Un gato callejero llamado Bob

¿Debe un hombre adulto, sumido en la depresión y la adicción, valerse por sí mismo para lograr salir de ese infierno? ¿Son los gatos la reencarnación de algún ser maligno, relacionado con la brujería y causal principal de la peste negra en la Edad Media? Estas son preguntas que ni siquiera deberíamos plantearnos imaginariamente, pero que muchos actualmente todavía siguen formulándose ¿Y cómo relacionamos al hombre adulto con un gato? Mediante la historia de James Bowen y su gato Bob, quienes, con la ciudad de Londres como escenario, se convierten en compañeros de manera casi accidental.

Generalmente, historias como las de James Bowen, que involucran a un animal de compañía y un contexto callejero, suelen tener un tono de comedia con el fin de atenuar un poco la crudeza de lo estrictamente biográfico. Pero este no es el caso de Un gato callejero llamado Bob. SI bien el guion está basado en los acontecimientos reales que involucraron a Bowen y su gato –relato sobre el cual hay varios libros publicados–, todo está tan bien balanceado (dirección, actuaciones, giros de guion) que ya desde un comienzo uno logra empatizar con el personaje principal y los infortunios que debe enfrentar.

Un actor principal para hacer triunfar ese balance del que hablo en el párrafo anterior es el director canadiense Roger Spottiswoode. Si uno se ha preguntado muchas veces sobre lo que implica trabajar con niños en el reparto (por ejemplo, el caso de Stranger Things, It), imagínense si uno de los actores principales es un gato. A eso agreguemos rodar en locaciones como Camden o Covent Garden, sitios londinenses que suelen estar saturados de gente. Y esto es mérito de Spottiswoode, que sorteando estos escollos logra conectarnos con la desesperación que vivió Bowen en los peores momentos de su vida. Incluso utilizando una cámara con objetivo gran angular como la visión en primera persona del gato, algo que le da aun más entidad y personalidad al animal.

James Bowen (Luke Treadaway) es un homeless –sin hogar- en una ciudad muy fría, donde sus habitantes viven tan alienados que no tienen tiempo para detenerse y darse cuenta que el prójimo está atravesando las peores penurias que un ser humano pueda vivir. Dentro de ese mundo de despojos e indiferencia generalizada, el único ser dispuesto a socorrer a James es un gato. Pero Bowen no es un vagabundo más: sumido en una profunda adicción a la heroína, encuentra (aparte de Bob) a Val (Joanne Froggatt), ayudante social que evita por todos los medios el desmoronamiento de su vida, impidiendo por todos los medios su regreso a las drogas, y Betty (Ruta Gedmintas), vecina con la cual logra conectarse sentimentalmente. Bowen logra explotar sus cualidades compositoras cuando, como artista callejero, se convierte casi una celebridad de Internet al tener el atractivo de cantar con su gato como compañero. Pero en una sociedad tan apática y prejuiciosa (como la de cualquier ciudad grande), Bowen no encuentra más que enemigos y es por ello que debe dejar la calle, al verse involucrado en una pelea. Se las deberá ingeniar para sortear este obstáculo, no sin sufrir altibajos en su lucha contra su adicción.

La historia de James Bowen y su gato Bob fue publicada en 2012, bajo el titulo Un gato callejero llamado Bob: Cómo un hombre y su gato encontraron esperanza en las calles, escrita por el mismísimo protagonista. Así como se encuentra excelentemente plasmado en su versión fílmica, es una historia de superación y esperanza, de crítica social y reflexión, pero por sobre todas las cosas, de compañía y amor entre el ser humano y los gatos, y más ampliamente, entre nosotros y los animales. Un gato callejero llamado Bob es un hermoso relato digno de ver.