Críticas
Recuerda el pasado, construye el futuro
Star Wars: Episodio VIII- Los últimos Jedi
Star Wars: The last Jedi. Rian Johnson. Estados Unidos, 2017.
De vuelta a la galaxia lejana, muy lejana, más famosa del mundo del cine. Continúa la vuelta de tuerca alrededor del universo creado por George Lucas hace más de tres décadas, con un nuevo episodio alrededor de las vicisitudes de la familia Skywalker. Los últimos Jedi (Ryan Johnson, 2017) marca el pulso para el futuro de la franquicia, con no pocos peligros en la tarea.
Admito que disfruté mucho del inicio de esta nueva trilogía, El despertar de la Fuerza (J.J. Abrams, 2015). Es cierto que no pasaba de remake encubierto y aportaba novedades cero a la estructura de la saga, pero gozaba de personajes entrañables y el impagable sabor de la nostalgia. Reimaginaba los pilares de la franquicia para una generación, con héroes necesarios para la transición entre el glorioso pasado y el mañana de la, en apariencia, inagotable invención galáctica.
El principal escollo del Episodio VII era, precisamente, la falta de originalidad, aferrada casi con desesperación a los, en apariencia, inamovibles principios del cosmos de Star Wars. La incertidumbre se cernía sobre el futuro. ¿Apostaría Disney, actual propietaria de la saga, por la continuidad o el cambio? La respuesta es Episodio VIII, película que ha despertado tantos odios como pasiones. La apuesta Rian Johnson es, desde luego, la película más atrevida de la franquicia desde la lejana y legendaria El Imperio Contraataca (Irvin Kershner, 1980) auténtica piedra angular de Star Wars.
A priori es, precisamente, el Episodio V de la trilogía original el espejo en el que debía mirarse la nueva entrega, igual que Una nueva esperanza (George Lucas, 1977), fue inspiración evidente para el reinicio perpetrado por J.J. Abrams. Algo de eso hay, pero el resultado final es, en mi opinión, la antítesis de aquellos fenomenales giros que acabaron de apuntalar la leyenda de Star Wars en la película dirigida por Irvin Kershner. Los descubrimientos acerca de la naturaleza del joven Skywalker dejaron con la boca abierta a una generación. Los últimos Jedi recoge el guante y da la vuelta a aquellas decisiones, y se convierten en una auténtica bomba que divide a los seguidores en dos bandos irreconciliables.
Rian Johnson se atreve con un puñetazo en la mesa que remueve los cimientos de una concepto que es algo más que una película. La reverencia acerca de las aventuras de Luke, Leia y compañía genera sentimientos relacionados con la infancia, con la maravillosa época de descubrir la magia del cine, con momentos personales para millones de personas que encontraron (yo incluido) un punto de entrada a un universo que se mantiene incluso en la edad adulta. El director de Episodio VIII, sin romper del todo con las reglas, sí desafía a los espectadores con los suficientes elementos novedosos para que tengamos la sensación de que algo ha cambiado, que el paso de la saga se asoma al mañana con espíritu renovado, para bien o para mal.
Diré que Los últimos Jedi me ha parecido una película de aventuras más que decente, con momentos brillantes, que sigue aferrada a los clásicos, pero se presenta como relevo generacional con no pocas bofetadas para esos fanáticos que, me temo, tienen sus periplos infantiles demasiado sublimados. Los últimos Jedi está muy lejos de ser perfecta, tiene instantes tediosos e, incluso, irritantes. No se ha ganado el puesto entre las mejores entregas de la saga, y, sin embargo, es lo bastante valiente como para aplaudir el atrevimiento de un director que se lanza a la piscina llena de pirañas con una sonrisa en la boca.
En Los últimos Jedi, Johnson elige con inteligencia las piezas reconocibles de la saga para incluir nuevos colores en la reconocible paleta de ingenios que hasta ahora han sustentado Star Wars. En un momento dado, la película se convierte en una metáfora de sí misma: destruye el pasado, pero no olvides lo que has aprendido por el camino. Los cimientos inconfundibles de la epopeya espacial se tambalean; nace una nueva forma de entender esta galaxia lejana.
Agradezco el esfuerzo de Johnson, que lanza algo con un poco más de enjundia que aquel agradable puré, bien masticadito y cómodo, que era el Episodio VII. Los personajes clásicos dejan vía libre a la nueva generación, de una manera, creo yo, totalmente respetuosa y afín a su pasado.
Luke Skywalker, en las manos de un espectacular Mark Hamill (a estas alturas es difícil separar personaje y persona), se embarca en un camino de redención y descubrimiento, idea básica de que el conocimiento, incluso de uno mismo, no conoce edad. Recuerda en ocasiones al joven que creía saberlo todo y necesitaba lecciones de humildad por parte de su maestro. Reencontrarse con el héroe que un día fue se convierte en la gran trama de la película, rubricando un notable punto y final para la leyenda.
