dejar claro el porqué de la devoción que el Munshi provoca en Victoria, ni qué enseñanzas son las que la atraen de forma irresistible.
Asimismo, los integrantes de la corte son representados de forma exageradamente simplista, no se les imprime matiz alguno, y en conjunto son una masa de personajes racistas y sin corazón que están en contra de la presencia de este indio musulmán que ha embrujado a su reina. Ninguno muestra una personalidad bien trabajada, ni un criterio que nos permita comprender sus preocupaciones.
Como espectadores nos quedamos con la sensación de que nos quedan a deber buenos diálogos y escenas significativas, mientras que nos sobran muchas otras que son meros adornos visuales que nos ubican bien en la época que se representa, pero no aportan mucho más al contenido de la historia.
La verdadera relación entre la reina Victoria con Abdul Karim fue intensa y muy cercana, al grado que ella le otorga varias condecoraciones, y pasa mucho tiempo a su lado y a menudo intercambiaban correspondencia. Recibía un trato privilegiado, y se le permitió traer consigo a su familia, y portar una espada y lucir medallas de la corte, lo que provocó el descontento de los miembros de la corte y del resto de la servidumbre. Por lo mismo, al morir la reina, su huella fue erradicada de la historia por la familia real, que mandó a quemar todas las cartas y retratos del consejero y su familia, junto con los diarios de la monarca. La periodista Shrabani Basu encontró una pista, mientras realizaba una investigación para un libro, y hurgó sobre el tema en el año 2003, casi cien años después de los sucesos, revelando todos los detalles de esta relación borrada de la memoria histórica de los británicos.
Lo que parece una historia de época, con interesante contenido para representar, aquí se aborda desde una ideología antirracista con los parámetros actuales, y se intenta enviar el mensaje de multiculturalismo y aceptación de las diferencias, desde un punto de vista no existente en los tiempos que se presentan. Es por esto que el filme se percibe políticamente correcto, pero llega a ser un tanto pretencioso y hasta inconsistente. Y como resultado, no conecta con el espectador emocionalmente, y se queda en un relato tierno, simple e incluso gracioso a ratos, pero no especialmente relevante.
Tráiler:
Ficha técnica:
La reina Victoria y Abdul (Victoria & Abdul ), Reino Unido, 2017.Dirección: Stephen Frears
Duración: 111 minutos
Guion: Lee Hall
Fotografía: Danny Cohen
Música: Thomas Newman
Reparto: Judi Dench, Ali Fazal, Tim Pigott-Smith