Incluso personajes tan insoportables como Poe Dameron ganan enteros en Los últimos Jedi. La energía del piloto de la rebelión nos marca la diferencia entre el héroe y el insensato, con otra cura de egos de auténtico aplauso. En esta nueva Star Wars, los campeones del bien se pueden pasar de frenada.
Rey y Kylo Ren continúan su propia evolución, la plenitud de su conflicto. En ese sentido, Ren avanza por la trama como un villano fascinante. Es la antítesis de Vader, un niño que jamás llegará a ser la imagen definitiva del lado oscuro como fue su abuelo. Su viaje lleno de cólera y odio es a base de dudas, de encontronazos contra sí mismo, de insípidas muestras de frustración. Desde luego que no es Darth Vader. Espero, por el bien de la saga y del personaje, que nunca lo sea. Es algo diferente, poderoso como carácter trágico, bastante más potente que el relamido Anakin que vimos en la insoportable trilogía de precuelas.
Mención especial para nuestra princesa. Leia es la mujer madura curtida en mil batallas, la general, la fuerza y la fe de la rebelión, la luz que más brilla de todas las que conforman la mitología original de la saga. Cada sonrisa cómplice tiene un punto de amargura, producto de la guerra constante. La pérdida no quita el hálito de esperanza que ha movido cada paso de su vida. Y todo eso está presente en la última actuación de Carrie Fisher. La echaremos de menos.
Los últimos Jedi tiene muchos inconvenientes. La trama protagonizada por Finn se acerca al desastre, por inconexa, metida con calzador, por falta de ritmo. Da la sensación de que no se tenía muy claro que hacer con el personaje, y se han sacado de la manga esta misión secundaria sin mucha gracia, que gana algún entero con su resolución. La inclusión de este añadido afecta el total de la película, y arrastra el ritmo y la acción, acostumbrados a la trepidante sucesión de hechos sin respiro.
También se ha hablado mucho del humor. Al respecto diré que, para qué engañarnos, los ewooks no eran, precisamente, amigos de jugar al ajedrez con la muerte. Sí que es cierto que algunos chistes se exceden en duración, y que en ocasiones pueden resultar sonrojantes por bobos. Aún así, el humor anticlimático es parte de la saga, con ejemplos bastante bochornosos, incluso, en las vacas sagradas de la franquicia. En general, muchas de las críticas vertidas sobre esta película me da la impresión de que, si se aplicasen con igual vehemencia a la totalidad de la saga, incluso esos clásicos intocables no saldrían muy bien parados.
Star Wars es aventura, emoción, el enfrentamiento de la luz contra la oscuridad. Es la mitología moderna más importante que se pasea por las pantallas. Los últimos Jedi, con sus tropiezos, tiene todos esos ingredientes que la sitúan a la perfección en el contexto de la saga. Además, y lo más importante, guste o no, coloca a Star Wars en manos de una nueva generación, los que tendrán que juzgar de manera real la importancia de esta película, con derecho para disfrutar de su propio camino sin el peso de ese pasado elevado a los altares por las generaciones anteriores.
Quizá, los que peinamos ya alguna cana deberíamos aprender la lección de la película. Aprendamos a valorar lo nuevo, sin olvidar el magnífico pasado, con sus cosas buenas y malas. Estaría bien que recordásemos que esto es una película, no una religión. Nos ahorraríamos mucho debate insulso, y creo, disfrutaríamos de las cosas un poco más. Por mi parte, Los últimos Jedi me ha dejado mejor sabor de boca que la mayoría de blockbusters que invaden las salas de cine. En mi propia galaxia, eso es un triunfo.
Ficha técnica:
Star Wars: Episodio VIII- Los últimos Jedi (Star Wars: The last Jedi), Estados Unidos, 2017.Dirección: Rian Johnson
Guion: Rian Johnson
Producción: Lucasfilm / Walt Disney Studios Motion Pictures
Fotografía: Steve Yedlin
Música: John Williams
Reparto: Daisy Ridley, John Boyega, Adam Driver, Óscar Isaac, Mark Hamill, Carrie Fisher, Kelly Marie Tran, Domhnall Gleeson, Benicio del Toro, Laura Dern, Andy Serkis, Gwendoline Christie, Lupita Nyong'o, Anthony Daniels, Frank Oz, Warwick Davis, Justin Theroux, Billie Lourd, Lily Cole, Navin Chowdhry, Temirlan Blaev, Sara Heller, Josiah Oniha, Joseph Gordon-Levitt
Me gusto mucho este review, es verdad que tenemos a la trilogía original en un pedestal bastante alto y si la analizamos con lupa (como hacemos con cada nueve entrega de la franquicia) veremos como esta llena de pequeños detalles «facilistas» que no son mas que estereotipos gastados, solamente que ahora protagonizados en una galaxia muy muy lejana. Finn, no se, me da a pensar que extendieron su papel gracias a toda la polémica racial en Hollywood y la gran acogida que tuvo su papel.